Agradecimientos en mi Tesis…

Comenzaré señalando dos cosas. Siempre que leo un libro leo las páginas en las que los autores presentan sus agradecimientos. Lo hago porque creo que son una parte importante de un texto producido. Por otra parte, esta es la primera vez que hago un trabajo tan extendido y que representa el fin-comienzo de una nueva etapa de mi vida, por lo que quiero expresar mi gratitud a todos quienes, de una u otra manera, me han acompañado en esta larga jornada.

En primer lugar, quiero agradecer a mi amada compañera de vida, mi esposa y compañera políticamente evolucionada, Mónica González García. Mónica, mil gracias por acompañarme en este proceso, por sobre todo, tu amor, tu comprensión, paciencia y fortaleza que permitieron que pudiese, no sólo trabajar, sino también llegar a buen puerto. Como en todo lo que escribo, estás presente en mi mente y en el alma de estas líneas. Contigo aprendo constantemente. Amo vivir y ser contigo. Amo saber que tu compañía se extenderá mucho más allá de este período, llegando incluso a lo que hemos imaginado: a viejitos que aún tienen tema de conversación. Te amo vida mía, porque eres mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo, somos mucho más que dos (Benedetti).

Quiero expresar mi agradecimiento a mi hijo Miguel Ignacio, porque él tuvo que soportar largas horas sin la compañía de su papá, sin poder entender, a su corta edad, el porqué prefería estar frente a la pantalla del notebook y no acostado y/o jugando con él. A pesar de ello, cada vez que podíamos, al reunirnos, aprovechamos hermosos momentos, en los que su sola sonrisa me llenaba de ánimo y fuerzas.

Quiero agradecer a mi papá, Luis Pino Calderón, a mi mamá, Camila Moyano Berland y a mis hermanos y hermanas, Sergio, Dámaris, Camilo y Abigail, mi familia consanguínea, quienes participaron, directa e indirectamente, de mi formación. Sin ustedes esto tampoco habría sido posible. No puedo dejar pasar esta oportunidad sin decirles que les amo y que gracias a ustedes estoy donde estoy.

Quiero expresar mi agradecimiento a mi abuela, María Graciela Calderón O’Ryan, a quien siempre preferí llamar Mamita Chela, por ser una mujer excepcional, que ayudó en mi crianza y en mis primeras letras, que aceptó y fomentó mis gustos por la lectura y la historia. Por ser la mujer que me enseñó a sonreír a carcajadas. Por escuchar mis opiniones en temas de adultos. Por enseñarme el compromiso absoluto con lo que uno hace. Desde diciembre de 1992 que ya no estás físicamente con nosotros, pero la presencia de tu ausencia, cada día me vuelve más capaz.

Quiero agradecer a mi abuelo, Manuel Pino Parada, mi Tata, quien hoy está dando su particular batalla por la memoria. Por ser el abuelo que buscó satisfacer los más recónditos gustos de su nieto regalón. Por haberme aceptado en su casa, ya más grande, donde vivimos solos casi por tres años, con el ritual del té de la noche y la conversación mientras veíamos las noticias en la medianoche. Gracias Tata, por ese día en el que me llevaste de la mano, con un clavel rojo, para depositarlo en la tumba de Manuel Rodríguez. Gracias, porque contigo aprendí lo que era el socialismo y quién era Salvador Allende. Gracias por ser el primero en apoyar varios de mis locos proyectos. Podrán olvidarse muchas cosas, pero esas no. Gracias por darme la felicidad de haber tomado a mi hijo, tu bisnieto, en tus brazos con una alegría que de sólo pensarlo me emociona. Gracias por ser mi Tata.

Quiero agradecer a mi suegra, Clara García Lira, por ser todo lo contrario a lo que esa expresión con que la nominé representa en el sentido común. Gracias por su cariño, comprensión, apoyo y paciencia. Por quererme y cuidarme como su hijo.

Quiero agradecer a mi cuñado, Mario González García, por su cariño y aprecio, por valorarme. Por sus conversaciones y compañía. Por cada día preguntar cómo iba mi tesis.

Agradezco a Patricia García Lira, tía de Mónica, mi tía por opción, por todo su cariño y preocupación constante. Por ser una mujer comprometida con lo que hace. Por su lealtad a toda prueba. Muchas gracias, también porque gracias a usted, puedo trabajar en este notebook, que fue lo mejor que quedó de un frustrado viaje a tierras lejanas.

Agradezco a la gente de la iglesia que me vio crecer, la Iglesia Pentecostal Naciente, de todas las edades, porque con el ejemplo de muchos de ustedes aprendí que el cristianismo es una cuestión de vivencia más que de apariencia. Quiero agradecer al Departamento Juvenil de dicha organización eclesial por permitirme participar del desarrollo de una Escuela Bíblica Juvenil y del Preuniversitario Popular Redención. Quiero encarnar dicho agradecimiento en la persona de mis amigos y compañeros de mil y una batallas Pablo Vargas Martínez y Cristian Estrada Acevedo, con quienes hemos estado en buenos y malos momentos, con quienes he disfrutado de las cosas simples de la vida, como el conversado café amargo dulzón que hace que nuestras conversaciones se extiendan a lo largo de una noche. Gracias, por ser más que mis amigos: ustedes son mis hermanos. Mucho de lo que aparece en esta tesis, lo conversé con ustedes. Gracias por estar siempre ahí.

Quiero expresar mi agradecimiento y compromiso con la Iglesia Presbiteriana Puente de Vida por habernos recibido como familia. Por apoyarnos en muchos momentos. Por permitirnos crecer con ustedes. Quiero agradecer en especial a Vladimir Pacheco Pereda, por ser mi pastor y mi amigo, por las conversaciones que versan de teología, libros y política como por aquellas que dan cuenta de lo sencillo de la vida y porque junto a su esposa, Anita, nos han entregado un respaldo gigantesco. Gracias a Luis Valle y Silvia Villarroel, por el compromiso, cariño, apoyo y enseñanzas que han ido de lo intangible a lo concreto. Gracias a Daniel Rubilar por la amistad, por las constantes conversaciones, por la confianza. Gracias a Carlos Parada, que se viene integrando a Puente de Vida, y que estaba haciendo su tesis sobre Cristianos por el Socialismo y con el que pude conversar una semana antes de entregar mi tesis, sobre estos temas. Él se lleva los créditos de uno de de los subtítulos. Gracias a todos quienes componen esa hermosa comunidad, que es, sin dudas, un oasis en medio del desierto, un espacio, como dice su lema, de acogida, espiritualidad y servicio, en el que todos somos iguales, donde no hay más iguales que otros. Gracias por enseñar y mostrar a Cristo con sus vidas.

Quiero agradecer a mis compañeros en la Universidad, Daniel Canto Molina, Claudio Alvarado Lincopi, Miguel Gutiérrez y José Miguel Sanhueza, con quienes compartimos largas conversaciones, en las que muchos de nuestros planteamientos y convicciones se vieron reforzadas o reconfiguradas, acompañados de nuestra ración de té y pan surgida de nuestros escuálidos bolsillos (aunque son memoriosos esos almuerzos en La Vega, en el Wonder Bar, las andanzas en el Rincón de los Canallas, en La Piojera o en el Cacho’s). Gracias compañeros, porque con ustedes hicimos escuela, más allá de lo que asignaban nuestras obligaciones respecto a mallas y programas. Una de esas labores, realizada con otros compañeros y compañeras a lo largo del tiempo, fueron las tres Jornadas de Estudiantes de Historia de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, un espacio en el que hemos dialogado y debatido sobre nuestras incipientes investigaciones junto a compañeros y compañeras de otras universidades y docentes que han asistido a presentar sus ponencias.

Quiero agradecer a mi compañera y amiga María José Reyes Larraín, por las largas conversaciones y por los sueños de escritura conjunta que quizás se darán algún día. Porque a pesar de no entender aún tu decisión de dejar este camino, sé que aún no tenemos distancias.

Agradecer también al Núcleo Temático de Investigación “Historiografía Chilena”, dirigido por las profesoras Ana López Dietz y Paula Raposo Quintana en el que participamos junto a Melissa Figueroa, Daniel Canto, Claudio Alvarado, Miguel Gutiérrez y José Miguel Sanhueza. Junto a ellos hemos conformado un muy buen espacio de reflexión y discusión, en esta etapa sobre la historiografía marxista en Chile, que ha servido para potenciar y fortalecer algunos de los argumentos presentados en esta tesis. Mucho de lo expresado en el Capítulo II de esta investigación nace a partir de reflexiones realizadas en torno a los temas del NTI.

Quiero agradecer a la Escuela de Historia de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano por ser un excelente espacio de formación y estudio. Por darnos el privilegio de tener clases con profesores y profesoras como Leopoldo Benavides Navarro, Nancy Nicholls, Igor Goicovic, Kathya Araujo, Isabel Cassigoli, Patricio Quiroga. Mención especial merecen el profesor Milton Godoy Orellana, por las múltiples conversaciones y discusiones, por el excelente terreno de Historia Regional, por la confianza no exenta de crítica y por ser el que más hizo en relación al fallido viaje a Francia; al profesor Hugo Contreras Cruces, por las conversaciones y por su solidaridad increíble; al profesor Manuel Fernández Gaete, por la escucha y la crítica sobre los temas de la historia reciente, sobre todo los que tienen que ver con esta tesis, que se vio fortalecida por sus comentarios; al profesor Miguel Valderrama por enseñarnos que el aprendizaje no necesariamente debe darse bajo estructuras de dominación y por su solidaridad sin límites. Dejo a tres profesoras en párrafos aparte, porque los motivos de agradecimiento exceden a los límites de este punto.

Agradezco a Ana López Dietz, ex compañera de la primera generación de la escuela, hoy profesora, quien siempre tuvo tiempo para conversar de lo académico-político y de la cotidianeidad. Gracias Ana por ser dialécticamente rigurosa y abierta de mente.

Mi más profundo agradecimiento a la profesora Paula Raposo Quintana, por ser una de las mejores profesoras de esta escuela, por su esfuerzo en hacer relucir lo mejor de nosotros mismos, por su crítica certera, por las conversaciones, porque a veces simplemente escuchó, por su preocupación que iba desde lo académico a lo cotidiano, por ende de lo intangible a lo concreto. Son tantas las cosas que pienso en este momento por agradecer, pero las quiero sintetizar en su sinceridad. Me encanta conversar con usted, precisamente porque sé que lo que usted opina en privado lo opina en público, que no tiene dos caras. Eso, en estos tiempos en los que otras prácticas son las que priman, la hace más valorable aún. Más allá de que hoy esté a un paso de ser su colega, usted seguirá siendo mi maestra.

Fundamentalmente agradecer a la profesora Cristina Moyano Barahona, mi profesora guía de tesis. Sus comentarios, apreciaciones y críticas hicieron que esta tesis resultara ser mil veces mejor que lo que se proyectaba originalmente. Gracias por darme un amplio margen de libertad en el proceso investigativo y en la escritura. Pero no solamente quiero agradecer por este período de tesis, sino por lo que antecede y trasciende a este período. Usted fue mi profesora en primer año y desde ahí siento un respeto y admiración profunda a su labor como historiadora, a su rigor académico y metodológico, a su forma de hacer clases. Por ende, su formación ha traspasado los límites de los contenidos y materias, al plano práctico de la investigación y la docencia. Pero mucho más aún, muchas gracias, porque ya no siendo mi profesora me recibió en su oficina en IDEA para conversar. Conversaciones que, ayer como hoy, van de lo académico, lo político-contingente a lo simple y cotidiano. Gracias, porque siendo teniendo todo el mérito académico nunca he sentido que se comporte como “diva del saber” y/o rockstar. Virtud que va acompañada de una honestidad tremenda. Para usted, sólo palabras de admiración, de quien más allá de este proceso la seguirá viendo como su alumno.

Quiero agradecer a los otros espacios en los que he sido formado. Al Instituto Bíblico Nacional, donde hice mis primeras armas en el estudio de la Teología. A los profesores de la Universidad Arturo Prat, Mario Fuentes Bizama y Héctor Fuentes Mancilla porque gracias a ellos me sumergí en el pensamiento crítico, gracias a que sembraron la sospecha. Al Seminario Teológico Presbiteriano José Manuel Ibáñez Guzmán, por ser el espacio donde retomé mi formación y diálogo teológico. Sobre todo mi agradecimiento al profesor Oswaldo Fernández Giles, porque en sus clases de Teología en América Latina he podido resignificar algunos elementos conceptuales que aparecen en esta tesis.

Dejo para el final, por ser el más importante de los agradecimientos, a Jesucristo, Redentor, Rey, Profeta y Sacerdote, el humilde Carpintero de Galilea, por trazar el camino por los que mis pies avanzan y en el que mi mente y corazón viven la felicidad.

Cada uno de ustedes, directa e indirectamente, ha sido fundamental en la realización de esta tesis, por lo tanto, responsables de ella. Sólo les libro de los errores, omisiones y arbitrios de la memoria que mi escritura pudiese conllevar.

A todos y todas ustedes, mil gracias…

Luis Pino Moyano.

San Bernardo, otoño de 2011.

Publicado en un blog extinto, el 20 de junio de 2011.

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