Son casi las dos de la mañana y hace poco se apagaron las luces de la casa y cesaron las actividades. Pero, a pesar de que estoy cansandísimo y tengo mucho sueño, creo que no podré quedarme dormido si no escribo este post. Es que uno tiene que aprovechar los momentos en que la letra avanza sola.
Han pasado varias horas ya, pero la felicidad exultante continúa. Cómo no estar felices, si en la Asamblea del Presbiterio Centro de la IPCH, por votación unánime se aprobó la organización de la Iglesia Puente de Vida. Dejamos de ser una “Avanzada” para pasar a ser una “Iglesia” según lo que prescribe nuestra Constitución. Estamos felices, porque esto es, sin dudas, un hito importante en la historia de nuestra comunidad. Comunidad que nace con la firme convicción de que plantar iglesias es un proceso que nos lleva al encuentro con los primeros seguidores de Jesús, creyentes que estaban en misión permanente. Cómo no estar felices si tuvimos una iglesia madre que se despojó de hombres y mujeres, de tiempo y recursos, sólo creyendo y siguiendo al Dios que está en misión. Pero por sobre todas las cosas, cómo no estar felices, si nuestra historia no podría ser la misma si no fuese por la maravillosa e inescrutable gracia de Dios que nos capacita para la unidad y la edificación del cuerpo de Cristo.
Esta historia, la de Dios actuando en su pueblo, me trajo un día de enero de 2010 a Puente de Vida, con el anhelo de aprender y servir, permitiéndome encontrar con mucho más que eso. Me permitió encontrarme con una comunidad en la que se predica el evangelio, mensaje que da esperanza, que regocija, pero que también confronta, desafía y desintoxica. Me hizo caminar con amigos y amigas que me ayudan y enseñan a caminar. Me permite vivir el pastoreo de un siervo de Dios, que me ha animado, enseñado, disciplinado y capacitado. Me hace experimentar una reforma que sigue reformándose. Pero por sobre todas las cosas, me ha hecho glorificar a Dios en todas las áreas de mi vida y no sólo en las que tienen que ver con la religiosidad.
Y es que de eso se trata. No se trata de nosotros. Se trata del Dios-en-misión. Por eso hoy día, el sentimiento no es que nos ponemos los pantalones largos, sino la certidumbre de que es la fuerza del Espíritu la que nos está conduciendo cada día por su vivaz senda, la de plantar día a día el evangelio en cada corazón.
Luis Pino Moyano.
San Bernardo, algunas horas después del sábado 3 de agosto de 2013.