* El Pr. Vladimir Pacheco comunicándome la aprobación de mi candidatura al Sagrado Ministerio y de que el sería mi tutor eclesiástico.
“Se comprende lo que es el sistema de gobierno presbiteral sólo cuando se participa en una Asamblea Presbiteral. En medio de la COMUNIDAD DE HERMANOS es dónde uno se da cuenta de la dimensión concreta del ejercicio del oficio de servicio y de gobierno para la gloria del Nombre de Dios en la Iglesia. Todos iguales, comprados por igual precio, cada uno en la Brisa del mismo Espíritu con las notas de la particularidad de los dones de la multiforme gracia del Señor. Sabiduría, prudencia, humildad, honestidad, humor, fraternidad verdadera y constatable. Doy gracias a Dios por haber participado en esta Asamblea de Verano del H. Presbiterio Centro… Alegría de saberme parte de un Cuerpo… del Cuerpo de Cristo. ¡Aleluyah! SOLI DEO GLORIA”. Cuánta razón hay en las palabras de mi amigo, el Presbítero Carlos Parada. Eso fue lo que vivimos en la Asamblea de Verano del Presbiterio Centro de la Iglesia Presbiteriana de Chile, durante los días 23 al 25 de enero de 2014, realizada en la 2ª Iglesia Presbiteriana de Santiago. Maravilloso poder conocer a pastores y hermanos que con esfuerzo y dedicación contribuyen a la edificación del cuerpo de Cristo, teniendo como motivación la gloria de Dios.
Durante el día viernes 24 de enero me tocó vivir un momento inolvidable. Fue presentada mi candidatura al Sagrado Ministerio y, por ello, fui examinado sobre mi vocación pastoral. Estaba muy nervioso, pero en un clima de madurez, honestidad y solidaridad emergieron recuerdos, certezas y proyecciones. Y por lo mismo, mucho que agradecer a Dios. Debo agradecer por mi familia consanguínea, por mi papá, mamá, hermanos y hermanas, porque fue en ese hogar el primer lugar en el que se me anunció el evangelio, experimentando la bendición del pacto que Dios hace con familias. Agradecer por el paso formador en el Instituto Bíblico Nacional, en la Universidad Arturo Prat, en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y en la Universidad de Santiago de Chile, lugares en los que aprendí y tuve la oportunidad de conocer a amigos y profesores con los cuales el ejercicio intelectual, el diálogo y el aprendizaje fueron parte de un ejercicio cotidiano. Agradecer por mi paso por la Iglesia Pentecostal Naciente, por la bendición de haber sido pastoreado por una mujer ejemplar, virtuosa al decir del proverbista, la pastora Zulema Guajardo. También por las personas que ayudaron en mi crecimiento y formación, en especial al Departamento Juvenil, lugar en el que trabajé junto amigos por largos años. Agradecer por mis amigos Pablo y Cristian, quienes siempre han estado. Agradecer por la Iglesia Puente de Vida, mi comunidad de fe, el lugar donde están amigos y hermanos que me ayudan a crecer cada día, con quienes puedo servir y aprender. En Puente de Vida, me he encontrado con el evangelio, con la luz de la Sola Escritura. Allí he aprendido a ser hombre, padre y esposo (¡Gracias Luis y Silvia por el aporte tremendo!). Y he podido volver al hogar, a tomar, nuevamente, la mancera del arado. A los 18 años ingresé a estudiar al IBN con el íntimo propósito de prepararme para el ministerio y hoy estoy, nuevamente, en ese camino. Aquí ha sido clave el trabajo de Vladimir, mi amigo y pastor, quien desde antes del 24 de enero ha sido, informalmente, mi tutor eclesiástico, exhortando, enseñando, ayudando y confrontando con su palabra y vida. Agradecer por la Iglesia Presbiteriana de Chile por su énfasis escritural, teológico, confesional y constitucional. Al Seminario Teológico Presbiteriano José Manuel Ibáñez Guzmán, a sus profesores, funcionarios y estudiantes, por la enseñanza de calidad, por el aprendizaje, el diálogo y la amistad. Agradecer por mi familia, por Mónica mi amada esposa que siempre ha estado conmigo y con su amor, paciencia, sabiduría y complicidad he podido crecer y refundar mi vida, nuestras vidas, en las Escrituras, por mis hijos Miguel y Sophía, los hijos que Dios me ha dado y a quienes por sola gracia puedo pastorear, enseñar y amar. En definitiva, y por sobre todas las cosas, agradecer a Dios, porque en su providencia he podido vivir todo lo que he señalado con antelación, a Jesús mi Redentor, el maestro que ha trazado el camino por el cual debo vivir y el Señor al que me someto de todo corazón y al Espíritu que me anima a trabajar para mayor gloria de Aquél que vive y permanece para siempre.
Esto recién comienza. Hay mucho que trabajar, estudiar y vivir. Faltan procesos por empezar y culminar. Pero hay una tremenda certeza: Mi familia, mi pasado-presente-futuro está en las manos de quien me creó y me amó. Y sólo por gracia, con mis manos en el arado. Soli Deo Gloria. Estoy feliz y con un fuerte sentido de responsabilidad. Feliz porque la misión es de Dios. Sentido de responsabilidad, porque la agenda de esa misión no está en mis manos, por lo que mi respuesta es, simplemente, “heme aquí, envíame a mí”.
Luis Pino Moyano.