… Fueron las palabras del teniente de carabineros Felipe Vidal, al ser golpeado por un grupo de sujetos en la Plaza Brasil, en el marco del reciente Día Internacional del Trabajador. En otros post escritos acá he hablado detenidamente sobre la violencia, inclusive, sobre el uso de la capucha fuera del imaginario delictual. Pero acá, esto no viene al caso. Porque lo que presenciamos en los medios de comunicación este 1 de mayo no dice relación con una violencia de tipo reactiva contra la violencia estructural del sistema opresor, sino más bien con pura agresividad. Con pura respuesta a estímulos. No hay racionalidad ni discrecionalidad. Y para qué decir, no hay análisis del resultado esperado.
¿Qué es lo que se ve en este espectáculo dantesco? Primero que todo, no veo nada revolucionario. No hay aquí encuentro con otros seres humanos, no hay creatividad transformadora, no hay respuesta contracultural (simplemente me siento golpeado y golpeo), no hay respeto a la dignidad del ser humano por muy enemigo que el “sujeto otro” me parezca. Sólo hay venganza, escape de ira, como si la mente de los seres humanos operara bajo la lógica de la carga-descarga, a modo de catarsis, cuando en realidad ésta opera bajo mecanismos de aprendizaje, que hacen de los sujetos seres responsables. Pero lo que me parece más grave aún, es no entender que el sujeto vestido de uniforme verde, es parte también de la “división del trabajo”. Si bien es cierto, la institución de las carabinas cruzadas no sólo se ha caracterizado por el resguardo de la seguridad, atacando el delito, sino también en el ejercicio represor de la movimientalidad social expresada en las calles, eso no acusa, necesariamente, el ejercicio individual. Me niego a creer que todo carabinero goza de aforrarle palos a conciudadanos. Pero si mi negación fuera el resultado de un pensamiento iluso, aún así, la solución no está en pegarle a un “paco”, en medio de una turba, hasta sacarle los dientes. La solución está en el trabajo arduo que nos lleve al cambio social, uno que permita que en pos de la fraternidad, quitemos toda posibilidad de ejercicio del poder a quienes lo han ocupado para dañar, junto con la reforma educacional de nuestros institutos armados quitando la lógica del “enemigo interno” o, mejor aún, la disolución del ejército permanente y la policía. Pero mientras, pegarle a un “paco”, en medio de una turba, hasta sacarle los dientes, es simplemente escapismo. Ideología, en el sentido de Marx, que obstaculiza el ejercicio de aprehender la realidad. El sueño de la “toma del palacio de invierno” cuando todavía no logramos cambiar un ápice nuestra propia realidad.
¿Pero compañero, cómo se le ocurre escribir esto? La verdad, es que sé que para muchos esto es políticamente incorrecto. Pero no celebro ni quiero celebrar la humillación, la venganza, el ejercicio político disociado de la ética. No quiero celebrar la violación de los derechos humanos de nadie. No me alegra ver esto. Y me causa urticaria pensar que alguien pueda festejar esto. Esto no se parece en nada a la sociedad que anhelo, porque no espero ni guillotinas ni paredones. Porque dentro del país que sueño, por lo menos, si los uniformes tuvieran razón de ser, los imagino caminando con los sones de esta cueca entrañable: “La bandera y sus hijos / si se respetan / son para defenderla / con diente y muela. / Con diente y muela, sí, / y el uniforme / mantenerlo al servicio / de un pueblo noble” (Sergio Ortega. “Cueca de las Fuerzas Armadas y Carabineros”. Inti Illimani, Canto al programa. DICAP, 1970). ¿Acaso no sé lo que pasó con quienes añoraban esto? ¡Claro que lo sé! Lo enseño año tras año a mis estudiantes de enseñanza media. Como también enseño que la historia no se repite, que no hay fatalismo que valga. No soy iluso por tener todavía la capacidad de soñar. Por eso digo, que hay que trabajar. Trabajar y mucho, porque para ese mañana todavía nos falta mucho. Mucho tiempo, mucha fuerza, mucha solidaridad, mucha entereza.
Mi pregunta para los que piensan que esto es motivo de alegría o que debe pensarse como triunfo. ¿En qué suma a la causa transformadora este tipo de acciones? ¿Cuántos más se suman luego de pegarle a un “paco”, en medio de una turba, hasta sacarle los dientes, a los movimientos que aspiran cambios en la sociedad? ¿Acaso suma que hoy estemos hablando de esto y no de la multitudinaria marcha del 1 de mayo? ¿Acaso esto suma más que las palabras de Bárbara Figueroa en su discurso? ¿Acaso esto suma tanto como los anarcos peleando con los jotosos, creyendo que los últimos son pacos rojos? ¿Acaso esto suma más que la conmemoración de un Primero de Mayo Clasista? ¿Cuánto ayuda esto a recordarnos a Clotario Blest y tantos otros? Sinceramente, si crees que esto suma, es porque todavía estamos en la B. Esto resta, cualitativa y cuantitativamente. Lo único que hace esto, es darle gusto y discurso a los que creen que cada día este país avanza al terrorífico socialismo, y que Gramsci, y que los comeguaguas, y que esto y aquello. Se trata, entonces, de simple y elocuente torpeza política de principio a fin. Y dar pie a este tipo de acciones, “sería un error evidente dar rienda suelta a los chillones y palabreros, que se dejan arrastrar por el ‘brillante’ revolucionarismo, pero que son incapaces de efectuar una labor revolucionaria firme, reflexiva y sopesada, que tenga en cuenta también las dificilísimas transiciones”. “Uf! Qué amarillo te pusiste”, dirán algunos. La verdad, es que eso lo dijo Lenin, uno que hizo una revolución de verdad, en su “Acerca del infantilismo ‘izquierdista’ y del espíritu pequeñoburgués”.
Por todo eso, mi total repudio al acto ínfame contra el teniente Felipe Vidal.
Luis Pino Moyano.