Acaba de aprobarse la ley de aborto en tres causales en la Cámara de Diputados chilena. Debo señalar mi molestia e inconformidad con un proyecto que debilita la comprensión de la vida humana, quitando dicho estatuto al que está por nacer, desde una prepotencia adultocéntrica. Estoy contra el aborto porque no es otra cosa que matar y allí no valen los eufemismos, como no lo valió en los contextos fascistas, que amparados en la eugenesia del darwinismo social promovieron dicho acto, ni tampoco en los contextos opresores latinoamericanos en los que se hizo abortar o esterilizar a mujeres de los sectores populares para evitar el crecimiento de masa potencialmente rebelde. No hay que ser de derecha para ser contrario al aborto, he ahí una caricatura de los sectores (pseudo)progresistas. Es simplemente necesario valorar la vida, todas las vidas, durante toda la vida.
Ahora bien, gran parte de las caricaturizaciones y los impedimentos de una discusión amplia, ilustrada, seria y rigurosa, no sólo han provenido de la profunda ideologización de los sectores pro-aborto, sino, también, de los grupos pro-vida, los que le han hecho un flaco favor a una posición cristiana pensante, inhabilitando el diálogo, toda vez que le ha quitado la base de inteligibilidad. El panfleto no ayuda. La simplificación no ayuda. Me explico:
a. Molesta la estética performática sanguinolienta de los grupos provida. Pintura roja en las manos ejemplificando sangre es algo propio del cine gore de mala factura, o similar a la “Pasión de Cristo”, película hecha de un “evangelio” a la medida de “Corazón Valiente” o “El Patriota”. Más horrendas son las fotografías de fetos destruidos, pues si uno cree en la dignidad del ser humano, dicha dignidad debiese implicar en un tratamiento más honroso del cuerpo luego de la muerte. Es una discordancia discursiva dicha estética, pues contribuye al trato indigno de otros seres humanos.
b. Sí, considero que el aborto es una “violación a los derechos humanos”, particularmente del derecho a la vida. Evidentemente, existe la posibilidad de mostrar la inconsistencia de quienes defendieron la promoción de los derechos humanos en el contexto de la dictadura pinochetista, y que ahora defienden el aborto, puesto que, parafraseando a Timothy Keller, si la justicia social no es relativa, tampoco lo son aquellos aspectos que se traducen en el discurso público sólo, y peyorativamente, como morales. Pero otra cosa, es levantar gigantografías con fotografías de víctimas de la represión política, con un escaso ejercicio empático de quienes sufrieron esos dolores, ofendiendo aquellas conciencias. Ponerse en el lugar del otro, debiese ser eje del acto solidario del cristianismo.
c. Ser contrario a la reducción feminista de que lo discutido dice relación con el cuerpo de las mujeres, no debe llevar a decir cuestiones tales como “la mujer sólo presta el cuerpo”, “en la violación la única víctima es el que está por nacer” y otras similares. Debemos ayudar a construir una cultura que no violente el derecho del otro, cuidando la dignidad, que creo desde mi posición es creacional, de hombres y mujeres. Y evidentemente, se podría en el código sanitario dotar de herramientas a los médicos para actuar ante el riesgo de la vida de la madre, sacando del consenso tácito de convenciones hospitalarias dicho problema. Las cesáreas, por ejemplo, antes de la mercantilización de las mismas por los hospitales privados buscaban solucionar los problemas que se daban en la dinámica del parto.
Bíblicamente, la vida de la mujer debe protegerse, no necesariamente implicando con ello la pérdida de la vida del que está por nacer. Debemos colaborar para eliminar el machismo, la violencia contra las mujeres, los ejercicios sexuales que tienen su origen en la práctica de un poder tiránico, pues según la Escritura, dicha dominación es fruto de la Caída.
Eso, por ejemplo, en casos extremos, podría hacernos valorar de manera distinta el aborto realizado por una mujer que en un contexto de desesperación, producida por el abuso como por la pobreza dura, con la fácil exposición de las mismas, en relación de quienes tienen recursos para ocultar dichos actos y, sobre todo, al ejercicio autodeterminado. Eso no limita a llamar asesinato al aborto, pues simplemente da cuenta de atenuantes en casos particulares.
d. La disonancia más elocuente en la opinión pública dice relación a lo acotadísimo de la defensa hecha por los sectores pro-vida, limitándolo al que está por nacer. Pero las mismas voces callan ante otros actos de violencia, algunas de ellas de corte estructural. Defiendo y apoyo el derecho de los médicos cristianos y de otros credos que harán objeción de conciencia para no practicar abortos, pero se esperaría, en una actitud consistente, que hicieran también objeción de conciencia cuando los pobres de esta tierra son restados de una salud digna y de calidad por el simple hecho de no tener la cantidad suficiente de plata para pagar el “servicio”. La defensa de la vida no sólo tiene que ver con el nacimiento, sino con la promoción de una vida digna de cada sujeto en su caminata terrena.
e. Y lo anterior lleva, a mi gusto, a la inconsistencia mayor de los grupos pro-vida: poner en la palestra pública un cristianismo corto, limitado sólo a los aspectos dizque valóricos. El cristianismo no sólo tiene que ver con la moral familiar o sexual (mucho de lo que se promociona como ello no tiene asidero bíblico), ni tampoco una expresión eclesial, sino una cosmovisión total, una mirada omnicomprensiva de la realidad. Limitando a ese aspecto el discurso cristiano, se facilita la anulación de los sectores secularizantes y laicistas que entienden que la fe es una cuestión privada que no debe tener correlato en la sociedad. Lo que se extrema, cuando diputados que se dicen cristianos, en medio de la discusión, mandan al infierno a las personas, o relativizan la vida de “los grandes” asesinados en dictadura, absolutizando la vida de “los pequeños” asesinados en democracia.
Los sectores (pseudo)progresistas tienen acceso a los medios de comunicación de masas y establecer su pensamiento ideológico como verdad. No puedo abstenerme de recordar a Marx y a Engels diciendo que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de una determinada época”. Entenderse como minoría victimizada no les viene, y los que postulan un pensamiento crítico harían bien en cuestionar aquellas posiciones que se venden como verdad científica e incuestionable.
Los cristianos bíblicos hoy no somos mayoría y debemos tener conciencia de eso, sin victimizarnos. Debemos pensar que es muy probable que este proyecto supere las futuras instancias legislativas, y termine promulgándose una ley de aborto en tres causales, y tal vez, en algunos años después, el aborto libre (como está en el horizonte de expectativas de varios grupos progre). Y ¿qué haremos? ¿Seguiremos sólo reaccionando? Hay mucho que trabajar a la hora de ligar contraculturalidad y poder redentivo del evangelio, para seguir simplemente pintándose las manos, poniendo fotos “fuertes” en los perfiles de las redes sociales y reduciendo a panfleto acrítico los argumentos de la Escritura que sustentan el pensamiento cristiano.
Luis Pino Moyano.