No hay nada más característico de un reformado que congregarse y participar activamente de su comunidad local y presbiterial, por ende, no creer que Facebook es su comunidad. En la comunidad un reformado es responsable y dispuesto a colaborar con su trabajo y testimonio.
No hay nada más característico de un reformado, que si antes vivió otra experiencia eclesial, glorificar a Dios por ella, y leerla en clave de providencia.
No hay nada más característico de un reformado que someterse a los consejos establecidos, entendiendo, que si bien sus miembros son elegidos, no son meros representantes o “diputados” de la iglesia, al cual cobrarles favores. Conciencia atada a la norma de la norma: la Escritura.
No hay nada menos característico de un reformado que menospreciar a hermanos en la fe por no creer lo mismo que uno, lo que muestra que creen en la idea de una salvación por gracia y algo más.
No hay nada menos característico de un reformado que ser un “llanero solitario”, que no se somete a nadie, que no rinde cuentas a nadie, que cree que no puede aprender de los demás -por muy humildes que sean esos demás- y que vive la ensoñación de una iglesia que no existe: una libre de santos-pecadores, como tú o como yo.
Luis Pino Moyano.