“Ora y trabaja”, es un viejo lema del cristianismo. Y quisiera invitarle a pensar en dicha sintonía en esta reflexión mensual. Muchas personas disocian la oración de la acción, como si fueran cosas distintas. Entonces, suponen que hay momentos en los que hay que dejar de orar y ponerse a trabajar, “porque no todo se soluciona de rodillas”. En mi opinión esa idea parte de una premisa errónea, a lo menos por dos razones.
La primera razón es que orar es ya una acción, un trabajo que requiere disciplina, un esfuerzo cotidiano. Esto es tan así, que en muchas circunstancias de la vida pareciera que se hace pesado apartar un tiempo para orar. Es ahí donde aparece la idea de disciplina cotidiana, porque eso nos recuerda que la oración es un medio de gracia, que nos fortalece y alimenta, que genera intimidad con el Dios vivo y verdadero. Orar es algo que hay que hacer. “Oren sin cesar” (1ª Tesalonicenses 5:17).
La segunda razón, es que orar nos impone una agenda de trabajo, nos direcciona hacia objetivos que debemos cumplir y vivir. Como diría Bonhoeffer en su libro sobre los salmos, “No es la pobreza de nuestro corazón, sino la riqueza de la Palabra de Dios la que debe determinar nuestra plegaria”. Y es que no debemos orar a secas, sino conforme a la voluntad de Dios. Leer la Biblia orando es la mejor forma de clamar a Dios en los momentos de búsqueda de Él. Y esa oración te dice lo que debes hacer.
Pensemos, a modo de ejemplo, en el Padrenuestro (Mateo 6:9-13). El clamor inicial que reconoce un Padre nos invita a vivir como hijos, con alegría y respeto reverente. Luego se nos invita a vivir la adoración y a extender el Reino de Dios viviendo en la voluntad expresada en la Palabra. Después se nos invita a ser agradecidos por la provisión de Dios, a trabajar por ella con los medios que Él nos ha dado y a dar a quienes tienen necesidad. Posteriormente se nos invita a perdonar como hemos sido perdonados, pensando en que el perdón no borra el daño realizado, pero siempre será lo mejor, lo que debemos hacer. Y, finalmente, se nos invita a vivir en santidad luchando con la fuerza del Espíritu contra la tentación. Una oración breve como el Padrenuestro nos dejó mucha tarea por realizar. Partamos por vivir esto.
Ora diariamente, a solas y con tu familia. Reúnete con hermanos para orar en su necesidad. Ven a las reuniones de oración y vive la comunidad que ríe con los que ríen y llora con los que lloran. No dejemos de orar. Es parte de nuestro quehacer.
Luis Pino Moyano.
Compartida en el boletín de la Iglesia Refugio de Gracia, julio de 2016.