¡Tenemos los ojos puestos en ti!

La primera reflexión del año debiese llevarnos a pensar en el devenir de dicho período de tiempo. Si bien es cierto, no todo cambió a las cero horas del 1 de enero, no está de más decir que un nuevo año siempre trae nuevos desafíos, oportunidades laborales y académicas, trabajos en la iglesia y, también expectativas. ¿Cómo afrontar todo eso? ¿Qué hacer?, es la pregunta.

El Antiguo Testamento registra la historia de un rey del Sur, llamado Josafat. Después de Salomón no había existido un rey tan piadoso, sabio y poderoso. Este hombre atacó uno de los peores pecados del pueblo de Dios: la idolatría; y junto con eso procuró la restauración del sacerdocio, lo que conllevó un renovado aprecio por la ley del Señor y el culto al Dios vivo y verdadero.

Pero no todo era calmo una taza del leche. Un ejército de estados vecinos, encabezados por los enemigos históricos, Moab y Amón, se dispusieron a atacar a Judá. Esto está relatado en 2ª Crónicas capítulo 20. El relato bíblico es muy claro en mostrar que Josafat no reunió al ejército, sino que llamó al pueblo a orar y ayunar, en actitud humilde y adoradora. El levita Jahaziel prorrumpió en la asamblea y profetizando aseguró la victoria de Dios por su pueblo. Es decir, habría que luchar. ¿Cómo? Los versículos 21 al 23 nos muestran la estrategia: ¡Cantando! Sin mover una espada lograron la victoria e, inclusive, tomaron los despojos de los enemigos (vv. 24, 25). El resultado fue triple: a) adoraron a Dios (vv. 26-28); b) los demás pueblos temieron a Dios (v. 29); y c) Dios les dio paz (v. 30).

Pero volvamos atrás. Los versículos 5 al 12 nos muestran una oración que eleva Josafat. El rey de Judá, un guerrero como la mayoría de los gobernantes antiguos, exclama al final de su plegaria diciendo: “¡No sabemos qué hacer; por eso tenemos los ojos puestos en ti” (v. 12, DHH). Nadie hubiese esperado que quien tenía la tarea de ser el estratega del pueblo clamara diciendo “no sabemos qué hacer”. Es muy interesante esto, pues no hablamos de alguien sin preparación. Pero, por sobre todo, hablamos de alguien que entiende quién es, y sabe que todo lo que tiene procede de Dios. Bonhoeffer, predicando sobre este texto, se cuestionó por las ocasiones en que en las cuales, en vez de súplicas y plegarias, presentamos a Dios agendas, programas terminados y órdenes.

Debiésemos recordar que si pasamos por un buen momento, lo peor que podemos hacer es llenarnos de orgullo, porque la batalla de la vida no es por fuerza ni poder, sino por el Espíritu de Dios (Zacarías 4:6). Debiésemos acordarnos de Jesús cuando pasamos por momentos malos, pues él fue un “varón de dolores, hecho para el sufrimiento” (Isaías 53:3), por lo que nadie nos puede comprender más que Él. Ante Dios es que debemos echar nuestras cargas. Por él debemos esperar. En Cristo estamos completos y hay plenitud de vida. En toda circunstancia, entonces, debemos aprender a orar diciendo: “¡No sabemos qué hacer; por eso tenemos los ojos puestos en ti”.

Si hay algo que debemos hacer este nuevo año es recordar que nuestra mirada siempre, en cualquier circunstancia, debe estar puesta en Dios. Pues, como diría Calvino: “Si Dios no nos ayuda, no solamente no podremos vencer, sino ni siquiera pelear”.

Luis Pino Moyano.

* Compartida en el boletín de la Iglesia Refugio de Gracia, enero de 2017.

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