Ayer recordé esta experiencia en la clase de la escuela dominical, y les comenté a la hermandad que tenía muchas ganas de escribir un post sobre lo que llamo la “Teología del Hombre Araña”. Y, bueno, hoy parece ser un día muy ad hoc a la hora de pensar respecto de esta temática, debido a la muerte de Stan Lee, creador de varios personajes del universo Marvel, entre ellos, Spiderman.
Corría el año 2014 y mi hijo Miguel tenía cuatro años. Siempre fue muy bien portado, y muy llano a aprender. Por lo que sus escasas escenas de llanto no dejaban de llamar la atención. Estábamos en medio de un culto al Señor, en la Iglesia Puente de Vida, específicamente, en el momento de la cena del Señor. Vladimir, pastor de la iglesia, comienza la realización del sacramento, llamando a los presbíteros adelante. Nos pide a uno de nosotros orar, lee el texto de 1ª Corintios 11, da las instrucciones del sacramento (mi favorita, es cuando se señala que “esta mesa no es la mesa de la Iglesia Presbiteriana de Chile, sino la mesa del Reino de Dios, por lo que todos quienes han hecho pública profesión de fe en alguna iglesia evangélica pueden participar de ella”), y nos entrega los elementos para presentarlos a la congregación. Todo iba bien…
Hasta que Miguel, mi hijo, que estaba en brazos de Mónica (mi esposa), se pone a llorar. Pero no era un llanto común y corriente, era un llanto de verdad, al estilo de Cortázar en sus “Instrucciones para llorar”, con gritos que llenaban el lugar. Y los gritos eran un conjunto de ruegos:
– ¡Quiero del pan y del vino! ¡Quiero del pan y del vino! ¡Quiero del pan y del vino! ¡Quiero del pan y del vino! ¡Quiero del pan y del vino! ¡Quiero del pan y del vino! (tal vez exagere el número de repeticiones, pero así lo sentí yo en ese momento).
Era horrible. No sabía qué hacer. De repente, mi mamá hace el ademán de partir su pedacito de pan para darle, y yo, un convencido y celoso credocomunionista*, la miré haciendo un ademán que gritó para callado un rotundo no. Miguel dejó su petición, pero no de llorar. Comimos del pan, bebimos del vino, oramos, y cuando todo termina al empezar el canto final, salgo de mi posición y tomo al Miguel en brazos y lo saco al jardín de la iglesia. Me siento y pongo a Miguel sobre mis piernas, comenzando a usar uno de los métodos pedagógicos más pertinentes para ese momento: “si no puedes contra él, confúndelo”. Entonces, hice preguntas que buscaban intencionalmente un no de su parte:
– Miguel, ¿entiendes lo que significa el sacramento de la cena del Señor?
– No.
– ¿Entiendes lo que significa el pan y el vino?
– No.
– ¿Entiendes lo que significa que la presencia de Cristo es real, aunque el pan sigue siendo pan y el vino sigue siendo vino?
– No, papá.
– ¿Entiendes lo que significa el cuerpo?
– No.
– Hijo, entonces no puedes cenar. No sabes lo que esto significa.
Y ahí, en el mejor de los ánimos contextualizadores en suma al evangelio de la gracia, le pregunté:
– ¿Te acuerdas de lo que le dijo el Tío Ben Parker a su sobrino Peter?
– Sí papá.
– ¿Qué le dijo?
– «Grandes poderes conllevan grandes responsabilidades?”.
– Bueno, la cena del Señor tiene un gran poder que conlleva una gran responsabilidad.
– Ah! Entiendo todo.
– Hijo, créeme que el día en que tú entiendas todo esto, voy a ser el primero en que va a hacer todo lo posible para que puedas participar de la cena del Señor con nosotros.
Llegó el siguiente domingo y nuevamente celebramos la cena del Señor. Todo bien, no hubo gritos ni nada. Al terminar el culto, Mónica me comentó que Miguel, mientras se realizaba el sacramento, mirando a la congregación le preguntó: “- Mamá, ¿y ellos entenderán que grandes poderes conllevan grandes responsabilidades?”. Esa es la “Teología del Hombre Araña”, aquella que nos recuerda que la gracia no excluye las responsabilidades, que la Palabra representada en el pan y el vino, en tanto medio de gracia, tiene un tremendo poder que puede fortalecernos para la caminata de la fe, o producir un tremendo daño a quienes no quieren arrepentirse de todo corazón, llevándoles inclusive a la muerte (léase 1ª Corintios 11). La “Teología del Hombre Araña”, es aquella que nos recuerda a Jesús diciéndonos con suma claridad que “A todo el que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y al que se le ha confiado mucho, se le pedirá aún más” (Lucas 12:48).
Luis Pino Moyano.
* Partidario de la idea que plantea que sólo participan de la cena del Señor creyentes que han confesado su fe, haciéndose miembros de una comunidad.
excelente
La teología del hombre araña es lo más pertinente para enseñar a los niños lo que significa la Santa cena. Me encantó
Me gustaMe gusta
Gracias por la Teología del hombre araña..mi hijo también lo agradece…
Me gustaMe gusta