El discurso de una niña y la reacción suscitada.
Debo decir que no seguí en directo el discurso de Greta Thunberg, porque tengo ciertas resistencias a lo que esté de moda, sean discursos, prácticas y hasta cuestiones estéticas. Pero cuando veo la reacción que pulula en las redes sociales, donde se le acusa hasta de la práctica del aborto libre con la típica estética sanguinolienta de quienes no entienden que la dignidad humana también implica un trato respetuoso del cuerpo difunto (¡yo sí creo que un feto es un ser humano!), todo eso en un mundo virtual cómodo en el que el meme se transforma en estatuto de verdad.
Debo decir, también, que si bien es cierto no comparto la matriz cosmovisional de Greta Thunberg ni tampoco su énfasis de final inminente y catastrófico de carácter fatalista, no puedo dejar de reconocer algunos instantes de verdad en su alocución en la Cumbre de Clima de las Naciones Unidas. Sí, concuerdo en el intelecto y la emoción, que no se pueden separar en la integralidad de la naturaleza humana, cuando ella dice que: “Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. Y sin embargo, soy de los afortunados. La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Y de lo único que pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo se atreven?” [1]. Eso es lo que efectivamente estamos haciendo: matando el sentido de la posteridad, tan presente en la Escritura cuando habla de la tierra, y que se puede constatar en la lectura de Calvino en su comentario al Génesis (¡ya en el siglo XVI!), como cuando en la segunda mitad del siglo XX, y la cuestión ecológica comenzaba a ser tema de preocupación mundial, Francis Schaeffer toma posición con su libro “Polución y la muerte del hombre. Enfoque cristiano a la ecología” (¡un libro publicado en 1970!). Por favor, ¡estoy hablando de autores que no se vendieron al “dragón verde”! Dragón verde, que es un muñeco de paja de sectores fundamentalistas dentro del mundo evangélico y reformado, que rehúye su responsabilidad dentro del mandato cultural, sacando textos de contexto y difundiéndolos para obnubilar la mirada respecto de la realidad del cambio climático. Realidad que amerita ser problematizada, pero con argumentos y no con más panfletería de poca monta, propia de una teología irresponsable con la iglesia y el mundo. He escrito de esto en un post titulado, y que refiero para no ahondar más en este punto [2].
Lo ofensivo, lo vacuo y lo grotesco.
Toda esta reacción, sobre todo, la de mis hermanos evangélicos, me parece ofensiva, vacua y grotesca. Y paso a argumentar en qué sentido es ofensiva, vacua y grotesca, para que no se me acuse gratuitamente de victimización millenial, a la que busco resistir contraculturalmente con toda la fuerza que me es posible:
- Me parece que esta reacción es ofensiva porque contraviene el mandamiento de no levantar falso testimonio contra nuestro prójimo, el que tiene como implicación no sólo el hecho de mentir o calumniar respecto de otras personas, sino también respecto del destruir la imagen de otros, incluso divulgando información real pero con motivación destructiva. Nuestros catecismos emanados de la reflexión protestante advierten respecto de esto. Pero bástenos para esta ocasión referir las palabras de Lutero, cuando señaló que: “Con esto se nos ha construido una muralla y una protección contra las lenguas falsas y los labios malvados que pueden afectar nuestro buen nombre y nuestra reputación […] Estamos obligados a asegurar su fama [la de nuestro prójimo] y su inocencia, como desearíamos lo hiciesen con nosotros” [3]. En este caso, esto se hace cada vez grave, toda vez que se trata de adultos afectando el buen nombre y reputación de una menor de edad.
- Me parece que esta reacción es vacua, por la sencilla razón que nosotros sí podemos reconocer cuando un no creyente dice verdades, sin alterar un ápice nuestra convicción cosmovisional, porque reconocer no implica, necesariamente, asumir acríticamente. Dios dotó de inteligencia a todos los seres humanos, y quienes la desarrollan por medio del estudio y el trabajo, lo hacen responsablemente, aunque su producto no tenga como finalidad humana glorificar a Dios. Pero el ejercicio de la razón que produce un mejor conocimiento del mundo lo hace, más allá de nuestras egoístas intenciones [4]. Y puede ser que su padre, madre y ella usen poleras antifascistas y ella porte una bandera del movimiento LGBT, todos símbolos de causas con las que se puede o no estar de acuerdo, parcial o totalmente, pero eso no obsta para reconocer cuando alguien dice algo verdadero y justo. Vuelvo a la cita de Greta Thumberg. Un meme difundido como estatuto de verdad la muestra a ella en un tren con un muy buen desayuno, junto con la frase: “Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías”; para que, acto seguido, se ponga una foto de niños venezolanos buscando comida en medio de basura esparcida en la calle. Pero no repara que ella misma hace reconocimiento de su propia realidad cuando dice: “Y sin embargo, soy de los afortunados”. Entonces, dicha lógica sólo monta un clasismo aparente y un resentimiento tan emocional como lo que se critica. Qué duda cabe que hay lugares en el mundo en los que “La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando”. Y que eso se debe, mayoritariamente, no a que no me dé una ducha más corta o que no recicle en vez de producir basura (cosas loables y necesarias de hacer), sino a la avaricia de gente poderosa que sólo busca tener más. Ella da en el clavo cuando dice con la fuerza que ya quisiera tener, y en la tribuna en la que no puedo estar: “Y de lo único que pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo se atreven?”. Doy gracias a Dios por esta voz, porque las piedras hablan cuando nosotros callamos. Y, debemos procurar arrepentirnos, si nuestra crítica a un discurso ideológico procede de otra fuente ideológica, de otro compromiso de fe.
- Me parece que esta reacción es grotesca, porque repara en imágenes que acentúan en la gestualidad de Greta Thunberg, o en los énfasis de su voz, sin reparar que muchos de ellos tienen que ver con el Síndrome de Ásperger que ella tiene como condición y no como enfermedad. Dicha condición no admite burlas ni lástima de una integración a medias, sino real y concreta inclusión. Cuando se reparten imágenes con intenciones burlescas se atenta contra el reconocimiento de la “imago Dei”, que hace que el respeto a la dignidad del ser humano no se gane sino que se presuponga. Además, es grotesca, porque no mira a la cara a personas, padres y madres, que se esfuerzan día a día en el acto de comprender amando a sus hijos/as con Ásperger, procurando espacios inclusivos para ellos, de los cuales la iglesia tiene que ser uno de ellos. Y, un poco de conocimiento sobre este asunto, podría hacernos entender por qué estamos en presencia de una niña que es inteligente y que, como decían los más antiguos en tono coloquial, “habla de corrido”.
Infancia, convicción y espacio público.
Debo decir, además, y sin contravenir un ápice de lo dicho en los párrafos anteriores, que de todas maneras considero que Greta Thunberg está siendo sometida a una sobreexposición innecesaria para su edad. Pero, en ningún caso, considero que esto sea una vulneración de derechos por quienes son los adultos responsables de su cuidado. Y no lo considero así, porque creo de verdad y no desde el panfleto, en el derecho preferente de los padres de educar a sus hijos. Como dije a un conocido que un día le ofrecía a mi hijo una camiseta de la Universidad de Chile, cuando yo estaba inculcando su gusto por el Colo-Colo: “a mi hijo yo le enseño de religión, de política y de fútbol”. Por eso, no sólo él y Sophía comparten mi mismo techo hogareño, sino me acompañan a reunirme con la iglesia los domingos, o al estadio cuando queremos y podemos, o a las calles de mi ciudad cuando demandamos y proponemos una “educación gratuita, pública, laica, de calidad y con control comunitario”. No veo nada ilegítimo en que hijos/as compartan las mismas o similares convicciones a sus padres y madres.
Por lo mismo, estos últimos días he tenido en mi mente a Nezareth Casti Rey, conocido hace algunos años atrás como “El niño predicador”, del que también se decía que era usado por sus padres con fines de proselitismo religioso, o como víctima de un fanatismo eclesial, porque, ¿cómo un niño puede saber tantos textos bíblicos o hablar de esa manera con tanta naturalidad? Quienes conocemos algo del mundo evangélico sabemos que el leer muy tempranamente la Biblia (sobre todo en la querida Reina Valera 1960) y cantar muchos de los textos bíblicos o himnos clásicos, aumenta el acervo lingüístico y facilita la memorización. Yo mismo fui un niño predicador, y nadie me vulneró en mi infancia. Y no tuve ninguna contradicción en mi mente con el hecho de que luego de predicar en el local de avanzada de “Arturo Prat” en Puente Alto, al llegar a mi casa y antes de ir a acostarme, tomara mi Ferrari Testarossa Matchbox y jugara con él imaginando mundos por los que avanzaba con él con mano firme. A los 10 años confesé mi fe en Jesucristo como mi Señor y Redentor. A los 13 años era profesor de una clase de Escuela Dominical. A los 14 era un predicador. Hoy tengo 37 años y miro dicho pasado con emoción y gratitud.
¿Qué tiene que ver todo eso con lo que he venido hablando? Tiene que ver porque los niños pueden tener limitaciones dadas por la edad y la experiencia, pero eso no implica que sean tontos, o que no puedan comprender la realidad a su alrededor, ni mucho menos que no puedan pensar y creer con convicción. Y lucharé porque nadie le quite el derecho ni a mi hijo ni a mi hija de decir que son presbiterianos, ni a mi ni a esposa para educarles conforme a dicho “sentido de la vida”. Porque no sólo mi fe es pública, sino que la de ellos también lo es. Vociferar que los/s niños/as no puedan hablar de sus convicciones puede resultar en un acicate para las voces que quieren reducir la fe a un espacio privado, atentando contra la libertad de conciencia. Debemos cuidarnos de construir argumentos tipo boomerang, que se nos pueden devolver golpeándonos en la cara.
Por otra parte, tanto la infantilización como la adolescencia son constructos modernos. Los/as niños/as de antes compartían con los adultos de sus familias las conversaciones, en las que por ejemplo, se contaban cuentos como “La Caperucita”, que cerraba con ella comida por un lobo y sin el final feliz edulcorado que se le agregó con posteridad. En muchas culturas, el paso de la niñez a la adultez, y casi desde la aparición de la presencia humana en el planeta, era dada en los niños cerca de los 12 años por la vía de ritos de iniciación configurados como norma cultural, lo que hacía entenderles como hombres; y las niñas, luego de su menarquia, eran participantes de un rito que las reconocía como mujeres. Reconocer y enseñar a los/as niños/as de acuerdo a su edad no debe implicar estupidización.
Los niños son niños, no tontos… Las niñas son niñas, no son tontas. Y debemos esforzarnos para que nunca actúen neciamente, educándoles y escuchándoles, valorando su personalidad y la sabiduría que progresivamente van adquiriendo.
Luis Pino Moyano.
[1] “Greta Thunberg: el desafiante discurso de la adolescente sueca ante los líderes mundiales en la cumbre del clima de la ONU”. En: http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49804774 (Consulta: septiembre de 2019).
[2] “Biblia y ecología. Una aproximación”. En: https://enelbalconyenelcamino.com/2016/02/16/biblia-y-ecologia-una-aproximacion/ (Consulta: septiembre de 2019).
[3] Martín Lutero. El Magnificat seguido de “Método sencillo de oración para un buen amigo”. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2017, p. 138. El texto al que refiero es el método para la oración, el que fue escrito en 1535, y fue traducido al castellano para dicha edición por Teófanes Egido.
[4] Hablé de modo introductorio y refiriendo a la lectura de pensadores reformacionales en el post: “Doce tesis sobre la gracia común y la verdad en los no creyentes”. En: https://enelbalconyenelcamino.com/2017/03/23/doce-tesis-sobre-la-gracia-comun-y-la-verdad-en-los-no-creyentes/ (Consulta: septiembre de 2019).