Estadio Nacional. Se juega un partido de las eliminatorias para el mundial de Qatar y se enfrenta Chile con la selección venezolana. El himno nacional es coreado hasta el final a toda voz, el ambiente es festivo, todo hace presagiar el triunfo. Lo mejor está por venir. Pero… a los 10 minutos del primer tiempo, Chile pierde por dos goles a cero. No es que no podamos perder con la selección vino tinto, pero una derrota como esa nadie la imaginaría. ¿Qué esperaría uno como hincha? Que el director técnico se la juegue y ya al minuto 20 tenga una lectura renovada del partido, entienda la realidad que se está viviendo y provea de un cambio que permita remontar la situación.
El relato del párrafo anterior es imaginario. Y lo construí para dar a entender cómo entiendo la reacción de la clase política civil, particularmente, el sector que hoy día es gobierno. Sebastián Piñera fue elegido presidente con una campaña que preveía los tiempos mejores, que anunciaba mejoras en la calidad de vida y en el trabajo, y una lucha para terminar la fiesta de la delincuencia. El devenir paupérrimo de la acción política del gobierno anterior pavimentó el camino para que existiera un gobierno “Piñera 2”. El tema es que cuando la política deja de lado la mirada analítica y la acción seria, para preocuparse principalmente de lo performático, cuya expresión más interesante es la campaña publicitaria electoral, donde hay grandes eslóganes que suenan fuerte pero dicen poco. Pero eso genera expectativas.
Desde el 2011 se venía incubando un descontento social, que uno no preveía dónde ni cuándo iba a explotar. Educación con lucro y segregación, pensiones paupérrimas, corrupción en los institutos armados, empresas que financian la actividad política con acciones dolosas, pensiones indignas para los jubilados mientras las AFP se enriquecen a costa del esfuerzo de otros, el asesinato de Camilo Catrillanca que muestra de manera indubitable la mentira y el montaje de quienes se supone resguardan nuestra seguridad, los casos de abuso-pedofilia-y-estupro al interior de la Iglesia Católica Romana, “el banco de la fe” existente en algunas iglesias evangélicas, el cierre de empresas y la consecuente cesantía, la economía que decrece… ¡Uf! el alza del precio de la locomoción colectiva. Y de un momento a otro, nos encontramos con evasiones masivas, acciones policiales con bombas lacrimógenas al interior del metro, incendio de estaciones y trenes, protestas masivas, saqueos. Eso era inimaginable hasta el viernes.
Más inimaginable era que cuando se escuchaba a uno de los dirigentes sindicales de Metro, Eric Campos, se hiciera visible una capacidad analítica política mayor que la de la clase política civil en el gobierno, llamando al diálogo con actores sociales, a sacar la práctica represiva de las estaciones de Metro y el llamado de cerrar todas las líneas de la red de trenes subterráneos todo el día viernes, por razones de seguridad para trabajadores y usuarios. Esa última medida se fue aplicando paulatinamente, las otras han estado ausentes. ¿Cuál fue la respuesta? Una acción inimaginable hasta el viernes. ¿Alguien previó que este viernes pasado todo terminaría con estado de emergencia y que luego el sábado se aplicara toque de queda? Ese elemento no lo vi antes. Nadie lo imaginó. Y nadie quiso verlo porque el estado de excepción con toque de queda incluido, por movilizaciones sociales, era algo que no se veía de los tiempos aquellos, de la dictadura. Cuando el día sábado, a media tarde, Piñera aparece para anunciar el envío de un proyecto de ley para suspender el alza de los pasajes, la medida era tarde. Era como si el entrenador de Chile del partido imaginario del comienzo de este relato recién hubiese reaccionado en el entretiempo, cuando ya había desgaste y descorazonamiento. Cuando ya se iba perdiendo por 4 a 0. Cuando Piñera anuncia la baja de los pasajes ya estaban puestas sobre la palestra otras demandas sentidas de la sociedad, con altas dosis de descontento. Cuando ya era tarde. Sumado a ello, con la alta dosis de este presidente por sacrificar a sus ministros y él mantenerse indemne en medio de las crisis, cuando un líder verdadero está en la primera línea de batalla. Ahora hay que estar con las mangas de la camisa arremangadas, como en las fotos y en las conferencias de prensa.
¿Cómo va a terminar esto? No sé. No me atrevo a poner por escrito nada, porque en momentos como estos quisiera equivocarme en las cosas que se me vienen a la cabeza.
Pero no puedo cerrar esta nota sin tres consideraciones:
La primera, dice relación con las acciones colectivas de diverso cuño que hemos visto durante estos días, pero que algunas personas en un afán ideológico tienden a unir, como si todas fueran parte de un mismo fenómeno. Aunque ocurran el mismo día e incluso tengan el mismo gatillante, no podemos meter todo en un mismo saco y construir monstruos que sólo existen en nuestra cabeza. Debemos hacer el esfuerzo por entender que una cosa es la manifestación de la ciudadanía, que pone en la palestra su descontento, con acciones que van desde el mitín en una plaza, las asambleas, las ollas comunes y caceroleos, e inclusive las que se dieron en el metro con evasión incluida (esta última práctica, como cosa de la que no estoy de acuerdo), deben diferenciarse de la acción de las ordas de “anarco-primitivistas”, sujetos que lo único que hacen es causar destrozos o ponerse a pelear “con la yuta” no entendiendo la falta de paridad en el uso de la fuerza. Y ambas, deben diferenciarse de los saqueos en recintos comerciales, casas o a los comerciantes de las ferias libres que con valentía abrieron sus puestos para que la comida no faltara. Era increíble ver cómo el rostro de Chile, ese de jaguar latinoamericano, de ingleses de América Latina, con nuestros mitos sobre la diferencia, se nos cayó cual máscara sin sujeción. Era increíble ver como alrededor de un supermercado mayorista de Puente Alto, lugar en el que vivo, tenía una fila de autos estacionados que eran llenados con mercadería. Allí no sólo había lumpen, había gentes de carne y hueso, a las que la exaltación y el impulso agresivo les llevó a moverse a esta acción. Las acciones delictuales se ven facilitadas e, inclusive, ayudadas, por este estado de excepción, sobre todo en jóvenes y adolescentes que buscan construir currículum delictual o, a lo menos, una historia deplorable de la cual fanfarronear.
Por otro lado, como cristiano no puedo dejar de referirme a estos actos de violencia, centrando mi mirada en aquella asociada a la movimientalidad social. La violencia, en la lectura bíblica, es fruto de la caída y es acción pecaminosa. Matar, robar, golpear a otros, mentir son pecados. Pero, la Biblia nos permite también un acercamiento comprensivo de ella. Y aquí quiero ser sumamente claro: comprender no significa ni justificar ni gozar. La Escritura es tajante al decir, en voz del profeta Oseas: “Sembraron vientos y cosecharán tempestades” (Oseas 8:7). Sin un ápice de gozo y sin justificar absolutamente nada, muchas de las expresiones de rabia y agresividad que hemos visto estos días, surgen de años de descontento y acumulación de insatisfacción. Es la cosecha amargada de la “alegría triste y falsa” que por años se ha intentado construir en este país. Es la cosecha de todos los abusos y corruptela moral que hemos visto por años en un país que se jacta frente a nuestros vecinos. Y aquí estamos, con la cara manchada de pena y rabia por lo que pasa en nuestro país.
Ahora bien, los creyentes cristianos no somos pacifistas ni quietistas, como tampoco somos de aquellos que en un estado de intemperancia actuamos impulsados por la agresividad. Jesús dijo: “En aquel tiempo muchos se apartarán de la fe; unos a otros se traicionarán y se odiarán; y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:10-12) Y acaso, ¿no es eso lo que estamos viendo hoy? El amor se ha enfriado. Pero los creyentes cristianos, impulsados a ser pacificadores, es decir “artesanos de la paz”, lo que buscamos es construir una paz activa sustentada en la justicia revelada en la Biblia, sin olvidarnos jamás que aunque el amor se enfríe en todos, Jesús nos enseñó que: “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13:34,35).
Con pena y rabia por lo que pasa, pero con la esperanza eterna y segura,
Luis Pino Moyano.
Puente Alto, 20 de octubre de 2019.
Un comentario sobre “El reventón social que nadie imaginó.”