[Lectura Devocional] ¡La justicia es acto de espiritualidad!

“¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda! ‘Vengan, pongamos las cosas en claro -dice el Señor-. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana! ¿Están ustedes dispuestos a obedecer? ¡Comerán lo mejor de la tierra! ¿Se niegan y se rebelan? ¡Serán devorados por la espada!’. El Señor mismo lo ha dicho” (Isaías 1:16-20).

El profeta Isaías hace el anuncio al pueblo de Judá con una intención clara: que escuchen la Palabra de Dios. Pero la situación es muy adversa, pues dicho pueblo tiene su mente corrompida por el pecado, por lo que la voz profética diagnóstica enfermedad y asolamiento. El juego simbólico es muy interesante. Del símil del versículo 3, en el que se les compara con bueyes y asnos, que con toda su torpeza entienden la voz de su amo, mientras ellos no obedecen la voz de su Señor; se pasa a la metáfora del versículo 10, en la que los gobernantes son comparados a los principados de Sodoma y el pueblo todo, a Gomorra. Eso explica por qué su culto ofende a Dios, pues a pesar que en apariencia seguían estricta obediencia a Dios, su corazón y formalismos eran paganismo puro y sencillo (versículos 11-15). Ese es el contexto del pasaje citado al comienzo. 

La sección que he colocado al inicio habla de una serie de prácticas injustas de las cuales el pueblo de Judá debe arrepentirse, para aprender a actuar con justicia en el mundo. Es muy interesante ese punto: la justicia se aprende. ¿Y qué es lo que hay que aprender? Enumeremos: a) hacer el bien; b) buscar justicia; c) reprender al opresor; d) defender al huérfano y la viuda. Y luego de dicha enumeración, notamos toda la fuerza de uno de los versículos más conocidos del libro en el que se nos invita a buscar al Señor para recibir el perdón de nuestros pecados, por muy oscuros y profundos que éstos sean. Es el recuerdo del pacto de Dios con su pueblo, del Dios que nos ama y redime. Por eso, el texto refuerza dicha idea con consecuencias: si buscamos a Dios tendremos Shalom, es decir, vida abundante y verdadera; mientras que si no buscamos al Señor, seremos víctimas de la autodestrucción. En otras palabras, la justicia es una necesidad espiritual. 

¿Qué nos enseña este texto? Que bíblicamente, toda práctica de injusticia social emerge de una espiritualidad atrofiada, que busca ensalzar cosas y sujetos que perecen y que, por lo tanto, la justicia que necesita nuestra sociedad, y en la que nosotros debemos ser agentes activos del Reino de Dios, es un acto que busca en primer lugar la adoración del Dios vivo y verdadero. Es nuestra tarea urgente, entonces, volvernos a la Palabra de Dios para encontrar sustento en nuestras prácticas, y entender la justicia en la sociedad como una disciplina espiritual, pues esta requiere aprendizaje y un ejercicio que busca paliar una necesidad real de quienes somos creyentes en Cristo Jesús. No podremos hacer el bien, buscar la justicia, reprender al opresor y defender al huérfano y la viuda si lo hacemos sustentados en los principios de la cultura imperante, o en las ideologías de los partidos y movimientos que nos agradan, pues eso nos lleva a la parcialidad que es signo de la espiritualidad atrofiada. 

Quienes profesamos la fe evangélica en nuestro Chile debemos comenzar por arrepentirnos. Arrepentirnos de nuestro acomodamiento, ya sea a la vida en comunidades que no tienen ningún nexo con el mundo, como también, el que ha resultado de la búsqueda de meras cuotas de poder para tener algo de influencia. Debemos arrepentirnos por todas las veces que hemos creído que la tarea proclamar el evangelio está disociada de la disciplina espiritual de la justicia en la sociedad. Debemos arrepentirnos cuando hemos mirado a nuestro prójimo con parcialidad, siendo sumamente duros con el pecado y debilidad del resto, y muy autocomplacientes con nosotros mismos. Gracias a Dios por el evangelio, porque sólo en Cristo, nuestros pecados pueden ser anulados, como del “carmesí a la blanca lana”. 

Oración: Amado Señor, te adoramos por ser justo y verdadero. Nos postramos ante ti, en nuestros corazones, para pedirte perdón por nuestra espiritualidad atrofiada que se ha manifestado en injusticia, indiferencia y parcialidad. Queremos pedirte que nos limpies por el poder del sacrificio que Cristo hizo en la cruz, para que llenos del poder de tu Espíritu Santo, podamos mantener nuestra mirada en ti y en nuestros prójimos. Vivimos en nuestro país tiempos difíciles en los que no podemos actuar con indiferencia y quietud. Haznos ser artesanos de la paz que trabajan en el mundo sólo para tu gloria y honra. Lo pedimos en Cristo Jesús, amén. 

Luis Pino Moyano.

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