Conservadurismo.
La mayoría de sus ideas surgen del Derecho Natural, que reporta un origen religioso de la naturaleza y las relaciones sociales (Dios – Familia – Patria). Para ellos, el orden es sinónimo de poder, y eso se expresa en un paternalismo-pedagógico (“al pueblo se le educa, no se le utiliza”). Eso se tradujo en América Latina en la restricción de la participación política de los sectores populares mediante lógicas censitarias sustentadas en la propiedad y los alcances de la educación. Fomentan el centralismo y los gobiernos fuertes.
El conservadurismo forma agrupaciones confesionales que buscan representar los puntos de vista de la Iglesia Católica, y los fieles más comprometidos constituyen su fuerza electoral. Una referencia que da cuenta de este eje teórico se encuentra en la discusión del órgano del Seminario Pontificio Mayor con el filósofo Francisco Bilbao luego de la publicación de su “Sociabilidad Chilena”, lo que le valió ser acusado de “sedición, blasfemia e inmoralidad”. En una de las ediciones se señala:
“Cuando Dios habla, la razón no es el juez irrecusable que debe fallar sobre los dogmas y la moral de la Relijión. El exámen entonces no solo es temerario por la limitación, sino también ridículo é injurioso á la autoridad y deferencia que se merece la palabra de Dios […] No nos cansemos: la única y verdadera elevación del entendimiento consiste en conocer y amar la grandeza y majestad de la fé. Los grandes talentos por sí mismos conducen á la sumisión: lo contrario es vicio de talentos cortos y limitados, porque el que todo lo quiere sujetar á su razón, todo lo ignora” (La Revista Católica. Nº 36, Santiago, 8 de agosto de 1844, p. 290. Se mantiene la ortografía original).
Como su base militante tiene una raigambre elitista, requiere en algunos casos asumir y promover ideas nacionalistas, para favorecer la convocatoria electoral policlasista.
Liberalismo.
Postula el librepensamiento (hijo de la ilustración y del humanismo secularizado), el individualismo, y la presuposición respecto a que la propiedad antecede lo social. Ese supuesto sostiene la desigualdad: sólo es libre el que tiene poder y lo ejerce. Por ende, siempre se trata de una libertad dentro del orden social establecido (dicho orden es susceptible de ser reformado en el esquema del “progreso” de la sociedad). Propugnan el libremercado autorregulado y sin intervención estatal (eso en teoría, porque los regímenes liberales tuvieron que recurrir a la fuerza del estado para sostener sus reformas ante la reacción conservadora).
Artola y Pérez dicen al respecto:
«El pensamiento liberal, plenamente elaborado en la obra del filósofo inglés John Locke (1634-1702), y en especial en sus Dos tratados del gobierno civil (1690), estaba construido a partir del postulado de la existencia de unos derechos naturales, anteriores y por lo mismo superiores a cualquier obligación política. Para Locke, y para todo el liberalismo posterior, estos derechos eran la libertad y la propiedad; desde el momento en que se ponía a todos los individuos en las mismas condiciones para que disfrutaran de ambos, surgía la igualdad, completando así el enunciado de los derechos del hombre. La igualdad no consistía, por tanto, en alcanzar una nivelación de las condiciones de vida de los hombres, objetivo por completo ajeno a los planteamientos teóricos liberales» (Miguel Artola y Manuel Pérez. Contemporánea. La historia desde 1776. Madrid, Alianza Editorial, 2014, p. 40).
En países como Inglaterra y Alemania se configuran desde el centro político, bajo el diálogo continuidad-cambio; en Estados Unidos desde la izquierda, defendiendo libertades civiles viejas e innovadoras; en Italia con una identidad de derecha conservadora, teniendo de liberal el sistema económico homónimo. En América Latina fomentaron el federalismo y el parlamentarismo. Defendieron la libertad electoral, el estado docente y laico, adhieren a la lógica republicana, democrático-representativa y constitucionalista, con un marcado énfasis en el progreso. Es indiferente en materias religiosas o, en su defecto, decididamente anticlericales. Generaron, además, una política modernizadora en lo económico y educacional, pero conservadora en lo social y en lo político (conservación de lo que el historiador liberal Alberto Edwards denominó “la fronda aristocrática”). Si bien es cierto, el liberalismo desplazó los motivos religiosos tradicionales, sacralizó en su relato a la nación y al héroe.
Socialcristianismo.
Según una autodefinición:
“Es un movimiento popular y supranacional que inspirado en los valores morales del cristianismo, lucha por instaurar en el mundo un régimen político, económico y social, caracterizado por la primacía de lo humano, y en el que imperen la libertad y la justicia” (Jacques Chonchol y Julio Silva Solar. ¿Qué es el socialcristianismo? Ensayo de interpretación. Santiago, Impresores “Casa Hogar San Pancracio”, 1948, p. 5).
Se presenta como una organización policlasista y reformista, que construye una vía alternativa de desarrollo alternativa al capitalismo y al marxismo, sustentada en los principios de la denominada “Doctrina Social de la Iglesia” desde el catolicismo (con sus encíclicas sociales, desde Rerum Novarum en 1891) o “ética social” desde el protestantismo (cuya expresión más madura fue el Partido Antirrevolucionario holandés). En dicho entendido, buscan una humanización del capitalismo que ponga en el centro a la persona humana y sus asociaciones (corporativismo) y sostienen un papel protagónico del estado en la construcción de políticas que aumenten las posibilidades de los sectores sociales en un acceso amplio y de calidad a la educación, salud y vivienda. Como señaló el Papa León XIII:
“Así, pues, los que gobiernan deber cooperar, primeramente y en términos generales, con toda la fuerza de las leyes e instituciones, esto es, haciendo que de la ordenación y administración misma del Estado brote espontáneamente la prosperidad tanto de la sociedad como de los individuos, ya que éste es el cometido de la política y el deber inexcusable de los gobernantes […] No es justo, según hemos dicho, que ni el individuo ni la familia sean absorbidos por el Estado; lo justo es dejar a cada uno la facultad de obrar con libertad hasta donde sea posible, sin daño del bien común y sin injuria de nadie. No obstante, los que gobiernan deberán atender a la defensa de la comunidad y de sus miembros” (León XIII, Encíclica Rerum Novarum, 23, 26).
En ese sentido, hay un énfasis comunitario en las expresiones de la libertad.
No construyen organizaciones confesionales: lo cristiano es inspirador de su constructo teórico y de su aterrizaje en políticas sociales, lo que no excluye de su participación en el mismo a sujetos que no suscriben la fe cristiana.
Sus principales ideólogos son Jacques Maritain y Emmanuel Mounier, tanto en la filosofía social como en el personalismo.
Socialdemocracia.
Se aboca a la administración del capitalismo, mediante políticas reformistas que configuren lo que en Europa se ha denominado “estados de bienestar”, con marcado acento asistencialista. Ese estatismo, orientó su trabajo con la clase obrera desde la perspectiva corporativa, fomentó la configuración de estados nacionales fuertes (legal, económica y subjetivamente), y que se abre a la lógica de la mundialización. Por su parte, el sector socialdemócrata de la clase obrera organizada no busca la supresión del sistema capitalista, pues ve que el mercado otorga posibilidades para la regulación de la esfera económica (contra la tesis liberal) y la organización de la producción.
Sus reformas se han centrado en los siguientes aspectos: a) expansión progresiva de los servicios públicos, sobre todo en educación, salud y vivienda; b) un sistema fiscal regulador y actor en la esfera de la producción; c) institucionalización de la disciplina del trabajo que facilite la ejecución de los derechos de los/as trabajadores/as y políticas que lleven a la meta del pleno empleo; d) redistribución de la riqueza para garantizar a toda la ciudadanía un rédito mínimo; y c) un sistema solidario de pensiones. Como señala una declaración reciente:
“La Internacional Socialista se fundó hace cien años para coordinar la lucha mundial de los movimientos socialistas democráticos por la justicia social, la dignidad humana y la democracia. En ella se reunieron partidos y organizaciones de tradiciones diferentes, que compartían el objetivo común del socialismo democrático. A lo largo de su historia, los partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas han defendido los mismos valores y principios. […] Los socialistas democráticos han llegado a proclamar estos valores por caminos muy distintos, a partir del movimiento obrero, de los movimientos populares de liberación, de las tradiciones culturales de asistencia mutua y de solidaridad comunitaria en muchas partes del mundo. También tienen raíces en las diversas tradiciones humanistas del mundo. Pero aunque existan diferencias ideológicas y culturales, todos los socialistas comparten la concepción de una sociedad mundial pacífica y democrática, con libertad, justicia y solidaridad” (Declaración de principios de la Internacional Socialista, septiembre de 2013).
Teniendo en cuenta lo anterior, sus organizaciones socialdemócratas, socialistas, laboristas, radicales, entre otras, buscan vivir los principios del socialismo en los márgenes de la democracia liberal. Cabe acá la expresión de Kautsky: “la socialdemocracia es un partido revolucionario, no un partido que hace la revolución”.
Tuvo entre sus fundadores a Louis Blanc, August Bebel, Ferdinand Lasalle, entre otros. Tuvo un ala marxista a inicios del s. XX, que en Alemania dio a sus principales dirigentes: Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.
Marxismo.
Teoría política, económica y social que percibe la realidad desde el punto de vista de los sujetos que viven condiciones de explotación. Se fundamenta en el pensamiento de Karl Marx y Friedrich Engels. Sustenta su observación de la realidad en el materialismo dialéctico, es decir en el entendimiento que la realidad material es no sólo observable sino que, también, modificable.
Son elementos distintivos de la teoría marxista: a) la concepción de la historia como una constante lucha de clases, que es susceptible de ser pesquisada a partir de los diversos modos de producción que se han dado en el tiempo; b) la conceptualización negativa de la ideología como la verdad producida por la clase dominante y colocada como sentido común que conforma la realidad; c) la centralidad estratégica de la clase obrera: los proletarios son los sujetos revolucionarios; d) el horizonte comunista tiene en cuenta la destrucción del estado y de las clases sociales, para producir “el encuentro del hombre con el hombre”; y e) que esa lucha tiene en cuenta la violencia como medio para la conquista del poder. Como plantearía Marx contraviniendo la tesis socialdemócrata:
“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el periodo de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este periodo corresponde también un periodo político de transición, cuyo estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado” (Karl Marx. Crítica del Programa de Gotha).
La finalidad de dicho régimen, es la utilización del estado para conducir el proceso transformador de la colectivización de la propiedad privada a su abolición, y de la hegemonía de la clase obrera a su abolición.
Por su parte, Engels, diría respecto del Manifiesto Comunista que:
“La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx”. (Friedrich Engels, prólogo a la edición alemana de 1883 del Manifiesto Comunista).
Existen diferentes corrientes marxistas, que surgen no sólo del acercamiento a la obra de Marx y Engels, sino también respecto de sus polifónicos herederos: Lenin, Stalin/Trotsky, Mao Tse Tung, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Ernesto Guevara, entre otros.
El concepto “marxiano”, por su parte, da cuenta de la lectura y especialización en la obra de Marx.
Anarquismo.
La palabra tiene un origen etimológico que significa “sin gobierno”. Se trata, entonces, de una corriente política que comienza con la presuposición respecto a que el ser humano es depositario único de la historia, constructor activo de su presente y de su futuro.
Propugna la destrucción del sistema, en tanto inhibe las libertades humanas, anulando la esencia misma del ser humano. La libertad es el principio fundamental, y para conseguirla se desarrolla una guerra a la dominación que se lleva a cabo desde la concientización masiva hasta el uso de la violencia bajo el mecanismo de la acción directa en la educación, la propaganda y la revolución, “animados del más vivo deseo de entrar en una nueva era de paz social” (Elisée Reclus). De manera muy interesante, un periódico chileno llamado “Verba Roja”, señalaba que “Los elementos que darán vida y felicidad a los seres humanos: la tierra, los instrumentos de trabajo, de artes y ciencia” (Año 5, No 48. Santiago, 2a quincena de septiembre de 1923). En términos tácticos, el anarquismo desarrolló su práctica en forma espontánea y voluntarista (“la alegría de la destrucción”, en palabras de Bakunin), mediante lógicas asamblearias y movimientistas.
La libertad que el anarquismo presupone es tanto individual como colectiva, aunque en un matiz de diferencia con el marxismo hace un énfasis en la que corresponde a la subjetividad. Como señalara una organización anarquista española a comienzos del siglo XIX:
“Es necesario insistir que la verdadera revolución se realiza en la mente de las personas; cuando el individuo comienza a pensar sin influencia extraña, ha iniciado el camino de su liberación personal y el de toda la sociedad […] No tendría objeto ninguna revolución emancipadora del género humano, en la que la humanidad se erigiera en dueña de sus propios destinos, si existe por encima del hombre un ser capaz de regir el mundo. La religión es un freno en la lucha de la humanidad por su liberación, al ofrecer una falsa vida mejor en el inexistente paraíso” (Principios y tácticas del Anarquismo. Folleto de propaganda de la Federación Anarquista Ibérica, 1916).
Los fundadores de esta corriente son Mijaíl Bakunin, Piotr Kropotkin y Elisée Reclus, estos dos últimos, fundadores de la geografía como ciencia social. Es relevante decir que existen anarquismos de izquierda, de derecha (esos que fomentan el nihilismo y la exaltación del placer individual), hasta anarquismo cristiano (León Tostoi y Jacques Ellul, entre otros). El anarquismo más gravitante en Chile fue el español, que es el más secular y anticlerical de todos (de ahí frases como “la única iglesia que ilumina es la que arde” y otras). En América Latina fueron relevantes para la conformación de las primeras organizaciones sindicales de la región.
Luis Pino Moyano.
Fuentes bibliográficas.
Para el desarrollo de este glosario de corrientes políticas se tuvo en cuenta las siguientes fuentes, aparte de las citadas directamente en el texto:
Bobbio, Norberto et al. Diccionario de política. México D.F, Siglo Veintiuno Editores, 1991.
Correa, Sofía. Con las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX. Santiago, Editorial Sudamericana, 2005.
Correa, Sofía et al. Historia del siglo XX chileno: Balance paradojal. Santiago, Editorial Sudamericana, 2001.
Edwards, Alberto y Frei, Eduardo. Historia de los partidos políticos chilenos. Santiago, Editorial del Pacífico, 1949.
Moulian, Tomás. En la brecha. Derechos humanos, críticas y alternativas. Santiago, LOM Ediciones, 2002.
Moyano, Cristina. “Cultura política y universos discursivos del movimiento obrero ilustrado. Chile en los albores del siglo XX”. En: Revista de Historia y Ciencias Sociales Palimpsesto. Nº 3, Vol. I, 2004. En: http://www.palimpsestousach.cl/palimpsesto/revistas/revista3_v2_2005/ Notas-investigacion/Notas-Investigacion-Cultura-politica-universos-discursivos-2004.pdf (Consulta: julio de 2014).
Ortiz Letelier, Fernando. El movimiento obrero en Chile (1891-1919). Santiago, LOM Ediciones, 2005.
Un comentario sobre “Corrientes basales de política.”