Ayer, a la edad de 88 años, murió Mariano Puga Concha, presbítero de la Iglesia Católica Romana en Chile, sacerdote diocesano, pero en una expresión más significativa, el cura obrero en la Villa Francia y la población La Legua, desarrollando labores como “maestro pintor”. ¿Pero qué hizo que un joven nacido en una familia aristocrática chilena, un “Puga Concha”, hiciera de la defensa, cuidado y reivindicación de los pobres de la tierra y de los represaliados por un régimen que no dudó en emplear con voracidad el terrorismo de estado, su propia causa? Él no dudaba en responder que una conversión. Fue el evangelio de Jesucristo el que lo “chaló”, forma coloquial para referir a la “bendita locura” de la que hablaba Pablo, el apóstol a los gentiles. Fueron las páginas del evangelio las que enmarcaron la ruta que tomó y su agenda como un obrero de la iglesia que le llamó. Páginas que revelan que el proyecto histórico de Dios consistía en un anuncio de las buenas nuevas que traen salud a todo el ser, y que, por lo tanto, dicho relato debe hacerse carne en el amor que trabaja en pos de los hambrientos, desnudos, enfermos y presos, mirando en ellos a Cristo mismo, en la esperanza de un Dios que hace y hará justicia, como cantaba María de Nazaret en el Magnificat.
En los tiempos de una secularización radicalizada, que avanza con mayor fuerza, Mariano Puga, en su palabra y acción, es un mensaje a la conciencia de quienes somos cristianos y no. Eso hace que un evangélico de toda la vida se detenga a escribir en esta hora sobre un sacerdote católico. Porque estos tiempos, son también los de la visibilización de la corruptela moral y económica enraizada en el abuso de poder. Mientras sacerdotes engominados y con pulcras ropas clericales son acusados de pedofilia, y mientras muchos pastores hacen gala de un dinero que se entregó para “la obra” y no para su enriquecimiento, el testimonio ético de Mariano es una voz férrea, en el que podemos decir que sigue siendo posible un cristianismo de a de veras, más allá de las circunstancias adversas que nos tocan. Mariano Puga es un referente en un mundo en el que cada vez más carecemos de ellos. Como dijera el papa Celestino I: “Si debemos distinguirnos del pueblo o de los demás, sea por la doctrina y no por la vestimenta”. “Por sus frutos los conoceréis”, enseñó el Maestro de Galilea.
¿En qué sentido Mariano Puga fue un referente para los cristianos? Me permito relevar los siguientes antecedentes:
a. Sin lugar a dudas, lo primero que se debe relevar acá es su vida común con los pobres de la ciudad. Dicho acto, no fue el abajismo de la misericordia de fin de semana, sino la consistencia de la vida permanente. La salida de Mariano desde su lugar de origen fue un acto de empatía. Su vida posterior no lo fue. No necesita empatizar aquél que vive las mismas circunstancias, aquél que camina codo a codo en medio de los rigores de la vida, aquél que radicaliza su voto de pobreza ganándose el pan con el sudor de su frente. Mariano era parte de ese “pueblo que camina, / y juntos caminando podremos alcanzar / otra ciudad que no se acaba, / sin penas ni tristezas, / ciudad de eternidad”.
b. La primera vez que vi a Mariano Puga fue en una imagen televisiva, con su alba ensangrentada, luego de agarrarse a puñetes con unos sujetos que se infiltraron para provocar desórdenes en la liturgia del Parque O’Higgins con ocasión de la visita de Juan Pablo II. Mariano Puga no sólo caminó con los pobres de la ciudad, sino también con aquellos que sufrieron los rigores de “la larga noche de la dictadura”. Y allí tampoco tuvo que empatizar, pues él mismo fue torturado en la Villa Grimaldi. Entonces, sus actos de protesta contra el régimen, en los “vía crucis” en los que iba a la vanguardia con su alba y estola, no como disfraz litúrgico, sino como un escudo de quienes marchaban tras de él con pancartas con citas de la Biblia y de las conferencias episcopales de Medellín y Puebla; sumados a las acciones de no-violencia activa, como los ayunos (huelgas de hambre) y las manifestaciones en que los rezos del Padrenuestro eran la protección contra los lumazos o la bota militar, todo eso, era parte del entendimiento de su ministerio en una comunidad eclesial que asumía como propio el signo del martirio, no sólo entendido como la muerte por una causa, sino como el acto de portar un testimonio hasta el fin de la vida. Mariano nos enseñó con su testimonio que la iglesia no puede hacerse parte de la cultura de los poderosos de la tierra, no puede hacerse parte de aquellos que matan, torturan y desaparecen a quienes son enemigos históricos o circunstanciales. Nos enseñó que hay que alzar la voz todas las veces que sea necesario en defensa de la justicia que es base para la paz.
c. Otra cosa que hay que referenciar del testimonio de Mariano fue su entendimiento de la comunidad. El protagonismo del laicado en la comunidad, para el integrismo católico romano, es sinónimo de escándalo. Dicho protagonismo estaba dado por el entendimiento de lo que un pastor cristiano debía ser: alguien con quien se conversa la fe mirándole a los ojos, donde hay liderazgo servicial. Eso se refleja en quienes hablan más en la liturgia, toman y beben los elementos de la eucaristía. Pero, por sobre todo quiero destacar tres cosas. Las dos primeras las tomo del documental “En nombre de Dios”, de Patricio Guzmán y la segunda, de una nota de prensa. a) Para Mariano la liturgia no sólo tenía que ser de cara al pueblo y en lenguaje vernáculo, sino que tenía que ser una liturgia histórica y no alienante, y que por lo tanto debe producir miedo, miedo de salir de la comodidad del status quo de la cultura imperante, miedo de celebrar la vida en un contexto donde la muerte es la tónica, todo eso hace énfasis del carácter contracultural del mensaje cristiano; b) la celebración del matrimonio desacramentalizado, donde la voz de los/as laicos/as, sobre todo quienes son casados se alzan para aconsejar y alentar a quienes han decidido dar ese paso, donde la celebración festiva se trae a la liturgia y donde el sacerdote lo que hace es impetrar la bendición sobre los cónyuges; y c) la importancia dada a la Biblia, más allá del lugar común que tenemos los evangélicos de los católicos, pues Mariano era alguien que insistía en que los miembros de la comunidad llevaran su Biblia a la misa. Para Mariano el leer la Biblia era fundamental. En el contexto de los 500 años de la Reforma, luego de reconocer el mérito de Lutero por llevar la Biblia al pueblo, señaló: “Cuando los pobres lean la Biblia a los curas se les acabará el autoritarismo, porque toda la autoridad que los curas usamos depende de la ideología que hay en el catolicismo: el curita está cerca de Dios y dice lo que Dios quiere”. Todo los símbolos mencionados acá tienen su fundamento en un entendimiento del poder y cómo éste debe ser ejercido en la comunidad, sin abusos, sin silenciamientos, sustentados en la Escritura.
d. Lo último que quiero destacar del testimonio de Mariano fue su entendimiento del perdón. Causó mucho escándalo en un sector político y social del país, el que nada más y nada menos Mariano Puga haya ido a visitar para rezar con los presos de Punta Peuco, quienes están allí pagando sus condenas por delitos de lesa humanidad. Lo que hizo Mariano allí no tuvo que ver con transar respecto de la justicia, sino unirla cristianamente a la práctica del amor. El amor cristiano quita el poder a quienes abusan de él, exhorta al hacer un llamado al arrepentimiento, abraza y restaura a la hora de perdonar. Los violadores a los derechos humanos requieren justicia, no venganza, sobre todo de quienes siguen los pasos de Jesús que nos llamó a amar a nuestros enemigos, a bendecirles y a no maldecir.
No puedo dejar de cerrar estas palabras a la memoria de Mariano, sin relevar una última cosa y sin despedirme.
Mariano Puga, a días del estallido social escribió una conmovedora y potente carta, en la que en una de sus partes dijo: “¿Qué está pasando con los líderes nuestros?¿dónde están? ¿dónde está el arte? (…) ¿Quién se hace voz de las esperanzas de la calle, qué cresta pasa con los artistas de lo nuevo? Cántennos, grítennos, enséñennos a soñar, sin ustedes no somos capaces, sin los otros y otras de este mundo, no somos capaces. ¡El despertar no tiene que morir nunca más! hasta que volvamos a ser seres humanos ‘yo te voy a sacar de sus sepulcros, pueblo mío, y te voy a llevar a la tierra’ (…) recordemos la memoria subversiva de Jesús de Nazaret y no olvidemos que lo que le llevo a ser rechazado fueron sus gestos de amor y ternura, de opción radical entre y para los pobres de la tierra, el anuncio de la buena nueva, del Evangelio, pagado con su propia vida”. Las preguntas y la esperanza siguen en pie, más allá de nuestros yerros.
Y sí. Llegó la hora de despedirse. De decirte chao Mariano. Espero que cuando nos veamos, nos tomemos un mate, conversemos de aquello que nos ha chalado en la vida, y cantemos mientras tocas tu acordeón. Como dirá la gente que masivamente irá a despedirte: “Mariano, amigo, el pueblo está contigo”. Gracias, por haber estado con nosotros.
Luis Pino Moyano,
Puente Alto, 14 de marzo de 2020.