“Me sorprende la generosidad que hay para abrir la billetera, completamente abierta, para ir en ayuda de grandes empresas y que no esté la misma lógica o disposición a estudiar fórmulas para ayudar a miles de chilenos, que hace diez años que nos vienen diciendo que están desesperados en el endeudamiento estudiantil”. No, estas palabras no son de un político del Frente Amplio o de la Nueva Mayoría o lo que queda de ella. Son las palabras de Mario Desbordes, timonel de Renovación Nacional, que es uno de los representantes de las élites políticas que mejor leyó la crisis post reventón social del octubre del año pasado, y en la actualidad ha seguido por esa misma línea. Él visibiliza la reaparición en la escena política de una derecha, que no es aquella dogmáticamente neoliberal, a la que nos malacostumbró la dictadura y los años de la transición a una democracia de baja intensidad. Desbordes nos muestra con mucha claridad que ese chicago-gremialismo, baluarte del neoliberalismo dogmático, no entiende que cuando se debe cuidar la vida de las personas los negocios no tienen la prioridad. Y junto con ello, releva una vez más que el neoliberalismo no significa “menos estado”, pues el estado “subsidiario” chileno cuida y potencia a la banca en detrimento de la sociedad civil.
El gobierno de Chile ha mostrado una incapacidad para comprender la situación del país gigantesca. Los enormes fallos del Ministro de Educación, Raúl Figueroa, presupuestando retornos presenciales imposibles, adelantando vacaciones de invierno que lo único que hicieron fue ralentizar o, de plano, detener procesos educativos. No se entiende que la seguridad de los/as estudiantes es más importante que alcanzar a revisar ciertos contenidos, que no se aprende si no se vive y que la real aula segura es la que cuida la dignidad y la salud, sobre todo la del estudiantado. Desde la práctica del exministro de Salud, Jaime Mañalich, quien además de sus declaraciones para la galería, retrasó la cuarentena total de la Región Metropolitana hasta el 13 de mayo, cuando eso se veía venir desde marzo; sumado al fiasco de la falta de paridad en las cifras entregadas a la población y las que eran informadas a la OMS. Por otra parte, la entrega de las cajas de mercadería, que han producido un enorme movimiento de trabajadores del estado o de las municipalidades, junto con un gasto enorme en logística, cuando se pudo haber entregado dinero directamente o con gift cards canjeables en supermercados o almacenes locales, pero medidas como son más difíciles de nutrir en una performance para la foto, o la promoción en los matinales o noticiarios de los medios de comunicación de masas. Un presidente, Sebastián Piñera, que ha mostrado poca capacidad de liderazgo, y una falta de templanza, desde la foto bajo la estatua del general Baquedano en la Plaza Italia hasta la asistencia a un funeral en el que se vulneraron los protocolos establecidos por el propio gobierno. Lamentablemente, nadie le dijo ahí que guardara el papelito, para de una vez por todas dejar de comportarse como el eterno candidato, con promesas y promesas, y escasa capacidad de leer el momento, dirigir los rumbos del país, y sin dudas con ausencia de proyecto, viviendo el día a día. Una de las últimas joyitas, viene de la labia del Ministro de Hacienda, Ignacio Briones, que el domingo pasado dijera: “La verdad es que nos parece que la oposición, al instalar un tema de garantías sociales y sistemas previsionales a través de cambios en la Constitución, de alguna manera lo que está haciendo es violar ese acuerdo, romper ese acuerdo, no respetar ese acuerdo que fue definido por los principales partidos políticos”. ¿Acaso no pueden haber cambios por medio de políticas económicas y sociales antes de tener una nueva Constitución? ¿Se debe paralizar la tarea legislativa? ¿Cuando los personeros de gobierno dejarán de superarse en el plano comunicacional deficiente? “El rechazo iba como avión y creo que con la pandemia la gente verá que el problema no es la Constitución”, decía hace un tiempo la senadora Jacqueline van Rysselberghe. La semana pasada cuando se intentó frenar el proyecto de retiro del 10% de los fondos previsionales, con la argucia del quórum supramayoritario de los dos tercios de la Cámara, se muestra que parte del problema sigue siendo la Constitución, además de la bajeza política de quienes pretenden conseguir sus objetivos confundiendo a la gente. A veces pienso que sería bueno siguieran la tesis de Eugenio Tironi para la Concertación: “la mejor estrategia de comunicación es no comunicar”. Si no comunicaran, podríamos considerar, a lo menos, plausible el que digan “no lo vimos venir”. Pero el comportamiento errático ya es alevoso.
Hoy hubo una serie de medidas gubernamentales para ayudar a la clase media, algunas bastante interesantes, pero con una cantidad de cortapisas a modo de letra chica que hace surgir, con cierta legitimidad, muchas sospechas. Además, que es del todo evidente el contexto en el que se enuncian: a un día de la aprobación en particular del proyecto de retiro del 10% de los fondos previsionales. Lo que no se ha entendido acá, es que las crisis no modifican, necesariamente, las cosas, sino que agudizan las realidades que se viven. Así como en octubre el problema no eran $30, acá tampoco se trata del 10%. Se trata de una injusticia estructural que se resume de la siguiente manera: el dinero con que se enriquecen las AFP proviene de los ahorros de los cotizantes. Cuando las alternativas se debaten entre créditos y retiro de fondos de la AFP, son las personas las que pagan el precio de la crisis. Hay otras posibilidades: real protección del empleo, condonación de deudas o postergación sin incremento de interés, bonos y/o subsidios. La invitación al endeudamiento en créditos blandos o el CAE genera tal ruido, que se nos pierden medidas interesantes, tales como, la postergación de los dividendos hipotecarios y la ampliación del subsidio de arriendo, que son medidas beneficiosas para parte de la clase media. Y soy muy franco para decir que no me gusta la alternativa de sacar el 10% de los fondos previsionales, MIS fondos en la AFP, porque la crisis la terminamos pagando los mismos de siempre, “los nadie” y, además, porque creo que la seguridad social debe implicar solidez y obligatoriedad. Pero no sólo para mañana, sino también para hoy. ¿Acaso alguien puede asegurarnos que sobreviviremos a esta pandemia, o que moriremos después de jubilarnos? Es hoy que la economía de la mayoría de la población está en detrimento. ¿Por qué estupidizan a las personas? Molesta sobremanera que crean que todos iremos a sacar nuestros fondos, o que con un maquiavelismo de poca monta, crean que con las medidas en pro de la clase media frenarán la iniciativa respecto del retiro del 10%, cuando en conjunto pueden hacer alternativas complementarias, y que pueden examinarse a la luz de lo que más pueda convenir sin tomarlas todas. O tomándolas todas. ¿Tanto miedo le tienen a la libertad y responsabilidad individual que tanto defienden desde el discurso? El discurso del miedo respecto del colapso económico luego del retiro de esos fondos, sólo hace audible el responso para un sistema que se enriquece a costa de los más y que “el Mercedes Benz” está en panne y sin repuestos.
Ojalá, quienes gobiernan tuviesen un momento de lucidez para comprender que cuando la teoría no se condice con la realidad, no es la teoría la que tiene la razón; y que cuando no se reconocen los errores y se genera un discurso victimizado respecto de un pseudopoder de la oposición, es una señal de torpeza política que no mide el efecto comunicacional que lleva a pensar que quienes están en La Moneda ya no gobiernan, que esto se acabó, y que cualquier movimiento es producto de la inercia. ¿Con esa actitud pretenden frenar el descontento que otra vez no habrían visto venir?
Luis Pino Moyano.