Creo firmemente que ningún candidato representa de manera total el proyecto histórico del Reino de Dios. Eso lo vengo diciendo por años. La Biblia no tiene un programa político, pero tiene principios. Ante la no existencia de un candidato que represente el cristianismo de manera integral, los creyentes tienen la tarea de de discernir qué principios priorizarán y estar conscientes de cuáles no. Frente a eso la tarea más pertinente es procurar reconocer tanto la gracia común como la antítesis de las propuestas.
Por todo ello, creo que es una posibilidad que un creyente responsable pueda votar por Boric, Kast o incluso anular si así lo estima, sin estar traicionando su fe en Cristo. Creo que ese sentido de humildad que reconoce el mundo caído en el que vivimos, y que pone su expectativa escatológica final y completa en el Reino consumado de Cristo, es mucho más coherente que la de quienes ven en un candidato la fe cristiana y en otro la suma de todos los males.
Dicho eso, creo también que un creyente no deja de ser mi hermano porque vota e incluso promueve electoralmente A, B o C. Lo que me hace hermano en la común fe es el Cristo que dio su vida en la cruz por mi. Parafraseando a Hendriksen, cualquier intento por suplementar a Cristo deriva en una suplantación. En idolatría. Y como protestante adhiero a la declaración doctrinal y vital de la Reforma: sólo Cristo.
Luis Pino Moyano.
Después de esta brevísima reflexión, sugiero que escuches esta canción de Marcos Vidal: