Evangélicos por…

A comienzos de los noventa, en uno de los canales de televisión, uno de los días del fin de semana – si mal no recuerdo, el sábado por la noche-, comenzaron a transmitir las películas de Cantinflas. Desde las más antiguas a las más nuevas. Era muy niño, pero con el gusto de siempre por la historia, quedé alucinado con “Su Excelencia”. La representación de la guerra fría y la pugna de verdes y colorados, y la valentía de los países no-alineados, es realmente magistral. Cantinflas, personifica a Lopitos, un funcionario muy menor en una embajada que por azares y golpes de estado múltiples en un día, llega azarosamente a ser embajador de la Isla de los Cocos. Antes de terminar el film y en una álgida asamblea de naciones en la que se definirá el futuro del mundo y el país que lo liderará, Lopitos hace un discurso bello y consistente. En una de sus partes, cita a Benito Juarez – de quién ya sabía algo por el Chavo del 8-: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Esas palabras pueden ser un mínimo común a la hora de relacionarnos con otras personas. 

El respeto al derecho ajeno que es la paz, no implica que no se diga lo que se piensa, sino que cuando se haga se mantenga el respeto al que piensa y actúa distinto frente a una determinada circunstancia. Es no estupidizar, sino entender al otro como alguien inteligente con el que se puede dialogar. 

Dicho eso, quiero manifestar mi profundo respeto a quienes han constituido orgánicas tales como “Evangélicos por Kast” o “Evangélicos por Boric”, pero creo que dichas instancias no contribuyen al quehacer evangélico. Me suena a la pugna de la iglesia de Corinto cuando algunos se definían por ser de Pablo, Apolos o de Cefas, e incluso algunos, en un signo de superioridad espiritual se manifestaban siendo de Cristo (1ª Corintios 1:12). 

Eso último, la pose de superioridad, se encuentra muy presente en los discursos que validan el proyecto político de candidatos, analogándolos al proyecto del Reino de Dios. Que este defiende los valores de la moral sexual, este otro defiende la justicia social, que este es el candidato del pueblo de Dios, que este otro se aprovecha de los otros. O la pregunta que es a la vez afirmación: “¿Cómo puedes ser evangélico y votar por el candidato X?”. ¿Perdón? ¿De qué estamos hablando? Cuánta falta de respeto a los otros y cuán poco sentido de la humildad. Falta de respeto, porque en esos discursos lo que se hace es estupidizar al otro y desconocer su condición de hijo o hija de Dios. ¡Sola Gratia! Y falta de sentido de humildad, porque se olvida que el voto de quien suscribe la fe evangélica es un acto de discernimiento que tiene en cuenta que ningún candidato o proyecto político representa integralmente los principios del Reino de Dios, y por ende, si opto soy consciente de los instantes de verdad como de los elementos propios de la humanidad caída. ¡Sola Scriptura!

Anhelo que llegue el día en que no sea problemático entre evangélicos hablar de política. Que eso no implique cacerías de brujas, cancelaciones o funas. Que no pongamos en duda la amistad y hermandad, o la honestidad del otro, porque no piensa como yo quiero que piense. Cualquier barrera que pongamos a la relación entre creyentes es un obstáculo idolátrico, porque separa lo que Cristo unió con el poder de su cruz. El apóstol Pablo señaló: “Porque en él [Cristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:9,10). Nuestra identidad está en Cristo y es completa en él. Nuestra vida plena está en el proyecto histórico consumado en la cruz y que implica la reconciliación de todas las cosas (Colosenses 1:20). 

¿Con eso estoy diciendo que quien vota por Boric o por Kast traiciona la fe? No, no es lo que digo. De hecho, creo que es un derecho de hermanos/as en su condición de ciudadanos/as optar por un candidato o proyecto político, con el desafío de ser conscientes de sus principios cosmovisionales y cómo éstos se ven fortalecidos o contrarrestados en dicho acto. Pero es un ejercicio posible, y por años hermanos nuestros lo han hecho, participando en partidos políticos de diversas banderías, aportando con sus prismas al debate público. 

Este domingo 19 anda a votar, es un derecho ganado, y es un deber fortalecer la democracia. Celebra si tu candidato gana, siendo respetuoso de quien se siente derrotado/a, recordando con prudencia que los triunfos políticos se miden después del día de la fiesta. Y, por cierto, antes y después, evita las caricaturizaciones, el ninguneo y, por sobre todo, el falso testimonio. Que otros lo hagan no implica que tú sigas el mismo juego. Vota libremente y con conciencia de tu fe que alumbra el tiempo que nos toca. 

Quiero terminar con una nota personal, muy personal. A inicios de 2013 testimonié que había  entrado en un proceso reformacional, en el que había dejado de lado el marxismo como lugar de producción. Eso, con el anhelo y esfuerzo cotidiano, personal y comunitario, por solidificar mi acercamiento cosmovisional cristiano. En muchas ocasiones, he visto que hermanos quieren que eso se parezca a las conversiones de Ampuero o Mauricio Rojas, quienes no sólo dejaron el marxismo sino que hoy profesan ideas de derecha. Están en su derecho, pero no es mi caso. Hoy mis convicciones políticas podrían ser definidas como un socialcristianismo transformacionista y si se requiere la geolocalización, a un comunitarismo de izquierda. 

Quienes me conocen, saben que no está en mis opciones votar por Kast. Sino al contrario, votaré por Boric. Es la segunda vez que hago público, más allá de mi círculo de mis amigos, por quién votaré. Pero esa explicitación no es un acto de campaña. No te llamo a votar por mi opción electoral. Ese es tu derecho. Y si eres mi hermano y te consideras mi amigo, y este 19 de diciembre votas por Kast, no dudes que eso de mi parte no está en cuestión. Eres mi hermano. Espero que para ti también lo sea. Porque lo que hace posible nuestra hermandad es lo que Cristo conquistó con su sangre. 

Luis Pino Moyano.

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