Nota previa: En marzo de 2018 me encontraba trabajando en un colegio de la Villa Francia, cuyo nombre prefiero no pronunciar -mi contrato a plazo no fue renovado por participar de una huelga que buscaba mejoras en las condiciones laborales-. Ese día era «viernes santo» y coincidía con la conmemoración del «Día del joven combatiente» que recuerda el alevoso asesinato de Rafael y Eduardo Vergara Toledo un 29 de marzo de 1985, acometido por agentes de la dictadura militar. Ese día, como profesor de religión el tema ad hoc era el recuerdo de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Pero en todas las salas de clases el recuerdo de las y los estudiantes partió por los hermanos Vergara Toledo, lo que suscitó esta breve reflexión que escribí en mi Facebook ese mismo día, y que hoy transcribo para mi blog.
Hoy en clases de religión hicimos un paréntesis y quisimos explicar el sentido de la semana santa. Es un colegio en la Villa Francia, y no hubo sala de clases de 7º a 2º Medio, dónde la pregunta “¿qué se recuerda esta semana?”, no tuviese como respuesta el “día del joven combatiente” o la muerte de los hermanos Vergara Toledo. Ellos viven en la misma villa, y decían “mi abuelo los conoció”, o “yo vivo cerca de dónde ellos vivían”, o “conozco a su mamá, la señora Luisa”. Obvio que tuve que hacer una mención de ellos (alrededor de quince minutos), y cómo se plegaron en un momento álgido de nuestra historia a la lucha contra una dictadura, cuyos funcionarios les dieron muerte de manera alevosa un día como hoy de 1985, el mismo día en que tres profesionales fueron degollados.
Eso jamás debe curarnos de espanto. Ojalá la violencia del estado nunca más en este país coarte vidas, sueños y proyectos.
Mientras espero en un trámite recordé una carta de Rafael Vergara Toledo que se conserva en el Museo de la Memoria. La segunda vez que fui la encontré en un intersticio, y de ahí siempre que he ido en mi tarea como profesor paso por ahí y la leo. Su final es conmovedor:
“El Señor está vivo en el hombre y nunca lo podrán matar.
La vida es nuestra.
Qué sentido tiene la vida de un hombre si no es morir para vivir y dar vida, dar realmente vida.
El Señor está con nosotros”.
Al parecer, hay ciertos tabúes que deben romperse en algún momento en nuestro país, para hablar sin miedo, como mis estudiantes, de un hecho real que todavía les llega, y que necesita ser leído en todas sus variables, entre ellas, el cristianismo católico que ellos profesaban. Ese sólo dato debiese hacernos ser más ponderados a la hora de opinar, porque el lumpen que saldrá a destrozar y quemar cosas hoy no se iguala al dolor de un padre y una madre que perdieron a tres hijos (dos un día como hoy) y que aún no tienen justicia por ellos. Esa actitud respetuosa sólo puede estar basada en la clara comprensión del profeta Isaías cuando señaló que la paz tiene como base la justicia y no al revés.
La convicción de tener la razón, y querer expresar siempre nuestros argumentos y divergencias, no nos debe llevar a la indolencia ni, mucho menos, a la indiferencia frente a la injusticia.
Luis Pino Moyano.