“La educación chilena no se vende, se defiende”, decíamos hace algunos años en las calles de Santiago. Si “la vida es eterna en cinco minutos”, como diría Víctor Jara en una de sus más emblemáticas canciones, a doce años del reventón estudiantil más masivo de nuestro pasado reciente, luego de la densidad histórica vivida desde el 2019 a partir del estallido social, con un fallido momento constituyente y una pandemia mediante, pareciera que ha pasado mucho tiempo. Pero, así y todo, ¿seguimos teniendo el anhelo de defender la educación chilena ante su deriva neoliberal?
Cada vez que me dispongo a entrar a la sala, luego del toque de campana que pone fin al recreo, me paro lo más cerca que puedo de la puerta y a viva voz llamo a mis estudiantes diciendo “- ¡4º Medio [o el curso que corresponda], a la lucha de clases!”. Y esto, que es un juego semántico y una provocación histórico-política, también tiene un sentido pedagógico que nace de la convicción que la defensa de la educación transformadora se hace en una sala que está conectada a lo que está pasando fuera del colegio, en la sociedad toda, sea en la discusión y el trabajo en el espacio público como en la cotidianidad del espacio privado. Y allí, la propuesta pedagógica de Paulo Freire adquiere relevancia en el Chile actual. Personalizo esa idea: tiene relevancia en mi práctica pedagógica en el tiempo presente.
En la primera sesión de este curso* se nos pidió definir el concepto de educación. En esta ocasión, y en primera instancia, desgajaré dicha definición, y la acompañaré de citas directas de Freire.
- La educación es una actividad humana que involucra conocer, pensar y hacer (aprendizajes y habilidades), teniendo como soporte pedagógico el diálogo que fomenta el protagonismo estudiantil y el desarrollo de una conciencia comunitaria. “No estamos proponiendo ninguna dicotomía de la cual pudiese resultar que este quehacerse dividiese en una etapa de reflexión y otra distinta, de acción. Acción y reflexión, reflexión y acción se dan simultáneamente” (Freire, 2002, p. 166).
- Es una actividad que, en tanto humana, tiene como tarea ligar el pensamiento, las emociones y la voluntad de docentes y estudiantes, conectando la sala de clases con aquello que acontece fuera de ella, desde lo global a lo local.
a) No más un educador del educando;
b) no más un educando del educador;
c) sino un educador-educando con un educando-educador.
Lo que significa:
1) que nadie educa a nadie;
2) que nadie se educa solo;
3) que los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo (Freire, 1972, p. 26).
- Es una actividad que se ejerce como ciencia (conocimientos disciplinares), como técnica (una metodología) y como arte (la performance pedagógica requiere belleza). “Mientras enseño continúo buscando, indagando. Enseño porque busco, porque indagué, porque indago y me indago. Investigo para comprobar, comprobando intervengo, interviniendo educo y me educo. Investigo para conocer lo que aún no conozco y comunicar o anunciar la novedad” (Freire, 1997, p. 30). “La práctica educativa es bella como es bella la formación de la cultura, la formación de un individuo libre” (Freire, 2010, p. 50).
- Finalmente, es incompleta, si ella no busca transformar la vida de sujetos y de la sociedad. “La verdadera generosidad radica en la lucha por la desaparición de las razones que alimentan el falso amor” (Freire, 2002, pp. 39, 40).
La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora, tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación y, el segundo, en que una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso permanente de liberación (Ibídem, p. 53).
Esta definición de la educación, profundamente freireana, que se hace parte de un sentido transformador, se abre a una serie de desafíos en el presente. En un país como el nuestro, que avanza constantemente hacia la importación de insumos tecnológicos que fortalecen la conectividad, se hace necesario, siguiendo en esto a Fernández (2007), “Incorporar su enfoque humanista al pensamiento sobre comunicaciones y la industria cultural, principalmente en sus conexiones con el sistema educativo formal” (p. 340). Esto, para no olvidar que ordenadores, tablets y smartphones son instrumentos, cosas, que tienen que ser usadas por personas con voluntad libre. Por otro lado, en un contexto “post-pandémico”, que relevó la necesidad del cuidado del plano emocional y la salud mental, se plantea el desafío de hacerle frente a una cultura educativa que tiene como centro la evaluación estandarizada, y que hace que estemos “tan preocupados de los resultados y tan poco ocupados de las personas que enseñan y aprenden” (Ibídem). Se requiere, entonces, de una acción educativa que ponga en el centro a la persona humana y valide en el discurso y la práctica la diversidad desde una perspectiva inclusiva. Finalmente, en un país en que las nociones de la democracia y enfoque de derechos son tensionados y relativizados en medio de las discusiones sobre la seguridad, se hace pertinente fortalecer el carácter dialógico del proceso educativo colocando como una de sus finalidades la convivencia que tiene como horizonte de expectativas el bienestar común (Pinto, 2004, p. 235). Una democracia marcada por la justicia social.
Por todo ello, la obra de Paulo Freire, sigue gozando de buena salud en el Chile actual. Como señaló un exestudiante en la dedicatoria de una edición que me regaló de “Pedagogía del oprimido”, se trata “de una herramienta de trabajo para que con ella, cual martillo, construya sus clases que son senderos al mañana”**. Hay mucho aún por hacer en el mañana de todos y todas.
Bibliografía.
Fernandez, J.A. (2007). Paulo Freire y la educación liberadora. En Trilla, J. (Ed.). El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI. Barcelona, España: Graó.
Freire, P. (1972). Sobre la acción cultural. Santiago, Chile: Instituto de Capacitación e Investigación en Reforma Agraria.
Freire, P. (1997). Pedagogía de la autonomía. Madrid, España: Siglo XXI Editores.
Freire, P. (2002). Pedagogía del oprimido. México D. F., México: Siglo Veintiuno Editores.
Freire, P. (2010). El grito manso. México D. F., México: Siglo Veintiuno Editores.
Pinto, R. (2004). Paulo Freire: Un humanista cristiano en Chile. Pensamiento Educativo, 34 (junio 2004), 234-258.
* Me refiero a la cátedra de «Introducción a la Educación», del programa de Pedagogía para Profesionales de la Universidad Alberto Hurtado.
** Palabras de Luciano González, exestudiante del Colegio Andino Antuquelén, diciembre de 2014.