Cosmovisión y apologética. Materiales de talleres

En junio y agosto de 2020, tuve la posibilidad de realizar unos talleres sobre cosmovisión cristiana y sobre apologética, respectivamente. En ambos casos, preparé un material que pudiese servir de apoyo para mi exposición y moderación de actividades, como también para compartirlo con quienes participaran de dichas instancias. Como ha pasado tiempo, es preferible que estos documentos estén a disposición de quienes quieran utilizarlos, en vez de que queden guardados en una de las carpetas de mi computador.

En el caso del Taller de Cosmovisión, las temáticas abordadas fueron: «Cosmovisión. ¿Por qué estudiarla en este contexto?»; «Somos lo que amamos. Cosmovisión y espiritualidad»; «Metanarrativa cosmovisional: creación – caída – redención»; y, «Gracia común y antítesis. ¿Cómo relacionarnos con la cultura y los no creyentes?». Puedes descargar el material haciendo clic aquí.

Por su parte, el Taller de Apologética, se abordaron los siguientes temas: «Secularización y las luchas de los cristianos en el Chile de hoy»; «Apologética, ¿qué es?»; y, «¿Cómo colabora la iglesia en la tarea apologética?». El documento puede ser descargado haciendo clic aquí.

En ambos casos, cada sesión es cerrada con una actividad para la metacognición personal o grupal, además de un taller grupal final el que debía ser socializado en un plenario. Por otro lado, cada documento tiene una bibliografía que está parcelada en la literatura consultada o citada y, además, literatura recomendada para profundizar en las temáticas.

Los materiales compartidos acá pueden ser usados libremente, sin olvidar citar lo utilizado.

Cordialmente, Luis.

Kuyper, una alternativa reformacional y el socialismo. Una precisión conceptual.

Publicada en Estudios Evangélicos.

Si hay algo que fortalece el desarrollo del pensamiento es el debate de ideas, pues como diría Rosaria Butterfield “donde todos piensan lo mismo nadie piensa mucho” [1]. Y si pensar y debatir son una aventura, escribir implica riesgos. Y el riesgo principal – sobre todo en la narrativa no ficcional- radica en el acto de desnudar la mente y exponer lo que se piensa ante un público diverso, con lectores que entienden la realidad de manera similar o discordante. Y entre los últimos, hay quienes piensan diferente, pero tienen el vivo ánimo de comprender, en detrimento de quienes no les interesa comprender, sino buscar lo que se puede tijeretear para atacar con el sustento de una apologética miope y sorda.

Sin lugar a duda, la reseña escrita por Ángelo Palomino sobre el libro “Ni un centímetro cuadrado. Una introducción al pensamiento reformacional” [2], procede de una lectura seria y rigurosa, que tiene el ánimo de comprender. Con la presuposición de dicha buena fe, la que se ve avalada por el tenor de su escritura, y con el respeto que me merece el sitio web “Estudios Evangélicos”, es que me permito escribir esta respuesta al modo de una precisión conceptual. Palomino en su reseña, en el párrafo dedicado a mi artículo sobre Abraham Kuyper [3], bosqueja de manera sucinta los puntos principales que se encuentran él y, al final, comenta lo siguiente: “Aquí cabe señalar que a Kuyper se le califica acertadamente como un demócrata cristiano, como referente de un proyecto alternativo al liberalismo individualista y el socialismo estatista. Aunque hay que preguntarse si son adecuadas las referencias que plantean la lectura de un Kuyper cercano a la izquierda, por ejemplo cuando el autor señala que con él se está frente a un régimen ‘socialista’. Kuyper es más bien un socialcristiano” [4]. ¿Por qué responder a un fragmento tan breve de una reseña? Por dos razones que creo de suyo relevantes: la primera, ya fue señalada, por el respeto al interlocutor y al medio en que se difunde la reseña; y, junto con ello, el ambiente crispado de la discusión política entre creyentes, tanto en Chile como en América Latina, lo que ha generado en el mundo evangélico ruptura de relaciones fraternas y, lamentablemente, la estigmatización de hermanos en la fe, comunidades eclesiásticas e instituciones paraeclesiales.

Creo que la mejor forma de realizar la precisión conceptual que pretendo es realizando una cita directa de un texto de Abraham Kuyper, luego citar lo que escribo sobre dicho asunto (pensando en quienes aún no han leído el libro), explicar el uso del concepto “socialista” presente en el texto del teólogo holandés y cómo éste ha sido abordado por otros autores que han estudiado su obra.

La cita de Abraham Kuyper fue tomada del libro “El problema de la pobreza”. Para la realización del artículo tuve a la vista una cuidadosa traducción al portugués. Digo cuidadosa, pues en dicho ejercicio, por ejemplo, cuando Kuyper habla de “lucha de clases” lo traducen como “conflicto de clases”, precisamente para no alarmar a un grupo de lectores que no conocen que dicho concepto se origina en el Medioevo y no de la pluma de Karl Marx. “El problema de la pobreza” es el discurso que Abraham Kuyper realiza en la inauguración del Congreso Socialcristiano, realizado en Holanda en noviembre de 1891, al alero del Partido Antirrevolucionario. Cito extensamente:

“En lo que concierne a la insustentabilidad de la situación social, nacida como tal del individualismo de la Revolución Francesa, no debe haber una opinión diferenciada entre los cristianos. Si aún estuviera sintiendo un corazón humano latiendo en su pecho y si el ideal de nuestro santo Evangelio aún le inspira, entonces su deseo debe ser de repudio en relación con la situación actual. Al final, percibimos que, si las cosas continuaran así, tendremos cada vez menos cielo y cada vez más un poco del infierno en este mundo. Nuestra sociedad está, poco a poco, desligándose de Cristo. Está inclinándose en el polvo frente al dios Mammon. Y por el estímulo inquieto del egoísmo brutal, vacilan, como el salmista lamentaría, los fundamentos de la tierra. Todas las vigas y anclajes de la estructura social se desajustan. La desorganización cultiva la desmoralización. Y, en el creciente libertinaje de unos en contrapartida con la siempre creciente necesidad de otros, es posible verificar la descomposición de un cadáver en vez de un rubor vivaz y de una fuerza muscular de un cuerpo saludable y lleno de vigor.

No, no es necesario que eso continúe así. Puede mejorar. Y la mejoría se encuentra -sin duda alguna, y no tengo miedo de usar la palabra- en el camino del socialismo. No obstante, no en el socialismo entendido como un programa proveniente de la socialdemocracia. Sin embargo, el uso de esta hermosa palabra debe ser entendida de tal forma que nuestra sociedad, nuestra patria amada, entre en sintonía con las palabras de Da Costa. Que ella ‘no sea como un pedazo de tierra lleno de muchas almas’, sino que sea una sociedad querida por Dios, un organismo humano vivo. No un mecanismo hecho de partes distintas, no un mosaico formado por adoquines incrustados al lado del pavimento de una calle, como Beets diría: no un montaje. Pero sí un cuerpo en sumisión a la ley de la vida, la cual afirma que somos miembros los unos de los otros. Un cuerpo en que, por tanto, el ojo no puede faltar al pie, ni el pie puede ser alguna cosa sin el ojo. Y esa verdad humana, científica y cristiana que fue profundamente incomprendida, vehementemente negada y gravemente derrumbada y ridiculizada por la Revolución Francesa. Y es contra esa negación, con su cuna en el individualismo de la Revolución Francesa, que todo el movimiento social de nuestros días se ha posicionado.

Por tanto, es un engaño pensar o incluso imaginar que el socialismo de nuestros días tenga como fuente la utopía confusa de los fanáticos o tenga su origen en las mentes de los hambrientos exaltados” [5].

Por su parte, esto es lo que señalo en mi artículo:

“Kuyper es consciente que se hace visible un conflicto o lucha de clases, dando cuenta de un fenómeno histórico y no de una opción política. Para Kuyper la opción política se da dentro de la institucionalidad, por lo cual, un gobierno tiene como finalidad proteger a los más débiles frente a los abusos de los poderosos de la tierra, en un régimen de tipo ‘socialista’. Un lector apresurado de Kuyper, desde nuestros tiempos, podría sentir confusión a lo menos con una declaración como esa. Pero la definición de esta alternativa refiere a ‘una sociedad querida por Dios’, en la que el rasgo comunitario se hace manifiesto en la figura de un cuerpo en el que cada sujeto es un miembro de él y, por ende, que reporta bienestar a los demás. Una sociedad en la que la misericordia no tiene que ver con sólo dar dinero, sino con el amor cristiano que consiste en ‘una donación completa’, es decir, ‘una donación de sí mismo, de su tiempo, de sus fuerzas y de su empatía’. Una sociedad en el que principio de propiedad es respetado desde un prisma teológico y con un alto sentido ético y de apego a la legalidad, puesto que: ‘La propiedad absoluta es solamente encontrada en Dios. El hombre que vive de acuerdo con la Palabra de Dios debe recordar que todas nuestras propiedades son solamente usadas como préstamo. Toda nuestra gestión es vista como mayordomía’. Un principio de propiedad que no olvida que el fruto de la tierra y la semilla que produce pan deben beneficiar a todo el pueblo. Estamos frente a un ‘socialismo comunitario’, ‘comunitarismo social’ o ‘socialcristianismo’ en el pleno sentido de la expresión, que hace un guiño a las redes simbióticas de Johannes Althusius, que tal y como explica Guilherme de Carvalho, ‘Kuyper está pensando aquí en una sociedad civil fuerte, con esferas de soberanía saludables que nada tengan sino sólo a Dios encima de ellas, y en las cuales las personas cooperan en paz para alcanzar sus fines comunes’. Por ello, la opción política del neocalvinismo no puede ser subsumida ni por planteamientos de derechas ni de izquierdas, ni mucho menos, usada como excusa para tapar otras premisas ideológicas, a no ser que se tenga una vocación para el suicidio intelectual (‘un reino dividido contra sí mismo no puede subsistir’, dijo Jesús). Y no puede ni lo uno ni lo otro, no porque sea ilegítimo que un cristiano asuma tal o cual posición, sino porque el pensamiento reformacional, consciente de la justicia de Dios expresada en la Escritura, es de por sí un camino alternativo, ‘propio’ como decían los democristianos chilenos en la década de los cincuenta y sesenta del siglo XX” [6].

¿En qué momento de mis palabras sitúo a Kuyper como un sujeto cercano a la izquierda? La verdad, es que no lo veo. El concepto socialismo lo ocupa el propio Kuyper, no es algo impuesto ni una analogía con otra palabra suya. Luego, explico el uso que el autor da a dicho concepto, señalando el énfasis comunitario que tiene para él y que emerge, huelga decirlo acá, desde una rehabilitación tomista en el protestantismo. Esto es de suyo relevante, debido al contexto histórico, en tanto el Congreso Socialcristiano se realiza el mismo año en que es publicada la Encíclica Rerum Novarum, que origina lo que se conoce como “doctrina social” en la Iglesia Católica Romana, que es lo que permite a algunos neocalvinistas construir una relación del concepto “soberanía de las esferas” con el de “subsidiariedad”, no obstante, Kuyper ocupa el primero y no el segundo, lo que por cierto no deslegitima dicha analogía. A su vez, al final del texto citado queda suficientemente claro que no hay ninguna intención de acercar a Kuyper a posiciones de izquierdas. De hecho, es la única vez en el artículo que hago alusión a ese sector del espectro político con categorías geolocalizadoras. Poco antes del texto aludido por Palomino señalo que la actitud de Kuyper respecto del derecho a sufragio del “pueblo menudo” y a la sindicalización, siguiendo la tónica de los partidos demócrata cristianos en el mundo, es consistente con su concepción política sustentada en su mirada cosmovisional porque: “se era antirrevolucionario con relación a la revolución francesa y el liberalismo, a la socialdemocracia y al socialismo estatista, lo que sentó las bases para la crítica posterior a los totalitarismos fascista y bolchevique. Kuyper era conservador y antirrevolucionario, lo que no implica negar la posibilidad de la transformación social, pues no estamos frente a un reaccionario con relación a la historia. Nadie que crea en el poder redentor de Jesucristo puede serlo” [7].

La edición en portugués del discurso de Kuyper cuenta con exposiciones de otros autores brasileños dedicados a la producción teólogico-pública. De Carvalho, antes del texto citado en mi artículo para el libro señala que, ante la disyuntiva presentada por la Cuestión Social, la solución de Kuyper está en el “socialismo”. Dice: “La perplejidad aquí resulta innecesaria: el ‘socialismo’ de Kuyper no es aquel concebido desde el influjo del principio revolucionario, que él denuncia con todas sus fuerzas, sino el socialismo entendido como la existencia de una sociedad viva y orgánicamente cohesionada, un ‘cuerpo’ con muchos miembros, con funciones diversas e interdependencia. El ojo educado sabrá que Kuyper tiene en mente la sociedad de redes simbióticas de Johannes Althusius (1557-1563), algo que estaría más próximo, hoy, de un comunitario social” [8]. Por su parte, Lucas Freire dirá que Kuyper “busca redefinir el sentido de ‘socialismo’ para significar un énfasis en la sociedad como un ‘organismo humano vivo’ en reconocimiento de la majestad de Dios” [9]. Con todo esto, estoy relevando que Kuyper resemantiza el concepto de socialismo en su uso, cristianizándolo, y ocupándolo con un fin alejado no sólo del “socialismo secular” en sus versiones marxistas o socialdemócratas, sino que también de miradas funcionalistas y mecanicistas en boga en el siglo XIX. Su mirada comunitaria tiene siempre en cuenta a la persona humana. Si este aspecto resemantizador no queda lo suficientemente claro en mi artículo del libro, inclusive con la advertencia a los lectores apresurados, aquí espero que lo esté (más todavía). Con esto, desde mi intención comunicativa me hago cargo principalmente de lo que escribí y, secundariamente, de lo que se entiende, no obstante, crea que es importante, en este caso particular, dar una explicación con el mismo talante serio con el que mi interlocutor reseñó el libro.

En todo análisis lector, no sólo en aquellos que tienen que ver con lo político, es sumamente relevante decir que los conceptos no tienen identidad, son neutros hasta que son utilizados por un autor, lo que abre posibilidades múltiples de significados. Es el uso de los conceptos por determinados actores, dando cuenta de una experiencia histórica, que los conceptos revelan la identidad, lo que hace notar la conmensurabilidad semántica de los mismos, puesto que se modifican con-y-en la práctica histórica. Los conceptos en política tienen una “dimensión ilocucionaria”, en otras palabras, permiten aterrizar el proyecto a la acción y adentrarse en la disputa que se genera por una mediación discursiva [10]. En la literatura evangélica esto es notorio en conceptos tales como “religión” o “humanismo”, con usos positivos y negativos, en ocasiones inclusive en un mismo autor. Este es el caso del discurso de Kuyper, en el que usa el concepto “socialismo” positiva y negativamente, dependiendo de lo que pretenda plantear o criticar. Por eso, cuando doy cuenta de su alternativa digo “de tipo ‘socialista’” y no “socialista” a secas, todo eso antes de la explicación de lo que refiere para él. Lo importante cuando leemos a Kuyper no es lo que nosotros pensamos que significa el socialismo, sino lo que él pensaba en la afirmación y en la crítica. Es ahí donde se encuentra, a mi juicio, la raíz del error en la lectura de Palomino a mi artículo. Es por ello, que escribí esta réplica.

De todas maneras, mi agradecimiento por la lectura de Ángelo Palomino, que motiva a seguir reflexionando sobre estos asuntos que siguen siendo relevantes, política y espiritualmente, a la hora de pensar y vivir en el Chile actual.

Luis Pino Moyano, Licenciado en Historia con mención en Estudios Culturales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

 


[1] Rosaria Butterfield. Pensamentos secretos de uma convertida improvável. Brasília, Editora Monergismo, 2013, p. 25.

[2] Jonathan Muñoz (coordinador). Ni un centímetro cuadrado. Una introducción al pensamiento reformacional. Santiago, Libros de Teología Ediciones y Fe Pública, 2021.

[3] Luis Pino. “Pensar, vivir y trabajar con los ojos puestos en el Soberano. Una lectura a Abraham Kuyper”. En: Ibídem, pp. 18-41.

[4] Ángelo Palomino. “Una propuesta de soberanías para nuestra realidad y vida pública. Reseña del libro ‘Ni un centímetro cuadrado. Una introducción al pensamiento reformacional’”. En: Estudios Evangélicos. http://estudiosevangelicos.org/una-propuesta-de-soberanias-nuestra-realidad-y-vida-publica-resena-del-libro-ni-un-centimetro-cuadrado-una-introduccion-al-pensamiento-reformacional/(Consulta: 29 de abril de 2022).

[5] Abraham Kuyper. O problema da pobreza: a questão social e a religião cristã. Rio de Janeiro, Thomas Nelson Brasil, 2020, pp. 119-121 (Traducción propia, al igual que todas las demás tomadas de dicho libro). Véase también la traducción al inglés: Abraham Kuyper. Christianity and the class struggle. Grand Rapids, Piet Hein Publishers, pp. 39-41.

[6] Pino. Op. Cit., pp. 36-37. Las citas de Kuyper son tomadas del libro referido en la nota anterior en las pp. 120, 128, 133, 134. La cita del otro autor corresponde a: Guilherme de Carvalho. “Préfacio”. En: Kuyper. Op. Cit, p. 16.

[7] Pino. Op. Cit., p. 34.

[8] De Carvalho. Op. Cit.

[9] Lucas G. Freire. “Epílogo”. En: Kuyper. Op. Cit, p. 156.

[10] Véase: Cristina Moyano. “La historia política en el bicentenario: Entre la historia del presente y la historia conceptual. Reflexiones sobre la Nueva Historia Política”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades. “Historia conceptual y lenguaje político. Debates teóricos y estudios de caso”. Departamento de Historia Universidad de Santiago de Chile, Volumen 15, Nº 1, 2011.

¿Por qué escribir sobre Kuyper en el Chile del siglo XXI?

Cuando soñamos con crear el Núcleo de Estudios Fe Pública, nos propusimos como uno de nuestros objetivos el difundir el pensamiento reformacional y, junto con ello, pensar en dicha clave el momento presente. Esas dos ideas estuvieron muy presentes en mi mente cuando escribí el artículo “Pensar, vivir y trabajar en la sociedad con los ojos puestos en el Soberano. Una lectura a Abraham Kuyper”, para el libro “Ni un centímetro cuadrado. Una introducción al pensamiento reformacional”.

En ese afán es que me propuse, pensando primariamente en lectores del amplio mundo evangélico, realizar, en primer lugar un esbozo biográfico de Kuyper, retratándolo en múltiples facetas, para luego explicar algunos ejes temáticos de su producción, tales como: la posibilidad del calvinismo como cosmovisión (una visión del mundo y un sentido de la vida), el aporte del concepto de soberanía de las esferas, las nociones de democracia-derechos-y-justicia, y la expresión de una política en tanto acto concreto de espiritualidad que no pierde de vista al Soberano: Jesucristo. Esa es para mi la idea fuerza más profunda de Kuyper: El soberano no es la esfera, un sujeto o una institución, el soberano en sí, por sí y para sí dentro de esta visión del mundo y de la vida es el Señor Todopoderoso. Nada ni nadie está sobre él. Si esto se pierde de vista, se termina generando una concesión a visiones secularizadas que reclaman la autonomía, sea de individuos o de colectivos sociales. Y esa concesión no sólo es teórica, sino, por sobre todo, espiritual (cita directa de mi artículo). 

Y es aquí donde me parece relevante, en medio de una coyuntura electoral, recordar que el neocalvinismo se erigió en respuesta tanto a los ideales de la Revolución Francesa como al pensamiento liberal en sus múltiples vertientes (política, filosófica, económica, teológica) y al incipiente movimiento socialista. Y allí las preguntas caen de cajón: ¿Ante cuales revoluciones del presente el neocalvinismo lanzará su crítica? ¿Cuál será su propuesta para el presente? En todo ello, la tarea será más que ardua. Lo que sí puedo señalar, a modo de spoiler de mi propuesta interpretativa de la obra kuyperiana, es que en el pensamiento y acción políticos reformacionales no hay cabida para el totalitarismo ni el individualismo ni el mercantilismo ni el clericalismo.

A su vez, estamos en el mundo cristiano en medio de las celebraciones de Adviento, que no sólo nos hacen prepararnos para la navidad, sino que nos recuerdan nuestra condición de peregrinaje y extranjería en la tierra, mirando hacia el futuro trazado por Cristo. Kuyper, en noviembre de 1891, en la inauguración del Congreso Socialcristiano señaló: “Surgió una luz en Belén y se percibió en el Gólgota un grito de alguien muriendo y despertando una nueva esperanza para el pueblo. No una esperanza como es vista en los moldes de hoy, en la cual quieren hacer del Cristo de Dios un reformador social. Salvador del mundo es su título de honra. Un cargo mucho más sublime, superior y rico”*. En medio de contingencias como las que vivimos en Chile hoy, y que venimos viviendo desde hace dos años, treinta años y hasta cincuenta años, quienes somos creyentes cristianos, más allá de nuestras opciones políticas y electorales, válidas y legítimas si son hechas libremente y en conciencia de virtudes y limitaciones proyectuales, hacemos bien en no olvidar que la esperanza que no defrauda se encuentra en aquél que nació en Belén. Eso es lo que nos hermana y no otra cosa. Y esa rehabilitación de la “amistad cívica” en la pluralidad de voces en diálogo, será, sin dudas, una importante contribución al debate público que nuestros lectores y lectoras no creyentes agradecerán. 

Luis Pino Moyano.

* Abraham Kuyper. O problema da pobreza: a questão social e a religião cristã. Rio de Janeiro, Thomas Nelson Brasil, 2020, p. 105 (traducción propia).

 


Dato para conseguir el libro:

[Registro Audiovisual] Coloquio latinoamericano a cien años del fallecimiento de Abraham Kuyper.

Hace cien años atrás, un día 8 de noviembre de 1920, fallecía en Países Bajos el distinguido primer ministro, teólogo y pastor Abraham Kuyper. Fue tal el alcance de su obra y pensamiento, que su legado perdura hasta nuestros días, sobre todo en las discusiones académicas sobre cristianismo y vida pública en países como Holanda y Estados Unidos.  

Pero también su escuela de pensamiento está cultivándose cada vez más en Latinoamérica. En vista de ello, como Núcleo Fe Pública quisimos realizar un coloquio latinoamericano a los para conversar sobre la recepción de su obra y pensamiento en México, Brasil, Chile y también fuera de las fronteras reformadas, en el mundo pentecostal y neopentecostal. El evento se realizó el jueves 19 de noviembre.

Comparto acá las ponencias realizadas, siguiendo el orden según aparecen en el afiche (también están disponibles Facebook e Instagram). 

Primeras lecturas al libro «Una dignidad despierta. Reflexiones evangélicas sobre el octubre chileno».

El 14 de septiembre del año pasado realizamos nuestra primera actividad como núcleo. Teníamos pensado continuar con calma y lanzarnos al espacio público con el nombre de nuestro núcleo, “Fe Pública” a la par de nuestro primer libro, que terminará siendo el segundo, y que buscará presentar a cinco autores reformacionales fundamentales: Kuyper, Dooyeweerd, Wolterstorff, Plantinga y Goudzwaard, en el pos de acercarlos y leerlos para Chile y América Latina del siglo XXI, y no en pos de copias ahistóricas. Pero llegó el 18 de octubre de 2019, un día que como diría Paul Ricoeur tiene la fuerza de un “hito monstruo” que nos modificó en la cotidianidad, en nuestra forma de mirar el tiempo histórico y la sociedad, junto con la vida en la ciudad y por supuesto la práctica de nuestra fe. En ese contexto, creímos que lo más pertinente era hablar de verdad, de escucharnos de verdad y hacer el esfuerzo, también, de pensar de verdad.

«Los artículos del libro “Una dignidad despierta. Reflexiones evangélicas sobre el octubre chileno”, fueron escritos sin exagerar, en medio de una de las crisis más grandes vividas en la historia política chilena, fueron realizados desde el anhelo de la paz de la ciudad en la que nos toca vivir (Jeremías 29:7), y con la clara conciencia que no podíamos embobarnos con un sentido de urgencia que nos hiciera perder de vista lo realmente importante, a saber que Cristo es Señor de todo, y que sólo Él tiene el poder de hacer nuevas todas las cosas. Él hace que el mundo, con sus sombras y muerte, sean el “teatro de la gloria de Dios” (Calvino), porque Él guía la historia hacia su consumación, en los que la dignidad y la justicia serán más que un anhelo y un eslogan. 

Este primer libro del Núcleo Fe Pública, a un año de los hechos del octubre chileno, viene a ser un testimonio histórico de lo que un grupo de evangélicos pensábamos en esos días. Pues esto forma parte de nuestra misión: ser un espacio de encuentro entre cristianos evangélicos dedicados a trabajar desde el pensamiento reformacional en colaboración y comunidad, anhelando, imaginando, pensando, diseñando y haciendo esfuerzos conjuntos que faciliten la manifestación del Reino de Cristo y permitan su mayor visibilidad en todos los ámbitos de la realidad creada» (De la presentación del mismo libro).

Pronto, les invitaremos a una nueva lectura, aquella del libro que sería el primero y terminó siendo el segundo. Una maravillosa analogía de la vida de quienes buscan hacerse de los primeros lugares y no terminan como quisieran. Pues como canta un bello himno protestante: “morirán los señores del mundo, mas su reino no acaba jamás”.

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1. Presentación del libro.

2. Reseñas del libro.

Reseña de Fabián Bravo en Lupa Protestante.

Reseña de Juan Pablo Espinosa en Estudios Evangélicos.

Reseña de Jean Paul Zamora en Pensamiento Pentecostal.

3. Podcast de Imagen Bautista.

¡Que arda la iglesia!

“La única iglesia que ilumina es la que arde”, junto a otros gritos que esparcían su malestar y rabia contra la iglesia y la imagen de Dios (algunos irrepetibles, por quienes somos creyentes, aunque los dijésemos entre comillas), fue uno de los eslóganes producidos por los anarquistas españoles de la primera mitad del siglo XX, quienes, huelga decirlo, fueron muy influidos por el cientificismo positivista. El anarquismo español fue el más laicista y anticlerical de dicha expresión política, y el que por razones idiomáticas y de redes organizativas, influyó más en América Latina. No por nada, dichas consignas han vuelto a aparecer, y a expresarse en la realidad concreta, en las escenas iconoclastas del reventón social de octubre y noviembre de 2019, y quizá por cuánto tiempo más. 

Como protestante de raigambre reformada, no creo en la existencia de lugares sagrados y profanos, en una separación binaria que olvida que Cristo es Señor de todo. Pero, eso no obsta para que las acciones iconoclastas, de quema de templos y bandalización de los mismos, sea del todo repudiable y lamentable. E insisto, no por el lugar ni por los objetos, sino porque lo único que muestran estos actos, es a personas que enarbolan las banderas de la libertad, pero que sólo refieren a una emancipación que es ensimismada e individualizada, construyendo un conservadurismo y moralidad, contradictoriamente semantizados como progresistas. Buscan destruir a Dios y las religiones, pero terminan levantando otro altar, el de sus egos y de sus verdades relativas e individuales que desechan la posibilidad de dialogar en sociedad y aceptar las diferencias, y los afectos de personas que construyen sus propias redes sociales al alero de una comunidad eclesial. Bajo la misma lógica, esa religión secularizada, también debería arder. 

Pero quisiera re-dirigir mis palabras a otro asunto, resemantizando el eslogan, dándole otro significado y contenido. Uno que me permita gritar a voz en cuello y a desear con todas las fuerzas de las que tengo posibilidad: “¡Que arda la iglesia!”. Sí, que arda la iglesia. 

La iglesia tiene que arder, sobre todo, para que en un momento inicial podamos: a) quemar la inmoralidad del abuso de poder, expresado en maltratos económicos, eclesiales y de índole sexual; b) quemar la indecencia del enriquecimiento ilícito, amparado en “bancos celestiales” presididos por el dios del consumo al que no se le ofrenda, sino que se le pacta en lógica de oferta y demanda; y c) quemar la indolencia frente a la injusticia social, lo que se traduce en prácticas que van desde una actitud carente de misericordia frente a la pobreza y desamparo de nuestros prójimos, el desalojo de una ética cristiana fuera de la esfera eclesial y, en el peor de los casos, reproducir las acciones pecaminosas de otros bajo la excusa barata de un “todos lo hacen”. Mientras no reconozcamos la responsabilidad por comisión u omisión de nuestras comunidades cristianas, coadyuvando al malestar de cientos y miles de conciudadanos, seguiremos marcando el paso con un mensaje carente de sentido para el aquí y el ahora. El cristianismo lucha contra nuestra falta de realidad [1]. Seguimos a un Señor y Maestro, Jesús de Nazaret, que recorría las aldeas y ciudades predicando y enseñando el evangelio del Reino y, a la vez, sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo (Mateo 9:35). Cristo se compadece de quienes tienen hambre y carecen de pastor (Mateo 9:36), sana a los enfermos, toca a quienes son inmundos ceremonialmente (Mateo 8:1-3), conversa con aquellos que son considerados los parias de la sociedad (Lucas 19:1-10; Juan 4:1-42) y celebra asegurando que la fiesta no termine antes de tiempo (Juan 2:1-12). 

La iglesia tiene que arder en su tarea en el mundo. Juan Calvino, cuando definía a la iglesia señalaba que se trata de: “toda la multitud de hombres esparcidos por toda la Tierra, con una misma profesión de honrar a Dios y a Jesucristo; que tienen el Bautismo como testimonio de su fe; que testifican su unión en la verdadera doctrina y en la caridad con la participación en la Cena; que consienten en la Palabra de Dios, y que para enseñarla emplean el ministerio que Cristo ordenó” [2]. Probablemente, en esta definición nuestra vista se vaya rápidamente a los actos litúrgicos y de conocimiento escritural mencionados por el teólogo francés, pero esas tareas sólo pueden ser desarrolladas de manera consistente, sí y sólo sí, la iglesia es entendida como comunidades que están “esparcidas por el mundo”. Es mientras que la iglesia institucional y la orgánica (nosotros, los creyentes, somos la iglesia), caminamos en medio del espacio geográfico que nos toca, que cumplimos nuestra tarea de hacer discípulos, de integrar a nuevos miembros y de enseñar la Palabra de Dios, junto con la tarea de colaborar con la extensión del Reino de Dios que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo (Romanos 14:17), y con nuestras manos, en el trabajo que desarrollamos en el día a día, produciendo bienestar para quienes son beneficiarios de lo que hacemos [3]. El pastor y misionero David Trumbull, señaló en 1879 que: “Aún aquí en las repúblicas Sud-americanas hay síntomas que indican semejantes tendencias de romper con las tradiciones erróneas del pasado, de emplear la razón y de escudriñar las escrituras. Esparcidos rayos de luz indican, esperanzadamente, la proximidad del alba aún en Chile. El sol de justicia de Dios está trepando las cimas de los Andes, y creemos que no estará distante el día de la regeneración religiosa de la nación chilena. Cuando el clero del país dirija sus miradas al cielo y no a Roma; cuando estas iglesias descansen sobre Jesucristo, la Piedra viva, verdadera y divina, y no sobre concilios ambiciosos y sectarios; y cuando el pueblo chileno lea y estudie la Biblia para conocer y obedecer la revelada verdad de Dios en Cristo; entonces se verá una reformación, saludable y permanente en el sentido del verdadero cristianismo” [4]. La esperanza de Trumbull no estaba en un cambio constitucional ni en la relación estratégica con liberales, radicales y masones -aunque ambas cosas podrían haber sido necesarias en dicha época-, sino en Jesucristo y en el avance de la misión sostenida por el Señor hasta el fin. La luz del evangelio debe iluminar en medio de la oscuridad, con la proclamación fiel de la Palabra de Dios, y además, en la muestra de amor al prójimo que se manifiesta en prácticas de justicia y misericordia, y en el trabajo realizado con responsabilidad, distintivo cristiano y excelencia. Disociar esas tareas evangélicas, presenta una mirada parcial y débil del evangelio mismo, y diluye el entendimiento de su alcance y poder de transformación. 

La iglesia tiene que arder en la esperanza escatológica, la que se fundamenta en la obra de aquél que ni la tumba pudo retener, y no radica en un mero cambio social, sea del tinte político que sea. Un día todas las tiranías y todos los reinos de la tierra caerán, pero el reino de Cristo, el Señor en quien debe estar nuestra esperanza y fe, prevalecerá para siempre. Nuestra esperanza está en Cristo. ¡Él consumará la historia! ¡Él construirá la verdadera justicia! ¡Él construirá la paz! ¡Él establecerá el lugar en el que su pueblo podrá encontrarse de manera plena con Dios, con el prójimo y con la buena creación de Dios! Ningún hombre o mujer puede lograr aquello. Todo eso, no implica quietismo ni pacifismo, sino que entiende equilibradamente nuestro papel y el de Cristo. El “venga tu reino” y “hágase tu voluntad”, van de la mano, en el Padrenuestro (Mateo 6:10). Nuestra esperanza no está en lo que tú y yo podemos hacer. No está en nuestros bienes y profesiones temporales. No está en que te libres cuidándote sólo a ti y no preocupándote de quienes te rodean. La esperanza que no defrauda está en Cristo. En lo que Él hizo por ti y por mi en la cruz, en la herencia eterna que nos trae su salvación, en el amor que nos provee en los rostros y las manos de una comunidad. Cristo lo hizo todo, y él llevará su plan perfecto hasta el fin. ¿De dónde proviene, entonces, nuestro amor y justicia? Tienen que venir de Cristo. No nos dejemos dominar por los discursos de nuestra época. El evangelio debe ser el fundamento. No hay amor verdadero que no se sustente en Dios. No hay justicia social verdadera que no se sustente en Dios. No hay valoración de la vida humana que no se sustente en Dios. No hay paz verdadera y perdurable que no se sustente en Dios. ¡En él debemos poner nuestra mirada hoy! (Véase sobre esto último el Salmo 145).

La iglesia tiene que arder en el amor a quienes profesan la misma fe. La iglesia es, por definición, la comunidad de los distintos que han sido unidos por la gracia de Dios, el único lugar del mundo en el que pueden y deben convivir aquellos que fuera de su marco jamás se habrían juntado ni, mucho menos, amado. Por tanto, la iglesia no es lugar para la arrogancia, para creerse mejores que los otros. Todos fuimos comprados al mismo precio, a saber, la sangre preciosa de Jesucristo en la cruz (1ª Pedro 1:18-20). Somos cristianos por encima de cualquier cosa. Somos de Cristo, eso es lo que marca nuestra existencia y nuestras relaciones con los demás. En Cristo, somos uno (Efesios 2:11-22; 4:1-16). Y si tenemos como mayor cualquier cosa ocurrida en el país en el devenir histórico, a un actor político del pasado o del presente o un determinado principio filosófico-político-o-económico, y eso obstaculiza nuestra relación de hermanos con otros creyentes, estamos poniendo una cosa insignificante en lugar de Cristo, como señor y dios de la vida, sustituyendo a la fuente de agua viva por cisternas rotas que no retienen agua (Jeremías 2:13). Si amamos más un determinado proyecto político que a nuestro propio hermano, como lo mandata la Escritura, no estamos siguiendo uno de los principales mandamientos de quienes seguimos a Jesús (Juan 15:17; 1ª Juan 4:7,8,20,21).

La iglesia tiene que arder en la búsqueda y práctica de una espiritualidad bíblica, en una genuina pentecostalidad de la iglesia. El anhelo por ser llenos del Espíritu Santo no es ni debe ser patrimonio de las comunidades de nuestros hermanos pentecostales, sino de todo el pueblo de Dios. Las palabras de Kuyper deben ser un llamado a nuestras conciencias: “A menos que Dios envíe su Espíritu, no habrá ningún cambio, y espantosamente rápido descenderán las aguas. Pero ustedes recuerdan el Arpa Eólica que a los hombres les gustaba poner fuera de sus ventanas para que la brisa pudiera convertir la música en vida. Hasta que el viento soplaba, el arpa permanecía en silencio; mientras que, nuevamente, a pesar de que el viento soplaba, si el arpa no se hallaba lista, un susurro del viento podía oírse, pero ni una nota de música etérea deleitaba el oído. Ahora bien, puede que el calvinismo [y sin duda, a mi juicio, la apelación al calvinismo, podría sustituirse por la fórmula “todo el cristianismo bíblico e histórico”] no sea otra cosa sino un arpa eólica –absolutamente impotente, por así decirlo, sin el avivamiento del Espíritu de Dios- pero aún sentimos que es nuestro deber impuesto preservar nuestra arpa y sus cuerdas entonadas correctamente, lista en la ventana de la Sión Santa de Dios, esperando el aliento del Espíritu” [5]. Sólo el Espíritu Santo tiene la posibilidad de transformar nuestros corazones, es decir, nuestros intelectos, emociones y voluntad (Romanos 8:1-17). Sólo el Espíritu Santo producirá la fuerza vitalizadora para que la iglesia esté compuesta de testigos fieles del evangelio (Hechos 1:8) y viva de acuerdo a la Palabra de Dios. Sólo el Espíritu Santo nos guiará a la verdad y a la justicia (Juan 16:13). La iglesia tiene que arder de rodillas, orando, orando mucho. Esa oración, con la Biblia abierta y en nuestros corazones, marcará la agenda a seguir, aún en medio de las convulsiones sociales  o crisis personales y colectivas que podemos vivir.

Sí, que arda la iglesia… 

Luis Pino Moyano.

 


 

[1] Quien mejor apela a esta falta de realismo del cristianismo contemporáneo, a mi juicio, es Francis Schaeffer. Véase: Francis Schaeffer. Huyendo de la razón. Barcelona, Ediciones Evangélicas Españolas, 1969; y, Francis Schaeffer. La Iglesia al final del siglo XX. Barcelona, Ediciones Evangélicas Españolas, 1973. 

[2] Juan Calvino. Juan Calvino. Institución de la Religión Cristiana. Libro IV, Capítulo 1, Nº 7. Rijswik, Fundación Editorial de Literatura Reformada, 2006, p. 811.

[3] Soy tributario acá de la propuesta de Timothy Keller. Véase: Timothy Keller. Iglesia centrada. Miami, Editorial Vida, 2012, pp. 263-406.

[4] La Piedra viva, verdadera y divina. Valparaíso, 30 de agosto 1879, año VIII, Nº 29, p. 182. 

[5] Abraham Kuyper. Conferencias sobre el calvinismo. Una cosmovisión bíblica. San José, Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas, 2010, p. 252. Corresponde a la Conferencia “El calvinismo y el futuro”.

¿Qué es Fe Pública? ¿Qué estamos haciendo?

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En agosto de este año comenzamos a trabajar para dar vida a un núcleo de estudios llamado “Fe Pública”. Este espacio reúne a cristianos de distintos horizontes disciplinarios y que tiene por finalidad la articulación, desarrollo y aplicación del pensamiento reformacional a diversas áreas del saber y quehacer humanos. Tenemos como misión, ser un espacio de encuentro entre cristianos evangélicos dedicados a trabajar desde el pensamiento reformacional en colaboración y comunidad, anhelando, imaginando, pensando, diseñando y haciendo esfuerzos conjuntos que faciliten la manifestación del Reino de Cristo y permitan su mayor visibilidad en todos los ámbitos de la realidad creada.

Integramos este núcleo de estudios: 

  • Luis Aránguiz Kahn. Licenciado en Letras con mención en Lingüística y Literatura Hispánicas, Pontificia Universidad Católica de Chile, y Magister en Estudios Internacionales USACH; 
  • Luis Pino Moyano, Licenciado en Historia con mención en Estudios Culturales Universidad Academia de Humanismo Cristiano; 
  • María Jesús Cordero, Abogada, Licenciada en Derecho Universidad Católica de la Santísima Concepción, Chile, y estudiante del programa de Master en Ciencias de las Religiones y Sociedades Universidad de Artois, Francia; 
  • Jonathan Muñoz, Licenciado en Teología Seminario Teológico José Manoel da Conceição, Brasil; 
  • Gonzalo David. Licenciado en Teología Seminario Teológico Presbiteriano, Chile, y estudiante del programa de Master en Teología Facultad de Teología Protestante de París, Francia; y,
  • Javiera Abarca, Licenciada en Filosofía Universidad Alberto Hurtado.

En este período de marcha blanca hemos organizado un conversatorio, titulado “Fe Pública: la vigencia del pensamiento reformacional para Latinoamérica, en el que presentamos introducciones a pensadores reformacionales clásicos y contemporáneos: Abraham Kuyper y Herman Dooyeweerd; Alvin Plantinga, Nicholas Wolterstorff y Bob Goudzwaard. Puedes ver más detalle de estas actividades, haciendo clic aquí. Luego, hemos participado junto a otras organizaciones misionales y de trabajo estudiantil dos conversatorios titulados “Hablemos de verdad”, en los que miembros de nuestro núcleo han participado en la reflexión sobre la situación crítica del país, teniendo como marco teórico el pensamiento reformacional.

De todos estas instancias, o de manera periférica a ellas, han surgido una serie de textos, que han sido publicados en la revista virtual “Estudios Evangélicos”: Los comparto a continuación:

a. Sobre propuestas reformacionales:

Luis Pino. El neocalvinismo, el ser humano, sus derechos y un mundo posible. 

Gonzalo David. Wolterstorff, pensamiento reformacional y matrimonio entre personas del mismo sexo. 

b. De los conversatorios “Hablemos de verdad”. 

Jonathan Muñoz. Una primera reflexión evangélica acerca del octubre de 2019 en Chile. 

Luis Pino. Ni zelotes ni herodianos. Por una alternativa cristiana de paz activa. 

Javiera Abarca. Guarda tu espada.

Gonzalo David. Calvinismo, crisis social y violencia.

Jonathan Muñoz. Fundamentalismos sin ortodoxia: La tragedia del neoconservadurismo evangélico. 

c. Actualidad nacional. 

Jonathan Muñoz. ¿Qué debemos hacer primero los cristianos ante la injusticia? 

Luis Aránguiz. ¿Podemos los evangélicos pensar un país? 

d. Traducciones de textos.

Bob Goudzwaard. Resistencia cristiana a la cultura de guerra neoliberal. 

J. A. Schlebusch. La escatología política de Groen van Prinsterer y su impacto en el conservadurismo político estadounidense. 

e. Lecturas recomendadas.

Varios autores. Chile despertó: lecturas recomendadas para una vigilia cristiana. 

Te dejamos invitado a que revises nuestra página en Facebook, a la que puedes acceder haciendo clic aquí, donde podrás encontrar más información en el tiempo, de nuevos artículos y actividades publicadas. 

Cordialmente, Luis Pino Moyano. 

[Registro Audiovisual] Coloquio “Una Fe Pública”.

El sábado 14 de septiembre realizamos un coloquio titulado “Una Fe Pública. La vigencia del pesamiento reformacional de A. Kuyper, H. Dooyeweerd, N. Wolterstorff, B. Goudzwaard y A. Plantinga”. La actividad fue maravillosa y tuvo aspectos sorprendentes. Comenzaba a las 9:00 hrs. de un día sábado, previo a una de las festividades más importantes del país. No obstante, unas cuarenta personas se acercaron a las dependencias del Centro de Literatura Cristiana, en Amunátegui 57 de Santiago, ávidos de aprender en el diálogo sobre pensamiento reformacional. De verdad, emocionante. Con gran alegría podemos decir que éste es el comienzo de varias cosas que vendrán, con la ayuda del Señor de todo. 

Comparto acá los vídeos de las dos mesas de ponencias:

  • La primera mesa abordó a dos pensadores clásicos del neocalvinismo: Abraham Kuyper y Herman Dooyeweerd, con ponencias mía y del Pr. Jonathan Muñoz. 

 

 

Opción de escuchar audio:

  • La segunda mesa abordó a pensadores más recientes: Gonzalo David habló sobre Nicholas Wolterstorff, Javiera Abarca sobre Alvin Plantinga y Luis Aránguiz sobre Bob Goudzwaard. 

 

 

También puede escucharse el audio:

Estén atentos a la página de Estudios Evangélicos y a su red en Facebook, pues se seguirán compartiendo artículos sobre esta temática e informando de nuevas instancias de reflexión que rescata y lee para el presente la propuesta reformacional.

 

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* Los podcast pueden escucharse y ser descargados desde la plataforma Ivoox, haciendo clic aquí.