Todo es personal.

Una de las tantas escenas de la película “El Padrino” que se han transformado en icónicas, es aquella en la que la Familia está reunida luego del intento de asesinato de Don Vito Corleone. No sólo una vez lo habían intentado, disparándole mientras compraba frutas de manera previa al regreso a su casa, sino que quisieron hacerlo mientras yacía en el hospital. El día y la hora señalados, en que el hospital había sido vaciado, llegaron al lugar, pero estaba Michael, el hijo menor de Don Vito, quien no había sido incluido en las acciones de la mafia, para defender su vida. En dicha ocasión, un viejo y avezado policía que trabajaba clandestinamente para otro Don, McCluskey, le dio un golpe a Mike con tal fuerza, que deformó su cara. Es luego de esto que se da dicha reunión de la Familia. El silencioso Mike comienza a tomar un protagonismo que se denota incluso en un cambio de su voz y de sus ademanes. Él señala que la única posibilidad que tiene la Familia para sobrevivir es matar a Sollozzo y a McCluskey para que luego, junto a otras acciones armadas y comunicacionales, volver a un escenario de beligerancia, al estilo de una “paz armada”. Sonny, el hermano mayor, y Tom Hagen, el Consiglieri de la Familia e hijo putativo de Don Vito, tratan de convencer a Mike para que aminore sus deseos de venganza, porque llevar las cosas a lo personal nublaría la razón. Mike insiste, y señala una de las frases más célebres de la película: “Nada personal, Sonny. Es estrictamente de negocios”. Y así, hasta el día de hoy, muchas personas repetimos la fórmula de “Nada personal, sólo cuestión de negocios”. 

Si bien es cierto, la narración fílmica de Francis Ford Coppola, contó con la autorización de Mario Puzo, la novela pone en la palestra un habla distinto, y con ello, una lógica diametralmente diferente. En el libro, Tom encuentra que hay razón en lo que Mike está planteando, pero trata de insistir que no hubo nada personal en el golpe que McCluskey le había propinado. Allí, el hijo menor de Don Vito y quien le sucedería como Padrino, señaló: “-Mira Tom, no te equivoques. Todo es personal, incluso el más simple y menos importante de los negocios. En la vida de un hombre todo es personal. Hasta eso que llaman negocios es personal. ¿Sabes quién me enseñó eso? El Don. Mi padre. El Padrino. Si alguien perjudica a un amigo suyo, el Don lo toma como una ofensa personal. […] A las personas que consideran los accidentes como insultos personales, no les ocurren accidentes”*. La idea del “nada es personal” es performática, una posición frente al resto de las personas, ya sea por virtudes que parecen en desuso en el tiempo presente, a saber, la cortesía y la precaución. Consiste en el intento de tratar de mantener la cabeza fría cuando el corazón no ha dejado de arder. 

No había leído la novela de Puzo hasta el año pasado. Sólo había visto la película. Y no puedo dejar de decir que concuerdo con su planteamiento narrativo. Cuando comencé la aventura bloguera en 2006 y decidí comenzar una nueva, se trataba de un esfuerzo vital y, por ende, personal. Los blogs son bitácoras virtuales del viaje de la vida, que quieren constituir en un presente constante los recuerdos y reflexiones de un tiempo. Si bien es cierto, en este blog he tratado siempre de decir lo que pienso no sólo como un acto racional sino también con emociones, en la tarea de sentipensar la realidad, son pocos los posts que uno podría denominar personales al estilo de una bitácora de viajes. Éste será uno.

Cuando pienso en que todo es personal, pienso en las relaciones humanas, en las que la indiferencia nunca es la opción. En las que uno se alegra, se entristece, se enoja, se asombra. En las que se lucha por un mejor devenir para uno y para el resto. Pienso en las personas que se ama por las que “se gasta la vida y más”, como diría una canción de un grupo penquista de rock. Pienso en una crianza en la que no puede buscarse algo más relevante que el apego, que hace que el desarrollo, la responsabilidad, la autonomía, vayan creciendo con el avance de la vida, y que por eso, es un mínimo ético una paternidad presente. Pienso en la amistad y esa lealtad que hace que cuando se escucha hablar mal del otro las opciones sean irse del lugar y/o defender a la persona con quien se tiene ese lazo. Pienso en mi trabajo como profe, en el cual hago todo mi esfuerzo por entregar conocimientos significativos y busco propiciar el desarrollo de habilidades, pero sin perder de vista que si hay algo de lo cual mis estudiantes nunca olvidarán es cómo fui con ellos como persona. Porque se puede ser genial en lo que se hace, con una solidez y corrección teórica, pero una persona con sentimientos sucios, con intenciones dañinas respecto del resto. 

¿Qué más personal que cubrirse las espaldas por un acto de lealtad? ¿Qué más personal que asumir el compromiso de buscar el bien del otro aunque el presente común sea una mierda? ¿Qué más personal que el acto de dejarse de creer el centro del universo para escuchar activamente al otro, en sus problemas, y no esperar el turno para ampliar el soliloquio? ¿Qué más personal que encontrarse presencialmente, abrazar y romper la lógica zoom de la distancia higienizada?

Este tiempo duro ha sido el de una explicitación más radical de la idea del Mike de la novela: “Todo es personal”. Porque lo personal no se mide solamente en los momentos gratos de la vida, o en el banquete opíparo de una mesa compartida, sino cuando las papas queman, cuando se sufre, cuando hay dolor, llanto, fracaso. 

Si no se vive así, ni siquiera es negocio. Es puro individualismo.

Luis Pino Moyano.

* Mario Puzo. El Padrino. Bogotá, Penguin Random House Grupo Editorial, 2018, pp. 203, 204.

Jani Dueñas, el envejecimiento y la incapacidad de escuchar.

Siendo muy honesto, lo que más esperaba del Festival de Viña eran las presentaciones de Stand Up de Felipe Avello y de Jani Dueñas. Creo que son los mejores representantes de ese género, y lo sigo sosteniendo. A pesar de lo que ocurrió hace un rato atrás. Jani Dueñas no hizo una buena elección de su rutina, por el tipo de escenario y el tipo de público. La introducción donde se presentó fue muy larga, y cuando dijo que era una voz de 31 minutos, faltó un guiño más claro a Patana, cosa que podría haberle ayudado.

Pero hay otros hechos que no deben ser soslayados:

1) A mi juicio, lo más relevante del stand up es que es una representación, no una sesión de “cuenta chistes”, por lo que lo importante es la historia global que se cuenta y no los remates al final de pequeñas historias;

2) La historia que Jani Dueñas obedecía al relato del envejecimiento y lo difícil que es ser mujer en nuestra sociedad y más aún “vieja”;

3) Una clave del stand up es que debe ser escuchado y aquí no hubo escucha, sino pifias y gritos que faltan el respeto al trabajo de una de las dos artistas chilenas que se presentan en este escenario; evidentemente, los nervios la terminaron conteniendo y haciendo poco agradable su permanencia en el escenario, con la dosis de morbo que esto genera;

4) Las comparaciones no pueden ser hechas, por ejemplo, con la presentación de anoche de Dino Gordillo y sus “chistes repetidos que causan risa igual”, sino con otras presentaciones: en mi opinión, la última rutina festivalera de Coco Legrand es un buen ejemplo de lo señalado, pues no causó la misma hilaridad de ocasiones anteriores, pero presentó un espectáculo contundente. Aquí no hubo contundencia, porque no hubo desarrollo y no hubo desarrollo porque no hubo escucha.

5) Las opciones sociales y políticas de un/a artista no deben ser una pared que nos impida escuchar. La evaluación del arte mide la correspodencia entre cosmovisión del artista y su discurso, y no sólo la lectura desde mi propia cosmovisión.

6) El tema del envejecimiento, que por lo visto hoy en el escenario de Viña no prende, es sumamente relevante de ser tenido en cuenta. Los viejos en Chile no viven la alegría que la palabra “jubilación” enuncia. Como diría mi bisabuela Francisca Rivera, “la vejez es sola, fea y hedionda”. Debemos pujar para que esa no siga siendo la realidad. Lo seguirá siendo si imponemos un tabú.

No deseo finalizar sin decir algo sobre el envejecimiento en la lógica de Facebook. Antes de que comenzara la presentación de Jani Dueñas repliqué en dicha red social una expresión de buenos deseos que había publicado en Twitter. En medio de la rutina, varias personas no sólo comentaron la rutina, desde sus diversos prismas -cosa que me parece respetable-, sino también se burlaron de lo que yo planteé. Esa vejez del corazón es tan lamentable como la representación trunca de Jani Dueñas. Y también surge de la incapacidad de escuchar o leer lo que se dice. 

Luis Pino Moyano.

Facebook.

Sí, soy un usuario muy asiduo de Facebook. Hablo desde esa realidad. Lo ocupo por varias razones: a) hoy día gran parte del acontecer noticioso y eventos de mi interés se promocionan por esta red social; b) me permite el contacto con personas que no puedo ver con facilidad en días, semanas, meses y años; c) me gusta la fotografía (sin ser pro, como varios de mis amigos en la red); d) me gusta compartir mis reflexiones, posts de mi blog, actividades de la iglesia, momentos jocosos, situaciones de vida alegres o reflexiones respecto de las difíciles; e) en la pulsión histórica, me gusta dejar registro (imaginen lo que significa el “un día como hoy” que nos proporciona una mirada del pasado reciente con tanta facilidad); y f) gran parte de las personas con las que trabajo en la iglesia son usuarios de la red, por lo cual el uso fundamental que le doy es de carácter pedagógico.

Quiero señalar políticas mías respecto del uso de Facebook que sostengo hasta el día de hoy: a) si a alguien le molesta, borro el post o mi comentario, agradeciendo siempre la crítica constructiva que logra percibir lo que yo no miro; b) sólo discuto con amigos de verdad, de carne y hueso, inclusive en los foros; c) si algo no me interesa o no me gusta, “cambio de canal” (muy pocas veces verán una notificación de “me enoja” mía en su red); y d) elimino y/o bloqueo a las personas que discuten sin escuchar, sobre todo aquellos que caen en la difamación.

Ah! y otra cosa que me parece pertinente decir: algunas personas me preguntan por qué publico las cosas que hago. La razón está lejos de la autopromoción. Sólo dos razones: a) el agradecimiento a quienes me invitan a dialogar con ellos, o por la linda experiencia que me toca vivir; y b) señalar que estoy haciendo algo, pues existe la tendencia muy difundida de que quienes trabajamos en la iglesia no hacemos nada, dormimos hasta tarde y suma y sigue (la clásica llamada a las 9:00 hrs. (¡o más!), que parte con la pregunta: “-¿te desperté?”).

Me llama mucho la atención el uso moralista que algunos le dan a la red. Hay personas, que sólo comentan cuando les molesta algo y jamás para una felicitación, o un apoyo en el momento que se necesita. Otros “pegan palos” que no podrían sostener jamás en público. Otros critican a los usuarios asiduos por su presencia amplia en la red, porque supuestamente serían ociosos, a lo que yo me pregunto: ¿y cómo saben del uso? ¿Será que son usuarios compulsivos aparentemente pasivos, ya que no publican nada en su muro, pero ven el de los demás?

Cierro este post explicativo de mi práctica facebookera con la siguiente reflexión más global, y que espero pueda servirte en tu uso de la red:

Facebook, en términos generales, es un juego que principalmente busca compartir emociones, fotografías, diálogos sencillos. Pero si se le ocupa con fines pedagógicos, políticos, religiosos, teológicos y demás debería tenerse muy presente lo siguiente:

a) presentar las ideas de la manera más clara posible; b) entender que no a todo lo que uno diga se le va a poner «me gusta», o se le escribirá un comentario; c) es más, habrá cosas que uno escriba que la gente no entenderá y pedirá explicaciones, o con las que no estarán de acuerdo, y expresarán ese disenso… la única alternativa es asumir y hacerse cargo de lo que se escribió sin delirio de persecución; d) uno tiene el derecho a cambiar de opinión (sólo la gente «bacán» es discípula de sí misma); e) si consideras que lo que otros comentan puede hacer daño a otras personas, no sólo borres lo que ellas escribieron, parte por moderarte tú (si eres cristiano, recuerda a Jesús diciendo «si tu mano te es ocasión de caer, córtala»… él no mandó a andar cortando las manos de los demás, y dejar a salvo la tuya); f) piensa en lo que el otro escribe, contextualiza, logra descubrir el estilo literario en que escribe, y siempre presupone la buena fe del otro, por lo menos, hasta que le conoces de verdad y no sólo en la apariencia; y g) si alguien dejó de ser tu amigo porque no le interesaba, no le gustaba, no estaba de acuerdo con lo que posteabas, y eso te duele: ¡reflexiona! esto puede haberse convertido en un ídolo que te quita la vida.

Disfruta, sonríe: esto es Facebook, no la vida. No lo conviertas en algo más importante de lo que es.

Luis Pino Moyano.

Neopuritanismo hoy.

Existe una tendencia dentro del mundo reformado a rescatar el aporte del puritanismo y alguno de sus exponentes, sean éstos históricos o algunos más contemporáneos, que tienden a ser portadores y resemantizadores de las propuestas originarias. Debo decir desde un comienzo que valoro profundamente el tremendo aporte a la teología y la práctica de los puritanos, manifestado en a) su apelación a la piedad que es fruto de la obra del Espíritu en nosotros, b) en el celo evangelístico, c) el amplio interés por la predicación fiel de la Palabra aplicada a la realidad de la iglesia; y d) la ligazón realizada entre avivamiento y justicia social. Creo que hay bastantes cosas que aprender de ellos y, por supuesto, adoptar, con las pertinentes adaptaciones al momento cultural nuestro, desde variables espacio-temporales.

De hecho, existen varios sujetos, algunos amigos entre ellos, que están realizando con mucho esfuerzo, inteligencia y devoción un rescate del puritanismo, y lo hacen teniendo en cuenta nuestra distancia histórica con ellos, junto con tener una mirada sustentada en el evangelio y en la rigurosidad histórica, que ve en ellos santos-pecadores, por ende, ajenos a un «mecanicismo puritano» que calca y copia. Dicho eso, quisiera manifestar algunas preocupaciones respecto de la reflexión y de la acción del reciente movimiento neopuritano.

  1. El flaco favor del neopuritanismo de Facebook.

Muchos «neopuritanos» de Facebook le hacen un flaco favor al movimiento de rescate de su tradición, generando la antipatía del resto, por su exceso de purismo productor de estructura anquilosante. Esto, porque si hubo algo que caracterizó a los puritanos fue su lucha por la libertad. Su “no conformismo” tenía a la Biblia como regla que actúa al modo de rieles en los que un tren puede moverse a toda velocidad y efectividad, y no como un ancla que detiene a un barco en un puerto. En el presente esa ancla es un conjunto de nimiedades que se transforma en el shibolet de la ortodoxia de lo aparente.

Súmese a ello, una serie de inventos actuales, como el de la salmodia exclusiva, pues si bien resulta evidente que los puritanos defendían el uso de salmos cantados en el culto, no hay ninguna prueba fehaciente del exclusivismo. Es decir, se usa un concepto ahistórico para dar «prueba de blancura» de una práctica cúltica, generando una entelequia que constituye a neopuritanos más puros que otros.

  1. El neopuritanismo como instrumento de consumo.

Me parece perjudicial para la práctica de la fe la venta del puritanismo como lo auténticamente reformado. Y hablo en concepto de mercado de venta, porque parte de su difusión ha logrado construir un producto con una amplia gama de consumidores conspicuos.

El puritanismo no es lo auténticamente reformado sino una de las tantas expresiones de lo reformado. La idea respecto de si acaso es la expresión más fiel de lo reformado puede ser debatida, según las propuestas de cada cual. A mi juicio, insistiendo en el aporte valorable, creo que no es la expresión más fiel, pues en su devenir histórico por algo el presbiterianismo estadounidense se separó de él, teniendo en cuenta un apego confesional a la Biblia como única y suficiente regla de fe y práctica, junto con la práctica de una piedad comunitaria. Todo esto, en detrimento de nuevas revelaciones y de una piedad individual e intimista.

  1. El puritanismo como herramienta de continuidad pentecostal.

Aquí quisiera manifestar una hipótesis respecto de la relectura y difusión de la producción puritana, y que quiero proponer con amplio respeto, toda vez que yo mismo soy parte, en cierto sentido del fenómeno del cual emerge.

Se puede relevar en mucho de lo que se escribe y dice por parte de los neopuritanos un fuerte influjo pentecostal. Es sabido por muchos, el fuerte proceso migratorio de iglesias pentecostales a iglesias reformadas. Gran parte de ellos llegan a través de las “doctrinas de la gracia”, limitando el calvinismo, por lo menos por un buen tiempo, a una doctrina soteriológica, y no como una cosmovisión amplia de toda la realidad.

En dicha recepción, se ha dado que uno de los problemas que se ha presentado a estos nuevos reformados tiene que ver con el dilema cesacionismo y continuismo. Como ex pentecostales, muchos de estos nuevos reformados sigue creyendo en la continuidad de los dones extraordinarios y una de las posibilidades para no encontrar disonancia con su nueva teología se encuentra en el factor puritano. El puritano-calvinista-continuista, permite al neopuritano no romper con su pentecostalidad. Esto se denota fuertemente del discurso que disocia ortodoxia de piedad, llevando a concluir que es posible tener una sana doctrina que no se condice con la práctica de la santidad. Sin duda, podría parecernos que sí en la superficie. Pero en el corazón está el verdadero albergue de la sana doctrina y no en la boca, y eso lo mira con toda claridad el Señor.

  1. El neopuritanismo y las “iglesitas dentro de la iglesia”.

Existe la tendencia en este neopuritanismo a construir “iglesitas dentro de la iglesia”, con la finalidad inicial de renovar la lectura bíblica, la espiritualidad y la piedad. Sin embargo, todos estos intentos derivan en división indefectible, según el barrido histórico hecho por Lloyd-Jones en su conferencia sobre los puritanos del año 1965[1] («Ecclesiola in ecclesia»).

Sin lugar a dudas, harían bien en observar los neopuritanos que no existen iglesias a la medida de su pureza reformada mental y que la sana teología se manifiesta, también, en amor por la iglesia santa y pecadora a la que se pertenece. Y ojo con esto, la pertenencia es sumamente importante, porque más allá de cualquier ensoñación, no existe reformado que no se somete a la autoridad de un consejo, elegido por el pueblo y conformado por miembros de éste, y que asienta su discurso y práctica en la Palabra de Dios.

Me permito citar, ahora explícitamente, a Martyn Lloyd-Jones, quien señaló que:

“No habría nada más ridículo que convertir la enseñanza, ni más ni menos que de los puritanos, en un nuevo tipo de escolasticismo y malgastar nuestro tiempo meramente citando textos, repitiendo frases y exhibiendo nuestro conocimiento teórico. Eso sería hacer lo mismo que hicieron los grandes oponentes de los puritanos en su época: me refiero a los carolinos y a gente como ellos, los cuales predicaban sermones que consistían, en buena medida, en ristras de alusiones clásicas”[2] (“El conocimiento falso y el verdadero”, 1960).

Los amigos neopuritanos harían mucho bien en tener en cuenta estas palabras del Doctor como bandera de lucha.

Luis Pino Moyano.


[1] Martyn Lloyd-Jones. Los puritanos. Sus orígenes y sucesores. Edimburg, El Estandarte de la Verdad, 2013, pp. 197-224.

[2] Ibídem, p. 51.

¿Qué celebro el 18 de septiembre?

Una amiga, en medio de la preparación de un asado dieciochero, me hizo la pregunta: “- Si tú no eres nacionalista, ¿qué celebras en estas fechas?”. Y pensándolo bien, esta es mi mejor respuesta.

 No celebro la patria ni las glorias de institutos armados. Nada de eso es mío, nada de eso me representa.

 Pero tampoco celebro a los grinch, que despotrican desde su moral anquilosada, sobre todo a esa febril revolución que comienza los lunes y termina los viernes.

 Y no celebro lo último, porque si hay mucho que celebrar. Y si una fecha permite hacer un alto, ¿qué nos impide ocuparla desde un sentido transformador?

 Celebro a los chilenos y chilenas que día a día se sacan la mugre trabajando por llevar un mejor mañana a sus hijos e hijas, hijos de este terruño.

 Celebro a los obreros, campesinos, intelectuales, estudiantes, militantes y no, todos y todas quienes lucharon, muriendo por la vida, y a quienes siguen haciéndolo, a pesar de los golpes de la vida, por el sueño de un país.

 Celebro a los y las estudiantes, especialmente a mis estudiantes, “porque son la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura” (Violeta Parra).

 Celebro por nuestros artistas, cantantes, poetas, narradores, pintores, cineastas y actores, porque nos permiten ver en sus representaciones alegrías y desdichas, incertidumbres y esperanzas.

 Celebro a los viejos, aquellos que todavía se visten para la ocasión y nos recuerdan la importancia de la mesa familiar.

Celebro la cueca, la empanada, el asado y el vino tinto, porque nunca son en soledad, sino siempre en amistad.

 No celebro lo oficial, celebro lo nuestro, lo no-dictado ni enseñado, pero si lo aprendido y amado.

 Y ojo, respeto al que no celebra nada, porque piensa y cree que no hay nada que celebrar. De la misma manera respeto al que cree y piensa que hay que celebrar todo.

 Mi punto parte desde otra premisa: efectivamente, las cosas son, pero las cosas también cambian. Y no tengo que esperar la toma del palacio de invierno para celebrar de otra manera. Si otros celebran la nación y su construcción elitaria, allá ellos. Mi vida no consiste en hacerle feo e ingrato su andar a la gente.

 Vivan los chilenos y las chilenas.

 Luis Pino Moyano.

Parar la máquina.

Y si en vez de seguir caminando

hacia horizontes inconclusos,

caminando por tierras áridas,

sembrando semillas estériles,

masticando el amargo dolor, 
durmiendo sin soñar,

escribiendo para que te lean sin leer,

peleando con la vida sin disfrutar-la,

aguantando lágrimas que luchan con la gravedad,

apretando dientes y el ceño hasta explosionar,

viviendo sin hacer,

andando sin avanzar…

damos un paso al costado,

cerramos el boliche,

y sin que nadie nos vea,

tocando la cada vez más real soledad,

nos atrevemos de una vez por todas

a descansar de verdad,

a parar la máquina…

No es necesario el esfuerzo vacuo.

El mundo caminará.

Al carajo Brecht y sus imprescindibles que luchan toda la vida.

Al carajo… total hace rato no soy el mejor.

Ni quiero serlo.

Eso.

Luis Pino Moyano.

AVP. Pensando en voz alta.

¿Qué pienso del AVP? En realidad toda la discusión y batahola que ha generado el Acuedo de Vida en Pareja, solución chilensis a las demandas de las élites gay del país, me da absolutamente lo mismo. Para mí pesa menos que un paquete de cabritas[1]. Es parte del gatopardismo chileno y el resultado de temas que se vuelven moda. Hoy está de moda denunciar todo lo que suena a machismo: que no hay que leer esto, que no hay que decir esto, que no hay que escribir, pensar, decir y bla bla bla. Es irrisorio, por decir lo menos, que quienes dicen proclamar libertades terminan pareciendo una nueva Inquisición.

Por lo mismo, no me queda otra que señalar con suficiente claridad:

  • Detesto el conservadurismo del mundo progre que toma como bandera de lucha una institución, léase matrimonio (porque concordemos en algo: lo que comenzó siendo un acuerdo contractual respecto a patrimonio, está siendo una suerte de «matrimonio encubierto» -y eso que dijo el senador Ossandón hoy, lo han dicho mucho antes un sinnúmero de homosexuales reconocidos en sus ámbitos, y que no están de acuerdo con el accionar político de las élites gay), que desde dicho sesgo es reproductora del orden «patriarcal», además de su carácter «normalizador».
  • Detesto el moralismo de quienes no entienden el mensaje de la gracia, que precisamente nos debiera diferenciar de quienes ponen las obras por sobre la acción de Dios en la historia. Qué perdedor resulta eso de ir al Congreso a abuchear y a gritar sandeces, que en nada se relacionan con el evangelio de Cristo. El evangelio señala claramente que nosotros no podíamos hacer absolutamente nada para salvarnos y que es Dios, quien por pura gracia, se relacionó con quienes amó. Dios justo-santo-temible-amoroso-gracioso-bondadoso. Dios, el de la Biblia, no disocia sus atributos ni tiene muchas caras como el dios Jano.

Y lo peor de todo esto es la ironía de la historia que termina entretejiendo a ambos grupúsculos (entiéndase: élites gay y pastores que se entienden “mundo evangélico”). Ambos caen en el mismo juego doble: por un lado naturalizan las acciones históricas, al punto que son fatalistas que llegan a creer que se nace de una determinada manera y que nada ni nadie puede cambiar (¿naturalismo?, ¿positivismo?); y, por el otro lado, tienen una fe ciega en la legalidad, creyendo que la promulgación de edictos cambiará las conductas de las personas. O creen que el AVP vencerá la discriminación y la intolerancia, o por el otro lado, creen que el AVP es el paso previo de la “agenda gay”.

«Oye, pero tú eres evangélico, ¿cómo opinas de esa manera?», podría decir alguno. Por todo ello, me da lo mismo el AVP y toda su discusión. Porque tengo mi mirada puesta en Dios, quien proclama «¡He aquí yo hago nuevas todas las cosas!». Mi tarea y, por ende, a lo que debiera ponerle el hombro, es la colaboración en la extensión del Reino de Dios que es «justicia, paz y gozo». Yo no tengo que andar cambiando a nadie, porque yo, por mis propias fuerzas, no puedo ni conmigo mismo. Todo lo demás es basura que quiere anteponerse al mensaje de Cristo.

Luis Pino Moyano.


Léase, también, un post donde hablo de esto más ampliamente: De la ausencia del evangelio y de la intolerancia de los «tolerantes».

[1] En otros países: pop corn, palomitas de maíz, pochoclo y quizá cuántos otros nombres.

Las derrotas y la historia.

Quise escribir este post antes del partido de Chile vs. Brasil de hoy, pero no pude. Dejé unas palabras en mi muro de Facebook, las cuales, en cierto sentido serán replicadas, y en el mejor de los casos extendidas. ¿La diferencia? La certeza de la derrota. Hoy se pudo haber ganado. Bravo, Medel, Vidal, Díaz, Aránguiz, Alexis, fueron unos gigantes que hicieron ver deslucido a un equipo brasileño que no es ni la sombra de lo que alguna vez fue el Scratch, sobre todo cuando se lució en su máxima expresión, en el Mundial de México 1970. Hoy la verdeamarelha se mostró desdibujada, especualadora y sobre todo defensiva, renunciando con ello a lo más bello que tiene el fútbol: el ataque, los goles, el virtuosismo, la belleza, todas cosas que mostró el juego chileno. Chile, fiel al juego sostenido desde la época de Bielsa y conservado y solidificado por Sampaoli, salió a atacar, a jugar, a dar todo, más allá de las lesiones y el estar luchando contra todo. Así se le ganó a Australia y a España. Así se perdió con Holanda y Brasil. Fanáticamente atacando. ¿Ejemplos concretos? Vidal jugando luego de su reciente operación. Medel, jugando hoy desgarrado, infiltrado, con un vendaje excesivo, saliendo en camilla en los primeros minutos del alargue.

 Mucho se ha hablado respecto a la historia en estos días. “Los brasileños tienen historia”, nosotros, “los chilenos”, en fútbol, “no tenemos historia”. Expresiones como esas provienen de la gran premisa postulada, implícita o explícitamente, por los hagiógrafos oficiales: “la historia la escriben los vencedores”. No quiero rescatar esa premisa. Prefiero seguir a Reinhard Koselleck quien señala que, efectivamente, la historia la escriben los vencedores, pero la comprensión histórica procede de los derrotados. Él decía: “El historiador que está en el bando victorioso se inclina fácilmente a interpretar el éxito a corto plazo en términos de una teleología ex post a largo plazo. No así los vencidos. Su experiencia primaria es que todo sucedió de forma diferente de como se esperaba o se había planteado… Tienen mayor necesidad de explicar por qué ocurrió algo de lo que ellos pensaban que ocurriría. Esto puede estimular la búsqueda de alcance medio y largo plazo que expliquen… la sorpresa… y generen percepciones interiores más duraderas de, por consiguiente, mayor fuerza explicativa. A la corta, puede que la historia la hagan los vencedores. A la larga, los aumentos de la comprensión histórica han salido de los vencidos”.

 Es dicha comprensión la que permite palpar, en toda su densidad, nuestro campo de experiencias. No somos ilusos. Las derrotas de nuestra selección nos han causado tristeza, pero seguimos hinchando, anhelando. La compresión histórica de la derrota, nos hace pensar, soñar y anhelar un mejor horizonte de expectativas. No rompemos con la historia. Entendemos que ella es dinámica, que los procesos sociales, incluso los que se viven en estadios, no pueden ser reducidos a un laboratorio. Y ahí está lo genial: quienes hemos experenciado la derrota podemos sentir como nuevo, y por ende, con mayor goce, el triunfo. No rompemos con la historia: la vivimos, sentimos, la pensamos y anhelamos una mejor, más allá de golpes y derrotas. Brasil no tiene nada que ganar en fútbol, han ganado cinco veces el mundial. Si ganan éste, ya han experenciado ese sentir. Para nosotros, los que no vivimos el ’62, perdiéndonos el tercer lugar de la Roja, esto será inédito. Los únicos que podemos ver la historia para adelante como alternativa y cambio somos los derrotados.

 Al finalizar el partido de hoy, luego de la tanda de penales que nos dejó fuera del mundial, pateé la puerta de la casa, me senté en el suelo, me cayeron unas lágrimas. Nunca vi tan cerca a la selección chilena de conseguir un lugar meritorio en la historia del fútbol. Consciente de la inexistencia de los triunfos morales, vivo esta historia, la de la derrota, sintiendo amagado el sabor a la victoria, satisfecho de ver a esta generación dorada dar lo mejor de sí y anhelando, algún día, poder celebrar. Todas las contradicciones convergen en ésta historia futbolera. Pena-rabia por la derrota, por cómo perdimos. Goce y disfrute de ver a estos jugadores que defendieron con toda su chispeza la camiseta de la tierra de nuestros padres. ¡Salud!

 Luis Pino Moyano.