A ti, que decidiste casarte.

¿Decidiste casarte? Más que despedirte de la soltería, pensando en que se te viene un tremendo peso que generará tristeza, aflicción, duelo, deberías comenzar a sentir el gozo de la bienvenida al matrimonio. A diferencia de lo que nos dice la cultura dominante, el matrimonio no es algo triste, no hará alejarte de tus amigos/as ni de la diversión. De hecho, te abrirá la posibilidad a tener nuevos/as amigos/as y, con certeza, te traerá nuevos momentos divertidos. ¿Sabes cuál es el problema de no ver esa realidad? El problema radica en cómo entendemos el DEBER. No nos gusta el deber, el rol, la tarea, porque nos parece un peso enorme que nos mata la vida. Pero créanme que no existe gozo más grande que compartir la vida con la persona que amas.

No quiero que tengas miedo, ni desincentivar tu decisión a casarte, pero si no entiendes que puedes ser feliz “labrando el comienzo de una nueva historia” con la persona amada, cavarás la tumba de tu propia vida. Porque esta es una historia en la que todos los días tendrás que tomar la decisión de amar a tu compañero/a de vida, historia en la que ya no será, como dijo Bonhoeffer, el amor lo que sostenga tu relación, sino tu matrimonio lo que sostenga tu amor; historia en la que como hombre deberás dejar la cobardía y la pereza y cumplir con tu tarea de sacerdote de tu hogar, conduciendo hacia la adoración todo acto y pensamiento de tu familia, entendiendo que como Jesús fuiste llamado a servir y no a ser servido por tu mujer; historia en la que como mujer deberás sentirte contenta, amada y protegida por un hombre que no es un pusilánime y en la que contribuirás con tu sabiduría, porque la invitación bíblica es la de caminar codo a codo con tu hombre; historia en la que más temprano que tarde llegarán a ser padre y madre y tendrán la responsabilidad de educar hijos en los cimientos de la verdad y la esperanza; historia en la que tú la ames a ella, en la que ella te amará a ti, y en la que juntos amen al Señor.

Deja de ver esto como peso, como carga que cansa y desalienta. La felicidad en tu matrimonio no estará en lo que tú hagas por ti mismo/a, reclamando tu derecho a ser feliz, porque eso es sólo mirarte el ombligo y ver tu propia individualidad. No te estoy diciendo nada nuevo, nada original, porque es el mensaje viejo pero relevante de las Escrituras. El mensaje que busca el amor que se sacrifica por darse al otro, que no busca lo suyo propio, un amor que se da. Tu felicidad estará en hacer feliz a la persona que amas.

¿Cuesta? Un montón. Todos los días te costará. ¿Pero no encuentras que el desafío te provoca y te saca de la comodidad, levantándote a procurar el bien de quien amas? ¿Acaso eso no es felicidad?

Dile chao a la soltería y atrévete a la decisión diaria del matrimonio en la que conocerás una nueva construcción de la felicidad, una felicidad que nunca será solitaria.

Un abrazo, Luis…

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