Cuarentenas, cortocircuitos y carencia de diálogo interdisciplinario.

Ayer, 14 de junio, el Colegio Médico presentó el plan: “‘Vivos Nos Necesitamos’: Unidos para eliminar el virus”, que dentro de sus propuestas presenta las ideas de un cortocircuito epidemiológico, una burbuja sanitaria, junto a nuevos indicadores, fases y otros, en la intención de una “nueva gobernanza” de la pandemia. Es, sin lugar a dudas, una propuesta bastante sugerente y que pudo ser más efectiva que el Plan Paso a Paso elaborado por el Gobierno de Chile y que experimentamos desde el año pasado*. Esto, porque da prioridad al enfoque sanitario, teniendo como meta “evitar más muertes y acabar con el colapso sanitario sostenido”. Es la vida de las personas, y no los negocios, los que tienen la prioridad en esta etapa, por lo que ciertas actividades debiesen ser redefinidas en el sentido de su necesidad o condición de fundamental. Por otro lado, recompone una mesa en la que diferentes actores de la sociedad civil junto a “expertos” con tres comisiones, que integren miradas desde distintos campos de saber y de acción, cuestión sumamente necesaria, teniendo en cuenta el fracaso de las medidas gubernamentales, la condición derruida de la Mesa Social (sin siquiera tener actas de sus reuniones) y la depreciada legitimidad de la clase política civil en el bloque del poder. 

Pero al comienzo de esta reflexión señalo que “pudo ser más efectiva que el Plan Paso a Paso”. Conjugué intencionalmente el verbo en pasado, porque a pesar de todas las virtudes del plan en sí, a mi juicio pierde de vista la dimensión temporal de la propuesta. Estamos hablando de un plan presentado cuando ha pasado un año y tres meses, aproximadamente, desde la primera cuarentena. Y no señaló que dicha tardía sea en algún caso de responsabilidad del COLMED, sino más bien de un problema de enfoque y valoración del contexto de enunciación de la propuesta. El hecho de sólo pensar en tres semanas de un cortocircuito, cuando hay comunas que llevan la misma cantidad de tiempo en Fase 1, resulta una medida preocupante e insana. Preocupante, porque si bien es cierto el ser humano, su vida en particular, tiene prioridad, dicha vida es puesta en una condición de detrimento de su dignidad si no hay trabajo e ingresos, situación que viene de la mano con el aumento de las deudas, porque no toda la población alcanza los beneficios del estado. Y la cancha, a la hora de enfrentar la pandemia, sigue estando dispareja desde un punto de vista socioeconómico. No es lo mismo estar encerrados en una casa que carece de patio a una que sí lo tiene, y no es una situación rebuscada. 

Por otro lado, defino la medida como insana porque fortalece una noción parcial del concepto de salud, la que es definida por la OMS como “el estado de perfecto bienestar físico, psíquico y emocional del ser humano”. Es parcial, porque ensalza una variable de dicho concepto que es el bienestar físico, en detrimento del bienestar psíquico y emocional Llevamos un año y medio experimentando una forma de existir en el mundo que trastocó nuestra cotidianidad, que nos alejó del vital encuentro con personas a las que amamos, o con las que trabajamos y compartimos experiencias y aprendizajes, nos alejó del aire y del sol (y no estoy aludiendo a cuestiones místicas), agudizó conflictividades y desencuentros en las familias, generó una disolución del espacio laboral y del espacio hogareño, produjo trastornos de sueño, crisis de ansiedad, depresiones reactivas y un largo etcétera. Producir más encierros atenta contra el bienestar psíquico y emocional, cuyas implicaciones se seguirán viviendo mucho más allá del fin de la pandemia, en una dimensión temporal que no se logra visibilizar en el presente. 

Es cierto, que muchas personas no han cumplido las cuarentenas, tanto por opción como por obligación -desde el extremo de los fiesteros a quienes han seguido día tras día en sus jornadas laborales fuera de casa-, pero la construcción de planes construidos a modo de política pública debiesen pensarse teniendo en cuenta su potencial cumplimiento, con políticas de regulación social que encaucen a quienes no toman en cuenta las medidas. Y ahí surge otro problema, del cual el gobierno ni las policías se hacen cargo: la falta de fiscalización, que se visibiliza en los nulos controles (salvo en aduanas sanitarias o carreteras), como en el aumento de delitos (encerronas y portonazos, por ejemplo) y la preeminencia del narcotráfico en muchas poblaciones. ¿De qué sirven las cuarentenas y el estado de excepción que tenemos desde marzo del año pasado si no hay fiscalización? 

Dignidad otorga. Un plan como el presentado debe ser evaluado principalmente por lo que tiene y no por lo que carece. Y en dicho aspecto, el hecho que quienes lo elaboraran fuesen médicos facilita una tendencia a un enfoque sanitario. Pero si ya avizoraban “las implicancias multidimensionales de la pandemia y la necesaria respuesta intersectorial”, podrían haber solicitado desde un principio la colaboración de profesionales de otros campos y de actores de organizaciones de la sociedad civil, en pos de una mirada más integral de la salud con sus dimensiones individuales y sociales. 

Es por todo esto que creo necesario potenciar la noción de la libertad y de la responsabilidad en sus dimensiones individuales y sociales, lo que se traduce en:

a. La necesidad de vacunarse. Se debe dejar de lado todo tipo de discurso seudocientífico y conspiranoico. Basta conocer algo de historia para notar que las vacunas significaron un importantísimo avance humano en pro de la calidad de vida de las personas. Vacunarse hoy no sólo es cosa de salud, sino un imperativo ético. La vacuna no es sólo para mi, sino para los demás. Por eso, es que hay una política pública respecto de ella y no se trata sólo de la adquisición de un producto del mercado farmacéutico. 

b. Dejar de lado la estupidización y paternalismo. Sabemos hace tiempo que las vacunas no impiden el contagio, y que estas aminoran los efectos de la enfermedad. Se debe insistir en este momento, más que en cuarentenas o cortocircuitos en la responsabilidad individual y en la ampliación integral del concepto de salud, que estuvo a la base del permiso de movilidad. Salir lo justo y necesario, usar la mascarilla, persistir en el lavado de manos y uso de alcohol gel, acompañado de espacios adecuados de sociabilidad, práctica de deporte y experiencias de sociabilidad responsable. 

c. Entender que la diferenciación entre personas vacunadas y quienes no lo están, junto con toques de queda y cuarentenas con persistente y adecuada fiscalización, no son resultado de un neofascismo de “dictaduras sanitarias”. La libertad no está puesta en juego, sólo se ejerce con lineamientos diversos. Hoy nadie está preso en su casa por estar en Fase 1 y sin pase verde aún. La libertad está condicionada a un factor extraordinario dado por el estado de pandemia y la legalidad creada en torno a ella. Un permiso de movilidad no adolece de la torpeza del permiso de vacaciones. 

d. Que cualquier medida que se construya en torno a la pandemia debe ser realizada a escala humana, con realismo y consideración del tiempo que llevamos en una condición vital totalmente diferente a lo que vivimos hasta fines de febrero e inicios de marzo de 2020. No sea que la ciudadanía en pos de su libertad individual y ante la multiplicidad de necesidades, que van desde el alimento y sustento hasta las experiencias de sociabilidad, explote en un grito de “¡Basta!”. Las noticias de movilizaciones, en otros lugares del mundo, contra medidas restrictivas insufribles son un insumo que impide el que se diga: “no lo vimos venir”. 

“Todo tiene su tiempo”, decía Qóhelet. Fuera de tiempo, una propuesta valiosa, puede carecer de razón de ser. 

Luis Pino Moyano.


* Colegio Médico de Chile. “Estrategia sociosanitaria Covid cero. Plan ‘Vivos Nos Necesitamos’: Unidos para eliminar el virus”. En: https://www.colegiomedico.cl/wp-content/uploads/2021/06/Estrategia-sociosanitaria-cero.pdf (Consulta: junio de 2021).

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