El error de gobernar en la medida de Instagram y Twitter.

“La mejor política comunicacional es no tener política comunicacional”, habría sentenciado a principio de los noventa el sociólogo Eugenio Tironi. Esa idea derivó en que el primer gobierno de la Concertación, y los que vinieron de manera posterior, no establecieran relaciones estratégicas y de apoyo económico a medios de comunicación afines, que resistieron y sobrevivieron a la dictadura. Eso se tradujo en el cierre de medios escritos como “Fortín Mapocho”, “La Época”, “Análisis”, “Apsi”, “Cauce”, entre otros. Súmese a eso el cierre durante el gobierno de Piñera-1 de “La Nación” y la deriva privatizadora de TVN. La jugada consistía en evitar cualquier tipo de sobresalto en la relación con la derecha y con el mundo militar, dejando a la vanguardia de la información a medios que no eran afines, pero que gozaban de mostrarse como impolutamente neutros. 

En el momento actual del Chile que nos toca vivir, la añosa tesis de Tironi no tiene ningún sentido. Por el contrario, podríamos decir todo lo contrario: la mejor política comunicacional es tener una clara y perspicaz política comunicacional. Vamos todavía más lejos: en el Chile del 2022, gobernar es comunicar. El mundo actual exige información clara, que responda sus interrogantes y que rompa con la tendencia al cantinfleo o el hablar en jerga política. El gran problema radica en que durante los primeros meses y días del gobierno de Gabriel Boric, tanto él como sus ministras y ministros han tendido a pensar que el ser parte de una generación que se mueve en las aguas virtuales de las redes sociales no pasarían zozobras en este aspecto de ser-y-hacer gobierno, pero ha sido todo lo contrario. 

Si damos un paso entre las redes sociales del gobierno y los medios de comunicación de masas (televisión, radio, periódicos -en papel y/o virtuales-), se hace más que notoria una tensa relación entre Instagram, la prensa tradicional y Twitter. Por un lado, en Instagram, muy en la sintonía de esa red social, se expresa la cara bonita del gobierno: sonrisas ante los avances de los primeros días de gobierno, imágenes llenas de color y optimismo, que supera los grises y negros, y los días aciagos post-estallido social. En la prensa tradicional, por su parte, se ven y son notificados los errores forzados y no forzados del gobierno: aquellos en los que se ha hablado de más, en los que se han seguido lineamientos que van contra las expectativas de las personas, como también aquellos en los que, habiendo construido un logro, se ha dicho poco y nada. Y, finalmente, Twitter, que ha sido el espacio en que ministras y ministros han pedido disculpas por haber cometido un error en el plano comunicacional, a veces a largas horas de la madrugada. La pregunta surge de inmediato: ¿con qué tipo de información se quedan las personas? Parafraseando al humorista Pepe Tapia, los medios tradicionales de comunicación siguen penetrando, y ni las sonrisas y colores ni las disculpas llegan a las personas. ¡¿Cómo no hubo una cadena nacional a las 21:00 hrs. del 18 de mayo cuando se aprobó por unanimidad el alza del sueldo mínimo, que desde el 1 de agosto será de $400.000, la mayor alza en 25 años?! Esa información si está en Instagram y Twitter, pero no está en el sentido común. En el sentido común está la inflación, no las políticas que se llevan a cabo para paliarlas. Ahí había que comunicar, comunicar, comunicar. El silencio no era opción. El silencio era opción cuando no se tenía certeza de la veracidad de los datos o cuando se hablaba de “presos políticos”. 

Y si bien es cierto, existe una generación que está sobre los 50 años que no se informa por las redes sociales, no obstante ha recibido por una suerte de irradiación un mal del mundo de las redes sociales: el espíritu de barra brava, en el que no existen grises, donde las cosas son blancas o negras, con pataleo incluido. Y ese “no me gusta” o “me enoja” facebookiano se traduce en sus opiniones y se comparte en los grupos familiares o amicales de WhatsApp. Pensemos en las discusiones por el 5º Retiro de Fondos de las AFP. Ese retiro no estaba en el programa de Boric y desde los inicios del período gubernamental estaba sumamente claro que la opción del poder ejecutivo era la de no apoyar ese proyecto, puesto que aumentaría el sobrecalentamiento de la economía y con ello, derivaría en un alza de la inflación. Pero, ante el desbande de votos de la coalición, el gobierno casi a última hora saca una carta bajo la manga: el retiro acotado. Al final, no hubo retiro a secas ni acotado. La tesis inicial del gobierno cuajó. Pero al final lo que se vivió fue una derrota. Allí, lo medianamente sensato habría sido decir: “no estamos de acuerdo con los retiros de fondos de las AFP porque nos pueden llevar a una mayor inflación, pero en concordancia de lo que dijimos y recitamos a modo de paya hace sólo unos meses atrás, apoyaremos este quinto retiro, legislando a su vez, que sea el último, asegurado la protección de los fondos de pensiones de la ciudadanía”. Ahí se podría haber perdido en el congreso, pero haber ganado en la población por partida doble: se habría explicado el proceso inflacionario y se habría mostrado empatía. Un error similar se vivió hace unos días con ese constructo del “estado intermedio”. 

En síntesis, urge que el gobierno tenga una línea comunicacional clara y transversal, y que se irradie no sólo por las redes sociales, sino que se tome los medios de comunicación de masas y, aún más, que asuma activamente dicha tarea construyendo un medio escrito, y potenciando a TVN. No estaría de más, tampoco, una asesoría de lenguaje, para no sólo hacer uso a diestra y siniestra del “lenguaje inclusivo”, sino también de los epicenos y así no dejar dando bote la pelota para el trolleo en las redes sociales. Y, si bien es cierto, me parece que no es errada la idea de blindar a Boric, es hora que el tome la vanguardia del proceso en términos comunicacionales. “El presidente que habla” no puede estar mutis por el foro. Cada día lunes debe aparecer en televisión o radio marcando la agenda gubernamental. Por cierto, sin olvidarse de los matinales, que han sido el espacio de mayor conversación política desde el estallido social. Y allí, a propósito de la analogía con el gobierno de Aylwin, no estaría de más que Boric se encargara de dejar muy claro que éste no será el gobierno de las grandes transformaciones sino uno de transición. El papel de la transformación, hoy por hoy, está en manos de la Convención Constitucional, nos guste su cometido o no. 

Ser gobierno no significa, necesariamente, tener voluntad de poder, pues el azar político pudo haberte llevado a ese lugar. Pero si se tiene voluntad de poder no se puede caer tan burdamente en errores comunicacionales. Es republicano pedir disculpas. Pero es también republicano actuar con conciencia de responsabilidad. En cargos de relevancia vale lo que se es, lo que se dice, lo que se hace y lo que se parece. Y todo eso se comunica.

Luis Pino Moyano.

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